miércoles, 2 de junio de 2010

UNO DE LOS REGALOS MÁS BELLOS

REFLEXIÓN
Por Lavinia del Villar

“Si Dios te da un hijo, alégrate, pero tiembla…”

En cierta ocasión, encontré sobre mi cama, una carta que aún conservo como un tesoro invaluable.

Fiel al original, sólo agregando un par de comas, la comparto con ustedes, como una de las experiencias más gratificantes de mi vida.

Dice así:

“Madre:

No sabes cuánto te admiro y te quiero. Para mi eres la madre más buena, puesto que me has brindado tu cariño, tu afecto, tu bondad, y todo lo que puede dar una madre.

Te preocupas tanto cuando me enfermo, y se te ve tan feliz cuando yo lo estoy.

Dicen que toda hija encuentra a su madre bella, pero tú no sólo eres bella, sino que pareces una estrella; claro, la estrella del sol. Eres tan bella que la luna te envidia, pero no tanto la belleza, sino la ternura que tienes por dentro, y ese amor que se te ve a simple vista.

En tus ojos brilla el lucero que se esparce en tu corazón.

Atentamente,

Aurora Fernández del Villar.”

Fecha: 16/7/1985.


Estas líneas tan llenas de amor, son valiosas en sí, no por lo que literalmente expresan, sino porque representan lo que una madre puede significar para un hijo en determinado momento de su vida. La candidez, la dulzura, la pureza de alma, y el amor filial, se ponen de manifiesto en este escrito, que más que una carta es un poema.

Mi hija tenía apenas once años, y sin darse cuenta, ese día me dio uno de los regalos más bellos que me ha tocado disfrutar. Para mí es el documento más hermoso que he tenido en mis manos, aunque también el más comprometedor.

Releyendo y reviviendo, me doy cuenta de la responsabilidad que Dios nos entrega cuando nos da un hijo. ¡Qué material tan vulnerable nos pone entre las manos! Moldearlo es un trabajo de amor, comprensión y entrega.

Muchas veces por nuestros compromisos y diario afanar, no notamos que muy cerca de nosotros tenemos un par de ojitos que nos observan, nos idealizan, y nos ponen en un sitial donde los defectos no tienen cabida. Nos convertimos en sus héroes, sus reinas de belleza, y sus modelos a seguir.

Otras veces, aunque lo notemos, simplemente somos aprendices, y como tales, el error viene con el paquete. No queremos hacer mal, pero no sabemos hacerlo mejor.

Por eso hoy, pido al Maestro que ilumine esas madres que aún con todo el amor del mundo, se encuentran con un niño en los brazos, y la impotencia en el alma.

Pido también por esos niños que no tienen la fortuna de traer el pan debajo del brazo, o que desgraciadamente no son el fruto del amor.

Ayúdalos Señor…

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