Domingo, literatura y religión

Por César Brea

Como el autor, ¿qué humano no tiene esas conversaciones consigo mismo… duda, cuestiona… hace ajustes… busca… a veces reniega… vive... experimenta?

Garabateo estas cuartillas en el día del Señor.

Hoy es domingo, fiesta de guardar. Desde niño, el día para ir a misa y ponernos presente con el Creador.

En la medida en que envejecemos, la mayoría tratamos de arreglar las cuentas con Dios. ¿Será un asunto de cercanía? ¡No lo sé!... pero nos da con acercarnos a la Biblia, escuchar canciones religiosas... Asistir a encuentros de oración. Algunos abandonan sus viejas creencias y se pasan a nuevas iglesias.

Y todo eso está muy bien. Es un derecho humano y, todavía más, parece que un derecho divino.

En fin, el ser humano es un ser religioso por naturaleza. ¡Y qué bueno que seamos así!
Pero como hay de todo en la viña del Señor, a otros sucede el fenómeno al revés. Algo así como lo que sucedió a Benjamin Button (el de la película)... es una especie de involución.

Fuimos niños ultra-religiosos, carne de catecismos, cruzados, material de procesiones...
Adoradores de vía-crucis, feligreses de semana santa, monaguillos de los viejos párrocos... Juventud Estudiantil Católica, cursillos de vida, cursillos pre-matrimonial y mil y una espiritualidades más.

Y ahora que salen las calvas, nos llenamos de canas, se nos abulta el vientre, se nos dispara la presión... Llegan las aspirinas, "las pastillas especiales", se descubren nuevas arrugas, patas de gallina que no estaban... Cardiólogos que desconocíamos, dietas bajas de grasa, órdenes de hacer ejercicios...

Entonces ahora, justamente ahora... nos da con privar en filosóficos, con rechazar viejos cultos... Descubrimos pastores que se enriquecen, curas que manosean niños, papas que satanizan condones... Obispos que embarazan muchachas (¡Nada del otro mundo!)... Cardenales que son políticos, políticos que van a tedéums, evangélicos con nóminas del estado, fieles que son ateos... Ateos que piensan bonito, pero siguen siendo ateos... y nosotros seguiremos siendo creyentes...

Entonces ahora nuestra vieja fe se sacude, tambalea y nos coge con ser "eclécticos", "escépticos" y cien palabras domingueras más.

“Viejetes” raros, en vez de ponernos la corbata y salir a predicar, nos da con empezar a dudar... Con querer leer escritos raros, artículos irreverentes, escritores prohibidos, pensadores desviados, intelectuales frustrados... En vez de Karol Wojtyla, San Agustín, Martín Lutero o Benedicto XVI, desempolvamos al viejo Voltaire, a un tal Charles Darwin.

Todo lo contrario a lo que debe ser una vejez sosegada, digna, de entrega a los caminos de la fe. ¡Qué vaina!... me estoy volviendo un viejo raro. Tendré que botar todos los libros y concentrarme solo en uno... El libro de los libros.

Pero confieso mi debilidad.... NO PUEDO. Y la culpa no la tengo yo... Cuando nací, en el paquete heredado vino un cerebro que me ha obligado a pensar, a buscar, a dudar, a conocer.

Y, ¡vaya herejía!... creo que todos esos atributos provienen de Dios. Él quiso que pensáramos, creyéramos, dudáramos, aceptáramos, rechazáramos... Para eso nos regaló el Señor el pensamiento, la palabra y el entendimiento. Esa es mi fe.

Perdónenme los que no estén de acuerdo conmigo. Igual los respeto y los quiero.

Son disquisiciones domingueras de uno que es humano, que está más perdido que el hijo de Lindbergh y no acaba de encontrar el viejo Olimpo. Y que le ha cogido a esta altura del juego con dárselas de "pensador" (¡Gran vaina!).

Perdóname Señor...