viernes, 19 de marzo de 2010
La Revolución Agrícola de Musié Bogaert en Mao (I)
Por Rafael Darío Herrera R.
El autor es historiador y en la actualidad funge como Subdirector Ejecutivo del Archivo General de la Nación
Segunda parte
En el siglo XIX la mayoría de los sociólogos y gobernantes dominicanos veían la inmigración como la panacea para la solución de los problemas del país y sobre todo para el progreso de la Nación. Para Ulises Francisco Espaillat, por ejemplo, ésta sería “la prosperidad, el porvenir, la vara mágica de Moisés, la bendición del cielo”.
Si el ingeniero belga flamenco Louis Libert Bogaert (1866-1935), pionero en la producción de arroz bajo riego, hubiera venido a Mao como resultado de una estrategia oficial de atracción de migrantes probablemente hubiera representado un caso paradigmático en el sentido en que lo concibe Espaillat.
Pues la transformación económica y social que comportó la común de Mao a partir de la segunda década del siglo XX se halla asociada a la emergencia de las plantaciones arroceras que éste inició aquí. Y por esto es factible aseverar que este cereal, al igual que la caña, es un hacedor de pueblos.
Mounsier Bogaert (o musié como lo llamaban los maeños) arribó al país el 2 de octubre de 1889 a trabajar en la construcción del Ferrocarril Central Dominicano (Puerto Plata – Santiago) durante la dictadura de Ulises Heureaux. Su labor inmediata consistió en dirigir los estudios para la selección de la vía férrea, internándose en el espeso bosque de la cordillera Septentrional.
Al concluir la obra en enero de 1893 el ingeniero Bogaert retornó a Bruselas en compañía de su esposa Dolores Román y en agosto de ese mismo año fijó su residencia definitiva en la ciudad de Santiago, en la calle Restauración esquina 30 de Marzo.
En la loma de Jacagua, en el lugar denominado La Búcura, Bogaert estableció una finca modelo donde cultivó café y cacao, además de algunas plantas exóticas (melocotón, por ejemplo) dadas las excelentes condiciones climáticas allí predominantes. En estos cultivos empleó novedosas técnicas agrícolas.
En Santiago, el ingeniero Bogaert realizó una intensa labor profesional. Entre las obras más sobresalientes construidas allí podemos citar el puente sobre el río Gurabito (1893), el Palacio Consistorial (1894-1897), el acueducto de Santiago (1894), la evaluación de los daños ocasionados por el terremoto de 1897, la glorieta del parque central de Santiago (1908), ingeniero del ayuntamiento de Santiago, entre otras funciones.
En 1915 el ingeniero Bogaert arribó a Mao en compañía del agrimensor Carlos Mejía para mensurar los terrenos del Ejido, y aceptó tomar en tierra (unas 1,600 tareas) el pago de sus honorarios. En esta época la planicie de Mao era virtualmente un erial. La tierra estaba cubierta de bosque espinoso y seco (guazábaras, cambrones, aromas, baitoa, etc.) y la pluviometría reducida. Pero a pesar de la aridez, la tierra era extremadamente fértil y sólo requería irrigación.
Posteriormente Bogaert compró 8,640 tareas que tenía su compañero Mejía en Hatico. Y, debido al escaso valor que poseía la tierra en Mao, al igual que en la mayor parte del país, progresivamente adquirió importantes porciones de terreno a un precio que oscilaba entre los 25 y los 50 centavos la tarea.
El autor es historiador y en la actualidad funge como Subdirector Ejecutivo del Archivo General de la Nación
Segunda parte
En el siglo XIX la mayoría de los sociólogos y gobernantes dominicanos veían la inmigración como la panacea para la solución de los problemas del país y sobre todo para el progreso de la Nación. Para Ulises Francisco Espaillat, por ejemplo, ésta sería “la prosperidad, el porvenir, la vara mágica de Moisés, la bendición del cielo”.
Si el ingeniero belga flamenco Louis Libert Bogaert (1866-1935), pionero en la producción de arroz bajo riego, hubiera venido a Mao como resultado de una estrategia oficial de atracción de migrantes probablemente hubiera representado un caso paradigmático en el sentido en que lo concibe Espaillat.
Pues la transformación económica y social que comportó la común de Mao a partir de la segunda década del siglo XX se halla asociada a la emergencia de las plantaciones arroceras que éste inició aquí. Y por esto es factible aseverar que este cereal, al igual que la caña, es un hacedor de pueblos.
Mounsier Bogaert (o musié como lo llamaban los maeños) arribó al país el 2 de octubre de 1889 a trabajar en la construcción del Ferrocarril Central Dominicano (Puerto Plata – Santiago) durante la dictadura de Ulises Heureaux. Su labor inmediata consistió en dirigir los estudios para la selección de la vía férrea, internándose en el espeso bosque de la cordillera Septentrional.
Al concluir la obra en enero de 1893 el ingeniero Bogaert retornó a Bruselas en compañía de su esposa Dolores Román y en agosto de ese mismo año fijó su residencia definitiva en la ciudad de Santiago, en la calle Restauración esquina 30 de Marzo.
En la loma de Jacagua, en el lugar denominado La Búcura, Bogaert estableció una finca modelo donde cultivó café y cacao, además de algunas plantas exóticas (melocotón, por ejemplo) dadas las excelentes condiciones climáticas allí predominantes. En estos cultivos empleó novedosas técnicas agrícolas.
En Santiago, el ingeniero Bogaert realizó una intensa labor profesional. Entre las obras más sobresalientes construidas allí podemos citar el puente sobre el río Gurabito (1893), el Palacio Consistorial (1894-1897), el acueducto de Santiago (1894), la evaluación de los daños ocasionados por el terremoto de 1897, la glorieta del parque central de Santiago (1908), ingeniero del ayuntamiento de Santiago, entre otras funciones.
En 1915 el ingeniero Bogaert arribó a Mao en compañía del agrimensor Carlos Mejía para mensurar los terrenos del Ejido, y aceptó tomar en tierra (unas 1,600 tareas) el pago de sus honorarios. En esta época la planicie de Mao era virtualmente un erial. La tierra estaba cubierta de bosque espinoso y seco (guazábaras, cambrones, aromas, baitoa, etc.) y la pluviometría reducida. Pero a pesar de la aridez, la tierra era extremadamente fértil y sólo requería irrigación.
Posteriormente Bogaert compró 8,640 tareas que tenía su compañero Mejía en Hatico. Y, debido al escaso valor que poseía la tierra en Mao, al igual que en la mayor parte del país, progresivamente adquirió importantes porciones de terreno a un precio que oscilaba entre los 25 y los 50 centavos la tarea.
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