domingo, 11 de diciembre de 2011
LEYSIMELOCUENTA
¿CÓMO SE ENTRETENÍAN LOS NIÑOS Y JÓVENES EN MAO POR LOS FINALES DE LOS CINCUENTA Y PRINCIPIOS DE LOS SESENTA?
Por Ley Simé
Cuando empecé a caminar por las calles de Mao e ir abriendo los ojos, siempre le seguí los pasos a mi hermano inmediatamente mayor, Epy, quien desde muy temprano desarrolló mayores condiciones físicas y quizás de salud que un servidor. Esto hizo que tuviera más presencia, preponderancia y protagonismo en las relaciones sociales, las cuales observaba con reservado sentimiento de admiración. Al ser más desarrollado físicamente, pero muy por encima de la nuestra, solo me supeditaba a la observación de los pasos que daba y admirar su desenvolvimiento en todos los actos en los que intervenía, al notar sus habilidades.
Con él tenía la libertad de salir y caminar por las calles de nuestro Mao, sin la intervención de la dictadura del hogar, del padre de entonces que debía estar informado de todos los movimientos de sus hijos y ser aprobados por él. Con mucho meticulismo se le decía que estaríamos en la casa de un amigo conocido. Pero una vez fuera de la casa y en libertad, venían las travesuras sanas, por supuesto. Salíamos con ese pretexto, pero en realidad, era para buscar aventuras.
Un solar limpio, vacío y lleno de niños que se disponían a jugar, era una tentación, y que quizás se les escaparon a sus padres con el mismo pretexto que el nuestro, llamaba mucho la atención para un buen partido de pelota. Mi hermano era el primero en escogencia porque tenía mejor desenvolvimiento y así otro y otros, hasta que me daba cuenta de que me quedaba fuera. Pero dígame Ud. ¿a quién le podía interesar un espécimen flaquito y pequeñito? El paso del tiempo se encargaría de cambiar esa percepción. A un flaquito enérgico, no se le puede recriminar la fuerza, sino, pregúnteselo a Isaías.
Así fui viendo en las andanzas detrás de mi hermano los entretenimientos que usaban los niños y jóvenes de entonces.
El juego de las bolas (Vellugas). Era un orgullo de un jovenzuelo andar con una o dos docenas de bolas en los bolsillos para jugarlas entre tres o cuatro muchachos mas, colocando dos bolas cada uno en un circulo hecho en la tierra y luego tenía la preferencia de ser el primero en sacar la bola, siempre y cuando fuera el que acercara mas una bola a una raya, hecha en la tierra también. Y así sucesivamente iban tirando los que en orden acercaron más su bola a la raya. La ganancia la obtenía el que sacara más bolas del círculo.
El juego del “Jeme”. Dispersaban varias bolas en plena calle o en un solar vacío e iban acercándolas hasta que un jugador tuviera la habilidad de tirar su bola al de otro y acercarla tanto que pudiera tocar ambas bolas con el ancho de los dedos de la mano. Esa bola era tomada y dejaba fuera al jugador y continuaba con los demás hasta que fallara. A este juego le agregaban unas reglas en la que el jugador podía estericarse los dedos hasta hacerlos estrellar “Con jeme y esterique”, “con limpio y con sople”. Cuando se pasaban una mañana entera en eso, dejaban ese lugar como un terreno preparado y limpio, que daba la impresión de que ahí se iría a levantar una construcción.
El juego del “setico”. Frente a cualquier muro de calzada o una casa de blocks se colocaban dos bases y al lado de cada una, un jugador. Luego golpeaban la bola de goma maciza y quien lo hacía corría hasta la base, tal si fuera bateada, sucediendo igual que el juego de la pelota, out o safe. Ante la carencia de bates y guantes, todo era a mano pelá. ¡Quien no jugó este juego, si fue niño en ese tiempo!
Ante la carencia de juegos para niños, a excepción de la paleta de ping pong, los muchachos se las arreglaban y buscaban cualquier recurso para el entretenimiento. Buscar dos piedras chatas en un pedregal y lanzarlas desde una raya marcada en la tierra, era un buen motivo de juego. Dispersaba cada quien su chata y se iba eliminando a medida que fuera impactada la chata del contrario que debía entregar dos bolas o simplemente tapitas de refrescos. Era así, no había dinero para apostarlo.
Otro juego era el de la pelota que se escenificaba en plena calle. Era difícil ser interrumpido por el paso de un vehículo, no había tantos. Golpear una pelota de goma maciza con el puño, era cosa de intrépidos. Había una regla que el que golpeara una pelota y fuera a caer en un patio de difícil acceso, eran tres outs (“Trile”). Si la pelota aparecía continuaba el juego, de lo contrario ahí terminaba todo.
Otras diversiones que los muchachos buscaban era el deporte acuático, usando como escenario uno de los dos canales que pasan por el corazón de la ciudad. El juego del “Topaíto”, en el cual muchos muchachos desarrollaron una increíble habilidad haciendo acrobacias debajo del agua cuando eran perseguidos por el que debía de tocarlos. Se le colocaban en el frente y cuando se lanzaban sobre él, éste se sumergía y emergía dos metros por los laterales o hacia atrás. Era muy divertido verlos.
El juego de entretenimiento más agresivo lo observábamos en el parque. Era “El pan caliente”, que le encantaba a la gente verlo, porque era motivo de arrancar risas. Este consistía en colocar una persona con la cabeza pegada en el tronco de un árbol y apoyado en una mano y la otra era expuesta hacia atrás, pero sin ver, de modo que quedara con la parte opuesta a la palma de la mano hacia arriba. Se colocaban cuatro o cinco muchachos detrás de él y uno descargaba un manoplazo, cuyo estallido muchas veces se escuchaba en todo el parque, luego se volteaba para adivinar quién fue el que le dio el manoplazo. Si acertaba, ese debía de ocupar su lugar, de lo contrario debía seguir aguantando hasta lograr señalar al autor del golpe. A veces las “víctimas” exhibían sus manos alterada y roja como un tomate cuando finalizaba ese circo.
Otros juegos en los que había apuesta de dinero, como el “recoqueo”, “cara o e’cudo” y los dados eran perseguidos por la policía y los muchachos no incursionaban en ellos porque quienes eran sorprendidos eran sometidos al pago de una multa de RD$5.75. Otros juegos más sofisticados eran la confección de camiones hechos de cajas de arenques o bacalao que simulaban muy bien a los camiones de cargas. Eran corridos halándolos con una cuerda y enloquecían a los chiquillos por la similitud.
Algo que no debo dejar de mencionar aquí es, que en la calle 27 de Febrero casi esquina Gastón F Deligne, se escenificaba un juego de pelota en plena calle, pero en este juego se utilizaban “bates” bate (entiéndase un palo cualquiera) y una pelota forrada de “taip” (esparadrapos). Muchas personas se congregaban en los lados de la calle a observar y entre ellos un niño de unos diez u once años al que nunca se le había escuchado articular una palabra. Le decían el mudito. Una línea bateada con contundencia lo impactó en pleno pecho y todos atónitos escucharon que el mudito dijo: ¡Ay mamá!, y continuó hablando hasta el sol de hoy.
Y usted, ¿jugó algo?
Por Ley Simé
Cuando empecé a caminar por las calles de Mao e ir abriendo los ojos, siempre le seguí los pasos a mi hermano inmediatamente mayor, Epy, quien desde muy temprano desarrolló mayores condiciones físicas y quizás de salud que un servidor. Esto hizo que tuviera más presencia, preponderancia y protagonismo en las relaciones sociales, las cuales observaba con reservado sentimiento de admiración. Al ser más desarrollado físicamente, pero muy por encima de la nuestra, solo me supeditaba a la observación de los pasos que daba y admirar su desenvolvimiento en todos los actos en los que intervenía, al notar sus habilidades.
Con él tenía la libertad de salir y caminar por las calles de nuestro Mao, sin la intervención de la dictadura del hogar, del padre de entonces que debía estar informado de todos los movimientos de sus hijos y ser aprobados por él. Con mucho meticulismo se le decía que estaríamos en la casa de un amigo conocido. Pero una vez fuera de la casa y en libertad, venían las travesuras sanas, por supuesto. Salíamos con ese pretexto, pero en realidad, era para buscar aventuras.
Un solar limpio, vacío y lleno de niños que se disponían a jugar, era una tentación, y que quizás se les escaparon a sus padres con el mismo pretexto que el nuestro, llamaba mucho la atención para un buen partido de pelota. Mi hermano era el primero en escogencia porque tenía mejor desenvolvimiento y así otro y otros, hasta que me daba cuenta de que me quedaba fuera. Pero dígame Ud. ¿a quién le podía interesar un espécimen flaquito y pequeñito? El paso del tiempo se encargaría de cambiar esa percepción. A un flaquito enérgico, no se le puede recriminar la fuerza, sino, pregúnteselo a Isaías.
Así fui viendo en las andanzas detrás de mi hermano los entretenimientos que usaban los niños y jóvenes de entonces.
El juego de las bolas (Vellugas). Era un orgullo de un jovenzuelo andar con una o dos docenas de bolas en los bolsillos para jugarlas entre tres o cuatro muchachos mas, colocando dos bolas cada uno en un circulo hecho en la tierra y luego tenía la preferencia de ser el primero en sacar la bola, siempre y cuando fuera el que acercara mas una bola a una raya, hecha en la tierra también. Y así sucesivamente iban tirando los que en orden acercaron más su bola a la raya. La ganancia la obtenía el que sacara más bolas del círculo.
El juego del “Jeme”. Dispersaban varias bolas en plena calle o en un solar vacío e iban acercándolas hasta que un jugador tuviera la habilidad de tirar su bola al de otro y acercarla tanto que pudiera tocar ambas bolas con el ancho de los dedos de la mano. Esa bola era tomada y dejaba fuera al jugador y continuaba con los demás hasta que fallara. A este juego le agregaban unas reglas en la que el jugador podía estericarse los dedos hasta hacerlos estrellar “Con jeme y esterique”, “con limpio y con sople”. Cuando se pasaban una mañana entera en eso, dejaban ese lugar como un terreno preparado y limpio, que daba la impresión de que ahí se iría a levantar una construcción.
El juego del “setico”. Frente a cualquier muro de calzada o una casa de blocks se colocaban dos bases y al lado de cada una, un jugador. Luego golpeaban la bola de goma maciza y quien lo hacía corría hasta la base, tal si fuera bateada, sucediendo igual que el juego de la pelota, out o safe. Ante la carencia de bates y guantes, todo era a mano pelá. ¡Quien no jugó este juego, si fue niño en ese tiempo!
Ante la carencia de juegos para niños, a excepción de la paleta de ping pong, los muchachos se las arreglaban y buscaban cualquier recurso para el entretenimiento. Buscar dos piedras chatas en un pedregal y lanzarlas desde una raya marcada en la tierra, era un buen motivo de juego. Dispersaba cada quien su chata y se iba eliminando a medida que fuera impactada la chata del contrario que debía entregar dos bolas o simplemente tapitas de refrescos. Era así, no había dinero para apostarlo.
Otro juego era el de la pelota que se escenificaba en plena calle. Era difícil ser interrumpido por el paso de un vehículo, no había tantos. Golpear una pelota de goma maciza con el puño, era cosa de intrépidos. Había una regla que el que golpeara una pelota y fuera a caer en un patio de difícil acceso, eran tres outs (“Trile”). Si la pelota aparecía continuaba el juego, de lo contrario ahí terminaba todo.
Otras diversiones que los muchachos buscaban era el deporte acuático, usando como escenario uno de los dos canales que pasan por el corazón de la ciudad. El juego del “Topaíto”, en el cual muchos muchachos desarrollaron una increíble habilidad haciendo acrobacias debajo del agua cuando eran perseguidos por el que debía de tocarlos. Se le colocaban en el frente y cuando se lanzaban sobre él, éste se sumergía y emergía dos metros por los laterales o hacia atrás. Era muy divertido verlos.
El juego de entretenimiento más agresivo lo observábamos en el parque. Era “El pan caliente”, que le encantaba a la gente verlo, porque era motivo de arrancar risas. Este consistía en colocar una persona con la cabeza pegada en el tronco de un árbol y apoyado en una mano y la otra era expuesta hacia atrás, pero sin ver, de modo que quedara con la parte opuesta a la palma de la mano hacia arriba. Se colocaban cuatro o cinco muchachos detrás de él y uno descargaba un manoplazo, cuyo estallido muchas veces se escuchaba en todo el parque, luego se volteaba para adivinar quién fue el que le dio el manoplazo. Si acertaba, ese debía de ocupar su lugar, de lo contrario debía seguir aguantando hasta lograr señalar al autor del golpe. A veces las “víctimas” exhibían sus manos alterada y roja como un tomate cuando finalizaba ese circo.
Otros juegos en los que había apuesta de dinero, como el “recoqueo”, “cara o e’cudo” y los dados eran perseguidos por la policía y los muchachos no incursionaban en ellos porque quienes eran sorprendidos eran sometidos al pago de una multa de RD$5.75. Otros juegos más sofisticados eran la confección de camiones hechos de cajas de arenques o bacalao que simulaban muy bien a los camiones de cargas. Eran corridos halándolos con una cuerda y enloquecían a los chiquillos por la similitud.
Algo que no debo dejar de mencionar aquí es, que en la calle 27 de Febrero casi esquina Gastón F Deligne, se escenificaba un juego de pelota en plena calle, pero en este juego se utilizaban “bates” bate (entiéndase un palo cualquiera) y una pelota forrada de “taip” (esparadrapos). Muchas personas se congregaban en los lados de la calle a observar y entre ellos un niño de unos diez u once años al que nunca se le había escuchado articular una palabra. Le decían el mudito. Una línea bateada con contundencia lo impactó en pleno pecho y todos atónitos escucharon que el mudito dijo: ¡Ay mamá!, y continuó hablando hasta el sol de hoy.
Y usted, ¿jugó algo?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Ley S.; me moviste a los 50' que bonita niñez entre todas las miserias. Se te olvidó el juego del "Taquito" donde haciamos un hoyito y tratar de meter la bola;quien lo hacia primero,tomaba la bola del contrario y trataba de mandarla mediante un choque de ambas lo mas lejos posibles para que mediante tres tiros el contrario tratara de meterla al hoyito y de no hacerlo recibía tres bolazos en su puño colocado frente al hoyito y de caer la bola en el tan mencionado hoyito se suspendía el golpeo.
ResponderBorrarEl otro juego "libertad" donde participabamos dos grupos,uno trataba de agarrar a los contrarios y colocarlos pegado a un poste y sus compañeros trataban de libertarlos haciendo contacto con la mano pero era dificil porque el preso tenia guardianes que lo impedian.
Seguro que llegaste a jugar a la "minga"
¿Y a la cortinas del Palacio ?hummmm.
Abrazos
manito
Ley,leyendo tu articulo, me remonte a esos maravillosos tiempos de mi ninez.
ResponderBorrarA pesar de la pobreza en que viviamos,te puedo decir sin temor a equivocarme, que hasta ahora,la etapa mas hermosa y feliz de toda mi vida ha sido mi infancia en mi anorado y querido barrio "El Rincon". Jugue casi todos esos juegos que tu mencionas, y de corazon te digo, que fui inmensamente feliz. Eso es lo que se llama tener una verdadera infancia; sin malicias,donde prevalecia la inocencia y eramos tan felices con tan poco. Hoy podemos decir que fuimos ninos privilegiados; no tuvimos costosos juguetes,pero si una ninez sana y muy feliz! Y ser feliz durante la ninez es tan importante en la vida como la educacion, pues Felicidad implica estabilidad, tanto fisica como mental,lo cual es muy importante para forjar una verdadera personalidad en el individuo adulto.
Recibe todo mi carino.
Feliz Navidad para ti y los tuyos!!
rsrodriguez02@aol.com
Ley:
ResponderBorrarEn aquella época tan lejana y disfrutada, los niños tenían que ingeniárselas para divertirse y fabricar sus juegos, ya que los juguetes solo aparecían en época navideña. No existía el sobrepeso ni el aburrimiento, y la regla era la interacción con los demás, requisito de una socialización sana.
Un abrazo,
Guarionex Flores
guarionexf@gmail.com