Por Lavinia del Villar
El pasado domingo 10 de enero, celebramos en Mao los 50 años de la fundación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
Disfrutamos de un programa hermoso donde el civismo, el patriotismo y el heroísmo llenaron el plato fuerte del día. Al comenzar los festejos asistimos a una misa celebrada en nuestra catedral en memoria de los caídos en aras de esos ideales patrios. En esa eucaristía se resaltó la entrega y el sacrificio de esos valientes, los que se fueron y los sobrevivientes, que con mucha propiedad son llamados “La Raza Inmortal”.
A medida que se hacían recuerdos y reconocimientos a través de poesías, cantos, exhortaciones y agradecimientos, mi corazón se hinchaba del orgullo de sentirme reivindicada por ese grupo de hombres y mujeres portadores de la dignidad nacional. Soy de esos sentimentales que todavía se emocionan cuando escuchan las notas de Himno Nacional, por lo que hubo momentos que erizaron mi piel y aguaron mis ojos al rememorar hazañas de valentía y entrega que muchas veces llegaron al martirologio.
Mirando al Cristo que se encuentra en mitad del altar reflexioné sobre lo que se estaba viviendo en ese momento, y pasé como en una película, de Duarte a Luperón, y de Manolo al coronel Fernández Domínguez.
En esa apreciación llegaron a mi mente algunas preguntas: Si la soberanía nacional se viera amenazada, ¿dónde están los jóvenes dispuestos a sacrificarse por el bien común? Si fuera necesario, ¿encontraríamos candidatos para empuñar las armas en aras de salvar nuestro terruño?
Si la situación lo requiriera, ¿quiénes se apuntarían para ir a la loma?
Para defender nuestra constitución, ¿quién se animaría a enfrentarse a ejércitos extranjeros?
Con deseos de soñar… con la ilusión de pensar positivo… con la esperanza de que todavía podemos hacer el cambio que la nación necesita, quise pensar que la contaminación no nos ha dañado a todos. Y al escuchar a Fidelio Despradel decir que este es el tiempo de Manolo, entendí que todavía queda parte de esa estirpe, que desafortunadamente para el pueblo dominicano, está en peligro de extinción.
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