sábado, 27 de marzo de 2010

NO LO CREO

Por Lavinia del Villar

“También nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar.”
Romanos 5.3

Cada año los cristianos vivimos la Cuaresma, que termina con la Semana Santa. Una época muy significativa para los que creemos en Jesús. Un período de dolor, de pena, de sufrimiento, de calvario…, aunque también de alegría y de gozo, porque después de la muerte vino la resurrección. ¡Bendito sea Dios!… ¡Cristo resucitó!... ¡Cristo está vivo!

A mí particularmente me encanta Jesús. Admiro su obra, me gozo con sus palabras tan sabias, me impresionan mucho sus milagros, y me entristece mucho su “vía crucis”, y su muerte tan trágica.

Pero realmente, me he preguntado muchas veces, ¿cuál fue el mensaje que Él nos trajo? ¿Qué quiso decirnos al ofrecerse para ser juzgado y crucificado?... Pienso que todavía debemos reflexionar mucho para entenderlo.

A través de dos mil años hemos interpretado su trayectoria de muchas formas, y sería un atrevimiento imperdonable de mi parte tratar de contradecir lo que muchos expertos han deducido de sus palabras y sus parábolas.

Dicen que Él se despojó de sí mismo para hacerse semejante a nosotros. También, que cada latigazo que Él recibió y cada abuso de que fue objeto lo provocamos nosotros con nuestros pecados.

Creo en su entrega… creo en su amor… creo en su sacrificio. Pero sin embargo… No creo que su propósito al inmolarse para redimirnos por nuestros pecados, fuera dejarnos sumidos en la culpabilidad, porque somos responsables de su muerte; ni que murió para que toda la vida sintamos que no somos merecedores de recibirlo, y que por más que tratemos, seguimos siendo indignos de Él. No lo creo… Creo que Jesús nos perdona, nos aprecia y nos ama.


Antiguamente muchos creyentes usaban la “mortificación corporal” como un recordatorio perpetuo del sufrimiento de Cristo. Se flagelaban la espalda hasta sangrar, y usaban el cilicio, que era correa de piel salpicada de púas metálicas que se incrustaban en la carne, porque creían que con el sacrificio y el martirio complacían a Dios. “El dolor es bueno”, decían ellos, “agrada a Dios.”

No creo que Dios se contente porque nosotros suframos, ni que se regocije porque sintamos dolor. No lo creo… Creo en Jesús padre, en Jesús hermano, en Jesús amigo.

Creo que Jesús quiso alertarnos sobre la existencia de los traidores como Judas, de los que nos niegan como San Pedro, de los tibios que se lavan las manos como Pilatos, de los perversos como Herodes, y también de los que nos ayudan a cargar nuestra cruz, como el Cirineo. Creo que con su pasión nos mostró que además de la traición, existen el rechazo, la injusticia, la avaricia, la indiferencia y la crueldad, pero que también existen la bondad, la caridad, la entrega, la confianza y la fe. Y sobre todo, creo que nos quiso decir que el dolor nos hace humanos, nos obliga a reflexionar, y nos fortalece.

Creo que Jesús quiere que entendamos que el sufrimiento nos enseña a apreciar, a valorar, a ser mejores, y a tener compasión…

Pero que Jesús se contente con hacernos sus siervos indignos… No lo creo.

“Dios quiere algo más que nuestra obediencia. Dios quiere una relación de amor con nosotros.” Carolyn Wilker

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