sábado, 26 de septiembre de 2009
El Piqui
Cosas de Mao
Por Isaías Medina Ferreira
Le decían "Piquilín", cariñosamente el "Piqui", vivía en el barrio el Rincón, era de profesión "Chofer", y manejaba un camión de don Miguel Peña, su cuñado.
El banano y el arroz eran los principales productos del Mao de los años de 1950 y 1960. La producción y transportación del banano era entonces un negocio rentable y don Miguel participaba en éste en pequeña escala; digo pequeña, porque en esos tiempos la Grenada Company, con asiento en Mao y Montecristi, dominaba el negocio en toda la línea.
Casi todas las semanas llevaba Piqui su camión atiborrado de guineos a la capital, que era la mayor plaza de actividad y consumo. Piqui era jovial y un hombre decente, pero le gustaba “empinar el codo” y cuando lo hacía no consideraba una falta abusar de la confianza de su cuñado, quien al fin y al cabo, según Piqui, “tenía cuartos”. Debido a esa manera de actuar y de pensar de Piqui, era una preocupación constante de don Miguel que éste borracho se fuera a accidentar; o que, como había pasado anteriormente, se fajara a beber una vez vendidos los guineos.
Las andanzas de Piqui tenían a don Miguel más que molesto, hasta el punto de que lo había despedido hacía ya dos semanas; cosa que Piqui, con una familia que mantener, estaba dispuesto a cambiar, por lo que se desvivía en promesas para que don Miguel borrara cualquier pensamiento negativo que pudiera haber generado su más reciente borrachera en el “Casino Bar” de don Faustino Rodríguez, en el Rincón, lo que causara retraso de un día en el último viaje que debió dar a la capital y por lo que don Miguel registró pérdidas.
Los razonamientos de Piqui hacían sentido: “Miguel, nadie conoce el camión y la carretera mejor que yo”; “yo me sé to’ los trucos; tú lo sabe… tú sabe que a mi no me engañan como engañan a ese otro zángano que tu ha pueto ahí”.
"Está bien, Piquilín", le dijo don Miguel al fin resignado, "vas a llevar este viaje; pero eso sí, Piqui, ¡óyeme bien!; este puede ser tu último viaje a la capital en mi camión… lo primero que vas a hacer cuando hayan desmontado los guineos, es ponerme un telegrama, dándome todos los detalles del viaje y a cómo se vendió".
En eso quedaron y arrancó Piqui de madrugada, feliz de estar trabajando de nuevo, de Mao para la capital, dispuesto a no faltar a la promesa que había hecho al cuñado.
Pasó el día, y no llegan noticias de Piqui. Llega el otro día, y nada. “Hasta aquí llegó”, decía don Miguel con ira una y otra vez, “¡Hasta aquí llegó el enano ese!”.
Como a eso de las 4 de la tarde del segundo día por fin recibió don Miguel un escueto telegrama que decía: "Miguel: guineo vendío; el Piqui prendío”.
Por Isaías Medina Ferreira
Le decían "Piquilín", cariñosamente el "Piqui", vivía en el barrio el Rincón, era de profesión "Chofer", y manejaba un camión de don Miguel Peña, su cuñado.
El banano y el arroz eran los principales productos del Mao de los años de 1950 y 1960. La producción y transportación del banano era entonces un negocio rentable y don Miguel participaba en éste en pequeña escala; digo pequeña, porque en esos tiempos la Grenada Company, con asiento en Mao y Montecristi, dominaba el negocio en toda la línea.
Casi todas las semanas llevaba Piqui su camión atiborrado de guineos a la capital, que era la mayor plaza de actividad y consumo. Piqui era jovial y un hombre decente, pero le gustaba “empinar el codo” y cuando lo hacía no consideraba una falta abusar de la confianza de su cuñado, quien al fin y al cabo, según Piqui, “tenía cuartos”. Debido a esa manera de actuar y de pensar de Piqui, era una preocupación constante de don Miguel que éste borracho se fuera a accidentar; o que, como había pasado anteriormente, se fajara a beber una vez vendidos los guineos.
Las andanzas de Piqui tenían a don Miguel más que molesto, hasta el punto de que lo había despedido hacía ya dos semanas; cosa que Piqui, con una familia que mantener, estaba dispuesto a cambiar, por lo que se desvivía en promesas para que don Miguel borrara cualquier pensamiento negativo que pudiera haber generado su más reciente borrachera en el “Casino Bar” de don Faustino Rodríguez, en el Rincón, lo que causara retraso de un día en el último viaje que debió dar a la capital y por lo que don Miguel registró pérdidas.
Los razonamientos de Piqui hacían sentido: “Miguel, nadie conoce el camión y la carretera mejor que yo”; “yo me sé to’ los trucos; tú lo sabe… tú sabe que a mi no me engañan como engañan a ese otro zángano que tu ha pueto ahí”.
"Está bien, Piquilín", le dijo don Miguel al fin resignado, "vas a llevar este viaje; pero eso sí, Piqui, ¡óyeme bien!; este puede ser tu último viaje a la capital en mi camión… lo primero que vas a hacer cuando hayan desmontado los guineos, es ponerme un telegrama, dándome todos los detalles del viaje y a cómo se vendió".
En eso quedaron y arrancó Piqui de madrugada, feliz de estar trabajando de nuevo, de Mao para la capital, dispuesto a no faltar a la promesa que había hecho al cuñado.
Pasó el día, y no llegan noticias de Piqui. Llega el otro día, y nada. “Hasta aquí llegó”, decía don Miguel con ira una y otra vez, “¡Hasta aquí llegó el enano ese!”.
Como a eso de las 4 de la tarde del segundo día por fin recibió don Miguel un escueto telegrama que decía: "Miguel: guineo vendío; el Piqui prendío”.
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Apreciado Isaías:
ResponderBorrarSoy de opinión de que todas estas anécdotas publicadas en este blog sean recogidas en un texto. Son redactadas con un estilo muy ágil y sus contenidos son hilarantes, nostágicos y muy autóctonos. Además, las personas que no tienen acceso al blog podrán disfrutar de vuestras ocurrencias. Eres genial. Tu hermano, Niño Almonte.
Está muy bueno.
ResponderBorrarEstoy de acuerdo con el profesor Niño almonte.
Atte. Mon
Niño/Mon: el libro va. Tengo como 40 historias escritas; sólo tengo que poner en papel algunas más que he concebido en la mente y revisar todos los escritos para darle consistencia: añadiéndoles lo que contribuyan los lectores y aclarando unas cositas por aquí y otras por allá. Me llevará como año y medio más... gracias por tan honroso comentario, mi viejo amigo Niño.
ResponderBorrarIsaías
Piquilín era hijo del comerciante don Emilio Reyes Aranda y vivía en el barrio El Rincón.
ResponderBorrarRafael Darío Herrera