martes, 2 de julio de 2013
UNA VIDA EJEMPLAR
"EL MUERTO SOY YO"
Por Fernando Rodríguez C.
Un tanto perplejo quedó el albañil del cementerio ante la inusitada respuesta del cliente que le encargó los arreglos y embellecimiento del panteón, y a quien, por simple curiosidad, le había preguntado dos veces: ¿Quién es el muerto?
Por la respuesta, el obrero se dio cuenta de que su pregunta resultó un tanto imprudente y a modo de excusa atinó a ponderar el valor del personaje que, aunque un poco demacrado, no daba señales de estar tan enfermo.
Al salir del camposanto, luego del pago de los trabajos e impuestos municipales, recibe una llamada de un viejo relacionado quien, desconociendo su situación de salud, le pide que se haga cargo de un caso legal que le afecta.
Ante la insistencia de este por su negativa, no tuvo más remedio que informarle que padecía una enfermedad terminal por lo que no podía asumir nuevas responsabilidades laborales.
En ese momento, se produjo un silencio tan grande que tuvo que preguntar a su interlocutor si todavía se mantenía al teléfono, antes de proceder a despedirse con la cortesía que le caracteriza.
El valiente personaje es mi amigo. Tiene cáncer y aunque está confiado en que Dios y la ciencia le devolverán su salud, se ha preparado coordinando con su familia todo lo concerniente a su posible partida de este mundo.
No se ha dejado abatir por la terrible enfermedad y quien habla con él por teléfono y desconoce su situación, percibe la vitalidad y entusiasmo que los identifican junto a una extraordinaria amabilidad y vocación de servicio.
Ha vivido siempre en paz con Dios, consigo mismo y los demás y resulta evidente que esa forma de vida le permite enfrentar su desgracia sin sobresaltos y una tranquilidad que solo los justos pueden exhibir en situaciones similares.
Ha sido desde niño, un gran batallador. Por eso confiamos en su victoria. Pero en el caso de que se nos vaya físicamente, quedará por siempre en quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y tratarlo, su ejemplo de dignidad, trabajo, solidaridad y valor.
Por Fernando Rodríguez C.
Un tanto perplejo quedó el albañil del cementerio ante la inusitada respuesta del cliente que le encargó los arreglos y embellecimiento del panteón, y a quien, por simple curiosidad, le había preguntado dos veces: ¿Quién es el muerto?
Por la respuesta, el obrero se dio cuenta de que su pregunta resultó un tanto imprudente y a modo de excusa atinó a ponderar el valor del personaje que, aunque un poco demacrado, no daba señales de estar tan enfermo.
Al salir del camposanto, luego del pago de los trabajos e impuestos municipales, recibe una llamada de un viejo relacionado quien, desconociendo su situación de salud, le pide que se haga cargo de un caso legal que le afecta.
Ante la insistencia de este por su negativa, no tuvo más remedio que informarle que padecía una enfermedad terminal por lo que no podía asumir nuevas responsabilidades laborales.
En ese momento, se produjo un silencio tan grande que tuvo que preguntar a su interlocutor si todavía se mantenía al teléfono, antes de proceder a despedirse con la cortesía que le caracteriza.
El valiente personaje es mi amigo. Tiene cáncer y aunque está confiado en que Dios y la ciencia le devolverán su salud, se ha preparado coordinando con su familia todo lo concerniente a su posible partida de este mundo.
No se ha dejado abatir por la terrible enfermedad y quien habla con él por teléfono y desconoce su situación, percibe la vitalidad y entusiasmo que los identifican junto a una extraordinaria amabilidad y vocación de servicio.
Ha vivido siempre en paz con Dios, consigo mismo y los demás y resulta evidente que esa forma de vida le permite enfrentar su desgracia sin sobresaltos y una tranquilidad que solo los justos pueden exhibir en situaciones similares.
Ha sido desde niño, un gran batallador. Por eso confiamos en su victoria. Pero en el caso de que se nos vaya físicamente, quedará por siempre en quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y tratarlo, su ejemplo de dignidad, trabajo, solidaridad y valor.
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Ojalá y el amigo no tenga que utilizar el panteón por mucho tiempo.
ResponderBorrarIsaías
Al leer esta historia llega a mi mente mi amigo-hermano del alma, Carlos Manuel Bogart, quien vivió 3 años después del diagnóstico de cáncer y pasó muchas diferentes etapas de ánimo de las que fui testigo. Cuando el tsunami mayor que mató tanta gente en Indonesia me dijo: "anoche le di gracias a Dios por permitirme prepararme para irme de este mundo; esas gentes, como los que mueren sin saberlo, no se preparan, yo tengo esa dicha". ¡Eso me dio la seguridad de que mi amigo estaba en paz con Dios y consigo mismo! Pero también he compartido su experiencia con mucha gente, porque de aquí NADIE sale vivo, y lo mejor es vivir como si fuera el último día, cada día disfrutando, cuidando nuestra salud, poniendo las cosas legales en orden, pero sobre todo saber que somos espíritu teniendo una experiencia material en un cuerpo con limitaciones; no somos eternos. ¡Cuando entendemos esa verdad es cuando llegamos AL DESAPEGO!
ResponderBorrarSusana Jáquez