sábado, 10 de diciembre de 2011

A PROPÓSITO DE...

Cumplirse un año de la muerte de Tío Fello

GRANDEZA EN LA HUMILDAD
Fernando Ferreira Azcona

Cuando Tío Fello se durmió en la Paz del Señor, estuve tentado a escribir un artículo en su honor y con este mismo título. Pero, pensé que en ese momento ya se habían dicho tantas cosas sobre él, que sería “llover sobre mojado”.

Sin embargo, al cumplirse un año de que Tío Fello nos dejara y ver el comentario editorial de MEEC con este motivo, de leer de nuevo la preciosa y emotiva carta que su hija (mi prima) Gisela le escribiera con motivo de su partida a la morada eterna, y los diecisiete comentarios generados por esta misiva, he retomado la idea y también he decidido ponerla en práctica.

¿Cuántos de nosotros, hombres de carne y hueso, tratamos por todos los medios de sobresalir, de ser los primeros, de ganar preponderancia con nuestros hechos? ¿Cuántos de nosotros nos esforzamos por no pasar desapercibidos? ¡Con cuanta frecuencia vemos a “prestantes personalidades” cacarear los más nimios de sus “hechos bondadosos” para ganar prestancia! ¡A cuantos se nos sale el ego por la boca, cuando nos desgañitamos tratando de distinguirnos o que se nos distinga!

Y a pesar de este esfuerzo sobrehumano, la mayoría “pasamos por la vida, sin saber que pasamos”.

Sin embargo, ¡Qué grande fue Tío Fello en su humildad, en “su pequeñez”! Cuenta Gisela en la correspondencia que nos ocupa, y citamos, “Nunca aprendiste a leer, ni a escribir”. Asimismo, señala que el único medio de transporte que poseyó fue un burro (para ir al conuco, agrego yo) y que nunca aprendió a montar bicicleta…

Entonces, es válido preguntarse ¿Cómo es posible que una persona analfabeta, que no poseía un Cadillac, o un Porsche, o un Masserati de último modelo, que nunca se propuso descollar, no pasara desapercibida? ¿A qué se debe que su desaparición física de este mundo, generara la mayor cantidad de comentarios que cualquier otro artículo o noticia aparecida en MEEC?

Yo me aventuraría a dar algunas respuestas a las preguntas que anteceden: Tío Fello TODO lo hacía por amor. Tío Fello lo daba todo, “hasta que doliera”, como decía Teresa de Calcuta, sin esperar recompensa.

Hay que sentir mucho amor por el prójimo para abrir las entrañas de la tierra, abonarla con el sudor copioso de su frente, con paciencia y perseverancia esperar por el fruto de su trabajo, para luego echarse un saco lleno de plátanos al hombro, desde Sabana Grande hasta Mao, y luego compartirlo con sus vecinos. Y créanme, en su casa, no sobraba la comida…

Tío Fello predicaba con su ejemplo. “Mi hija, es tan ladrón aquel que roba un centavo como el que roba un millón de pesos. Al final, la intención de robar es lo que hace al ladrón; no la cantidad robada”. Esta cita retrata de cuerpo entero su acrisolada honradez. Estoy seguro, que él escogería pasar hambre junto a su familia, que tocar lo ajeno. Él vivió fiel a sus principios, y, con su inteligencia innata, supo trasmitirlos a su descendencia e influir con su testimonio de vida y sabios consejos en los amigos y compañeros de sus hijos. Y, ni hablar de su influencia en nosotros, sus sobrinos.

Pasear a sus hijas y a su sobrina Rochy, él a pies y ellas montadas en su flamante burro, no es sino otra forma de expresión de amor y muestra de su innegable vocación de servicio. Hay que ser un padre muy amoroso, para llegar a casa muerto de cansancio, después de una larga jornada agrícola y estar en la disposición de complacer estos “antojos” de sus seres queridos… ¡Pero, así era Tío Fello!

Pero, además, Tío Fello tenía la más sonora y espontánea de las carcajadas. Me parece estarla escuchando en estos momentos. Tenía un sentido del humor a “flor de labios”. Si yo hubiese estado seguro de encontrar una audiencia formada por muchos “Tíos Fellos”, ¡me hubiera convertido en humorista! ¿Cómo se hacía para reír con tantas ganas y con tanta facilidad, a pesar de sus vicisitudes? Cuando él nos hacía un chiste, era difícil entenderlo, porque él se reía y disfrutaba el cuento más que nosotros.

¡Qué bueno es haber tenido a Tío Fello como ejemplo viviente! ¡Qué dicha poder recordarlo destacando sus atributos de ciudadano íntegro, intachable!

Gracias, Tío Fello por enseñarnos que la pobreza no es excusa para delinquir, ni para vivir amargado.

Pero, sobre todo, ¡gracias Señor por habernos dado a Tío Fello! Yo estoy convencido de que cuando lo llamaste de este mundo, Tú necesitabas de un excelente y experimentado trabajador que cuidara de tu Jardín.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Haga su comentario bajo la etiqueta de Anónimo, pero ponga su nombre y su dirección de email al final del mismo: NO SE PUBLICARÁN COMENTARIOS SIN NOMBRE Y SIN DIRECCIÓN DE EMAIL. Los comentarios ofensivos y que se consideren inapropiados, tampoco serán publicados.
El administrador