viernes, 25 de septiembre de 2009
Ledesma Colón
Vivencias
Por Pablo Mustonen
La foto a la izquierda es una de las más emblemáticas de la Revolución de Abril: muestra a un mulato dominicano, todo odio, frustración y coraje, enfrentarse a un soldado invasor con sólo sus puños como arma.
El siguiente relato (junto a otros que iremos publicando) lo hizo Pablo hace unos años en la difunta página de Mao, maovalverde.com
Regordete y rechoncho, pero ágil como una gacela, pequeño y de un gran coraje, le conocí cuando Mao más lo necesitaba. Acababa de llegar del Ingenio Catarey, (propiedad de la egregia figura apellidada Trujillo), en donde era chofer de un camión que también llamábamos Catarey. Los "paleros" azotaban a la población y el terror se arraigaba cada día más. El miedo se apoderaba de todos nosotros; ese cuerpo paramilitar, apoyado por la guardia, se adueñaba de la ciudad a partir de la siete de la noche; las calles deshabitadas lucían lúgubres y por las noches sólo se escuchaban las carcajadas de aquella manada de enardecidos borrachos que se pavoneaban con el orgullo de defender al régimen de aquel momento.
Ledesma forma valientemente un cuerpo que él llamó “contrapaleros”. Vestían ropa negra y se confundían con la oscuridad de la noche y para distinguirse entre ellos, se colocaban una pañoleta roja sobre sus cabezas y otra en el brazo izquierdo; por medio de silbidos se comunicaban unos con otros; armados de cuchillos, piedras y palos, patrullaban todos los barrios. Normalmente, los "paleros" evitaban enfrentarse con ese cuerpo "elite" de autodefensa, ya que siempre llevaban lo peor del combate; al poco tiempo los "paleros" desaparecieron y la calma retornó a nuestro pueblo. Ledesma se inscribió en Unión Cívica y yo pertenecía a otra parcela opuesta.
Salí para New Hampshire, para profundizar mis conocimientos y regresé al país un poco antes de la Revolución de Abril de 1965. Más tarde me entero que Ledesma capitaneaba un comando que bautizó con el nombre de "Cucaracha 20" y que era uno de los frentes más aguerrido y temido por los invasores. Ledesma tenía un "talismán" y me dijo una vez: "Tú ves este resguardo que tengo colgado en mi cuello, me lo preparó una bruja haitiana, a mi no me entran los tiros, mientras lo lleve puesto", le contesté que no creía en esos disparates y que era mejor que se cuidara por sí mismo.
Cuando la división 82 aerotransportada emprendió la tarea de abrir el corredor, los combates se volvieron mucho más intensos y al llegar esta columna por las cercanías de Radio Televisión Dominicana, debieron enfrentarse con el comando liderado por Ledesma.
El combate fue cruento y los constitucionalistas no cedían un solo ápice, pero al final la maquinaria moderna de los invasores se imponía. Ledesma seguía con más valor y según pasaban las horas, más coraje sentía; hasta que en un momento dado salió de las trincheras, en contra de las voces que le recomendaban que se protegiera; ametralladora en mano disparaba ráfaga tras ráfaga, se movía de un lado a otro con una agilidad increíble, disparaba en todas direcciones hasta agotar todos los peines que llevaba y la última bala salió de aquella metralleta dejando el cañón de su arma al rojo vivo y humeante. Como era lógico, una bala segó su vida, dejando su cuerpo sin camisa en medio de la desolada calle, mirando al enemigo con los ojos llenos de odio y la cara con una muesca de desprecio al invasor.
Luego de la tregua, el cadáver de Ledesma fue levantado por las llorosas mujeres del cuerpo de enfermeras y fue sepultado con todos los honores de aquellos que por la patria dan lo más preciado que es la vida.
Paz a sus restos y recordemos su gran valor.
Es de patriotas morir luchando por la patria. Aquí bien vale mencionar la bella frase de José Martí: "Dulce y decoroso es morir por la patria".
Quise recordarlo ya que en Mao pasa sin penas ni gloria.
Por Pablo Mustonen
La foto a la izquierda es una de las más emblemáticas de la Revolución de Abril: muestra a un mulato dominicano, todo odio, frustración y coraje, enfrentarse a un soldado invasor con sólo sus puños como arma.
El siguiente relato (junto a otros que iremos publicando) lo hizo Pablo hace unos años en la difunta página de Mao, maovalverde.com
Regordete y rechoncho, pero ágil como una gacela, pequeño y de un gran coraje, le conocí cuando Mao más lo necesitaba. Acababa de llegar del Ingenio Catarey, (propiedad de la egregia figura apellidada Trujillo), en donde era chofer de un camión que también llamábamos Catarey. Los "paleros" azotaban a la población y el terror se arraigaba cada día más. El miedo se apoderaba de todos nosotros; ese cuerpo paramilitar, apoyado por la guardia, se adueñaba de la ciudad a partir de la siete de la noche; las calles deshabitadas lucían lúgubres y por las noches sólo se escuchaban las carcajadas de aquella manada de enardecidos borrachos que se pavoneaban con el orgullo de defender al régimen de aquel momento.
Ledesma forma valientemente un cuerpo que él llamó “contrapaleros”. Vestían ropa negra y se confundían con la oscuridad de la noche y para distinguirse entre ellos, se colocaban una pañoleta roja sobre sus cabezas y otra en el brazo izquierdo; por medio de silbidos se comunicaban unos con otros; armados de cuchillos, piedras y palos, patrullaban todos los barrios. Normalmente, los "paleros" evitaban enfrentarse con ese cuerpo "elite" de autodefensa, ya que siempre llevaban lo peor del combate; al poco tiempo los "paleros" desaparecieron y la calma retornó a nuestro pueblo. Ledesma se inscribió en Unión Cívica y yo pertenecía a otra parcela opuesta.
Salí para New Hampshire, para profundizar mis conocimientos y regresé al país un poco antes de la Revolución de Abril de 1965. Más tarde me entero que Ledesma capitaneaba un comando que bautizó con el nombre de "Cucaracha 20" y que era uno de los frentes más aguerrido y temido por los invasores. Ledesma tenía un "talismán" y me dijo una vez: "Tú ves este resguardo que tengo colgado en mi cuello, me lo preparó una bruja haitiana, a mi no me entran los tiros, mientras lo lleve puesto", le contesté que no creía en esos disparates y que era mejor que se cuidara por sí mismo.
Cuando la división 82 aerotransportada emprendió la tarea de abrir el corredor, los combates se volvieron mucho más intensos y al llegar esta columna por las cercanías de Radio Televisión Dominicana, debieron enfrentarse con el comando liderado por Ledesma.
El combate fue cruento y los constitucionalistas no cedían un solo ápice, pero al final la maquinaria moderna de los invasores se imponía. Ledesma seguía con más valor y según pasaban las horas, más coraje sentía; hasta que en un momento dado salió de las trincheras, en contra de las voces que le recomendaban que se protegiera; ametralladora en mano disparaba ráfaga tras ráfaga, se movía de un lado a otro con una agilidad increíble, disparaba en todas direcciones hasta agotar todos los peines que llevaba y la última bala salió de aquella metralleta dejando el cañón de su arma al rojo vivo y humeante. Como era lógico, una bala segó su vida, dejando su cuerpo sin camisa en medio de la desolada calle, mirando al enemigo con los ojos llenos de odio y la cara con una muesca de desprecio al invasor.
Luego de la tregua, el cadáver de Ledesma fue levantado por las llorosas mujeres del cuerpo de enfermeras y fue sepultado con todos los honores de aquellos que por la patria dan lo más preciado que es la vida.
Paz a sus restos y recordemos su gran valor.
Es de patriotas morir luchando por la patria. Aquí bien vale mencionar la bella frase de José Martí: "Dulce y decoroso es morir por la patria".
Quise recordarlo ya que en Mao pasa sin penas ni gloria.
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Al leer esta historia,considero que nuestro ayuntamiento deberia de hacerle un homenaje pot morten y declararlo hijo distinguido y asi se estaria haciendo justicia con este heroe anonimo de los que tanto abundan en nuestro pais Alejandro J Santana
ResponderBorrarLedesma Colón era mi abuelo y un orgullo para su familia. Le sobreviven cuatro hijos: Fernando, Gustavo, Deysi y Miriam. Y mi abuela Ana quien murió hace algunos años Amando aun a su esposo.
ResponderBorrarLedesma Colón era mi abuelo. No lo conocí pero es un orgullo para sus hijos, nietos y hermanos que aún le sobreviven.
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