Por Manuel Rodríguez Bonilla
La permisividad y la pusilanimidad de nuestras autoridades, ocupadas en “prosperar” al vapor, sumadas al descalabro de los principios y valores cívicos, envalentonó a los nostálgicos de la Era de Trujillo y se propusieron un acto ilegal de promover calumnias mediante un libelo justificatorio bajo la firma de la hija de Trujillo, pero evidentemente producido por otros, tal como Meditaciones morales y otras obras que “escribiera” su progenitora. De allí le viene el “talento”.
Afortunadamente, la dignidad y el respeto por sí mismos se hicieron presentes y aquel acto bochornoso de puesta en circulación del libelo infame fue impedido por la protesta decidida de un grupo de indignados ciudadanos, parientes de las víctimas de la tiranía.
Para nuestra vergüenza, aquí tenemos calles como la Francisco Prats Ramírez, la Peña Batlle, la Ludovino Fernández, la Virgilio Díaz Ordóñez, la Luis F. Thomen, entre otras, que honran a sicarios intelectuales, esbirros corresponsables de aquella tiranía. Es una vergüenza que esas calles estén dedicadas a quienes no tuvieron pantalones ni decoro, y fueron cómplices de tantos crímenes. Pero el plan de exculpar y justificar a Trujillo y enlodar a quienes lo ajusticiaron no pasará. Saludamos a quienes impidieron aquel aberrante acto, que debió ser prohibido por la fuerza de la ley que criminaliza la promoción del trujillismo. Si no hay funcionarios ni un gobierno que respete las leyes vigentes, deben existir ciudadanos que la hagan valer. Me sumo a esa acción viril y responsable.
jueves, 4 de marzo de 2010
Un acto de vergüenza y dignidad
Etiquetas:
Histórica,
Manuel Rodríguez Bonilla,
Opinión
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