domingo, 12 de septiembre de 2010

LOS CRUZADOS

REMINISCENCIAS
Por Fernando Ferreira Azcona

Los maeños que hicieron la Primera Comunión en la década de los años 50, recordarán a las señoritas Emma y Marina, dos religiosas que residían en Mao, en esa época.

La señorita Emma era canadiense, blanca, alta y delgada. Mientras que la señorita Marina era dominicana, oriunda de Sánchez, de color indio, de más baja estatura y de mayor contextura física. No sé si eran monjas alta gracianas o diocesanas, pues no usaban ningún tipo de hábito, o simplemente dos mujeres muy religiosas, que habían dedicado su vida a servir a Dios, a través de la religión católica.

Como dice el refrán, “eran como uña y dedo”. Donde estaba una, se encontraba la otra y ambas caminaban el pueblo de arriba abajo varias veces al día, en diligencias propias de los programas que implementaban.

Estas dos religiosas residían en la casa ubicada en la esquina formada por las calles hoy conocidas como Gregorio Aracena y Mella, donde tenían una escuelita, precursora del Colegio Santa Teresita, fundado por las Hermanas del Perpetuo Socorro, después de la salida de las dos religiosas de Mao.

Una de las áreas en que desarrollaron su trabajo religioso fue en la niñez de esos años. En primer término venía la catequización. Es decir, enseñarles a los niños las lecciones del catecismo católico y prepararlos desde el punto de vista religioso, para recibir la Primera Comunión.

Asimismo, crearon la agrupación católica conocida como “Los Cruzados”. Éramos niños de ambos sexos que ya habíamos hecho la Primera Comunión y cuyas edades fluctuaban entre los diez y los trece o quince años. Aunque no puedo precisar con exactitud el rango de edades de quienes en alguna ocasión pertenecimos a este grupo.

Los miembros de esta agrupación, como signo distintivo, en los actos religiosos llevábamos sobre nuestros hombros y espaldas capas de color azul, las niñas, y de color rojo, los varones.

Recuerdo aquella muchachada, en el casón de madera pintado de verde, frente al parque (por la calle Duarte), donde estaba la iglesia, y estuvo también el Liceo Secundario, asistiendo a las misas cantadas del Padre Franco, quien tenía una voz preciosa y muy potente. Estas misas eran larguísimas, y como teníamos que comulgar, el ayuno tan prolongado hacía que con frecuencia, más de uno se mareara y “goteara”.

Aunque esta palabra no se conocía en esa época, es una de las organizaciones más democráticas que he conocido en toda mi vida. Allí coincidíamos niños de todos los estratos socioeconómicos de esos tiempos y se ascendía en el escalafón, en base al trabajo desarrollado dentro de la institución.

El “rango” de cada miembro de la organización lo indicaba la longitud de la capa. Así, los Cruzados más jóvenes y aquellos que menos se destacaban tenían las capas más cortas, que apenas cubrían una tercera parte de sus espaldas.

Los segundos en el escalafón, llevaban capas más largas, pero estas no llegaban a la altura de la cintura. Su número era limitado a unos diez miembros en cada grupo, hembras y varones.

El tercer nivel en el escalafón era ocupado por los “celadores”, que si mal no recuerdo, éramos tres o cuatro en total, en cada bando, y la longitud de nuestras capas llegaba más abajo de los fondillos.

El mandamás de los Cruzados era el Presidente, cuya capa era del mismo largo que aquellas de los celadores. Sin embargo, la del Presidente se distinguía de las de más, porque ésta era de ceda, en comparación con las de los demás Cruzados, que eran de algodón.

Nuestro Presidente era un joven muy dinámico, de nombre Domingo Medina, pero mejor conocido como Ñovo. Un muchacho de origen muy humilde, a quien siempre recuerdo con muchísimo cariño y cuando nos encontramos, generalmente en el Mao de nuestros amores, lo abrazo calurosamente.

Como nota al margen, el apodo de Ñovo viene del hecho que su querida Madre, Fifín, le llamaba amorosamente, “El Novio”. Pero, los “tígueres” de la “Sabana de los Colones” utilizaron el degenerativo “Ñovo”, y desafortunadamente, el último apodo prendió más que el de su adorada Madre.

4 comentarios:

  1. Fernan: la verdad es que he gozado con todos tus escritos,pero con este más porque nunca iba pensar en los Cruzados,grupo envidiado por los otros niños y jovenes que no lo eran,donde me incluyo,ya que los creiamos con superioridad y privilegios.Pero mas gozo al recordar a Ñovo mi gran amigo,siempre rodeado de humildad
    con una sonrisa y un silbido al envolver la leontina con su llave colgante de una tirilla de su pantalon envolviendola sobre su dedo índice parado en la esquina del parque repartiendo saludos.

    Gracias por recordar a los Cruzados y su Presidente

    Abrazos
    Manito

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  2. Fernan y Manito: Muy buenas sus crónicas del Mao de nuestras infancias. Me gozo todo lo que uds. y Evelio escriben. Como hacen para recordar tantas cosas? Manito de donde sacas tú tantos nombres olvidados?. Tienen mentes privilegiadas. Saludos de un ex-cruzado.

    César Brea

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  3. Mi hermano Cesar :El tigueraje sano desplegado en las calles de nuestro pueblo me permitió oir muchos comentarios que me impresionaron y quedaron grabados.Por ejemplo ,¿sabias tú que Chencho Santana era primo hermano de José Reyes(panadería)? ¿que tu abuela y mi abuela eran primas hermanas ? pues sí,se lo explicaré en mi próxima columna.
    Abrazos
    manito

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  4. Apreciados César y Cabezón:

    Gracias por sus comentarios.

    Cabezón: Ya ves que muchas veces, las cosas no son como se ven desde afuera. Por eso es conveniente conocerlas interiormente.

    César: Porque te conozco, sé que tú tienes el talento y la calidad para escribir artículos tan buenos o mejores que el Cabezón y yo. Por favor, decídete a colaborar en Mao en el Corazón. Serías un gran aporte a este Blog.

    Abrazos,

    Fernan.

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