sábado, 18 de septiembre de 2010
YO ME ACUERDO…
Por Evelio Martínez
Relacionado Aventuras de Turrú
A la querida profesora que para tantos fue, nuestra “Corín Tellado” Lavinia del Villar, mi amiga La Cigua, mujer de mi compadre Ticuí, compañero de “Atajos y correrías”, aquí y en playas extranjeras. Para usted también mi compadre estas “quinienta” de Turrú.
“El hábito no hace al monje, ni el nombre al prójimo”, máxime cuando al nacer a uno le cotejan un mote o apodo y ni el bautizo le libra de esta lapidaria sentencia. Usted muchas veces se llama como el vulgo le bautizó.
Dejemos que sea el biógrafo de los Santa Mueses (El querido amigo Manito Santana), quien desenrede esta madeja genealógica pues Turrú era y pertenecía a la familia Santana, pues en sus manos sobresalían el dedo acusador, no cinqueño como dicen, sino “seisqueño”.
¿Cómo se llamaba Turrú? La tarea está en la mesa, yo y ustedes queridos lectores llamémosle “Turrú o el Aturrullao”.
“TURRÚ O EL ATURRULLAO”
Nació un febrero del siglo 20, mes en el que nacen los hombres guapos y aguerridos, y Turrú lo era.
Sus andanzas, hazañas, rebuses y tropelías, lo pintan como su figura, imitación del cuasimodo de Nuestra Señora de Paris, con su tutuma a cuesta y sus fornidos brazos de los que hacia alarde diciendo: “Estas son la quinienta” y daba con el puño derecho al primer objeto o pared que le quedara cerca.
Los bares y lugares de fiestas eran frecuentados por Turrú y en casi todos armaba su conato de riña o “rebú”. Son muchas las anécdotas, historias y sucesos que se cuentan de nuestro cuasimodo.
En los Ranchos, así llamaban a la región de Mamey, Puerto Plata, y lugares vecinos, Turrú implantó la “Ley de La Quinienta”, siempre con su puño y brazos voluminoso así como un puñal “mata vaca”, saca hígado, que siempre portaba a la cintura. Muchas veces le oí decir: “Hoy tengo hambre y quisiera comerme el hígado de un hombre” y exclamaba “La quinienta, carajo”, enseñando sus fornidos brazos.
Su oficio era de vendedor de pan en los campos aledaños a Mao y “Los Ranchos”. Así usted podía encontrarse con la mula del Aturrullao y sus dos toneles (Barriles) en cualquier camino vecinal y en el más apartado campo de nuestra región.
En cierta ocasión íbamos Danilo Diloné, Pedro Santana, Cirilo Rodríguez, Antonio Espinal (que trabajaba en la tienda de Don Vitalino Ferreira) y yo, (ellos lo pueden atestiguar) camino del Rubio por dentro, cruzando el río Mao, asistiríamos a una fiesta que se celebraría en esa sección un sábado en la tarde; montábamos a caballo. Divisamos un animal (una mula) que venía en vía contraria a la nuestra, dos toneles o barriles traía encima de su aparejo y a cada lado. Suponíamos que se le había escapado a su dueño, la detuvimos para revisar el contenido de los mismos, y cuál fue nuestra sorpresa al destapar uno de ellos y ver incorporarse la figura de Turrú, quien botella en mano y con sus fornidos brazos exclamaba “la quinienta”. El otro barril iba relleno de piedra. Ya había vendido el pan y se estaba tomando el vino; apuró un trago y siguió su camino; la mula se lo sabía.
Siendo yo practicante (enfermero) en el Hospital Luis L. Bogaert de Mao (uno de los tantos oficios que he ejercido, además de encargado de laboratorio, farmacéutico, ayudante de cirugía y anestesista, cuando se usaba el éter con una mascarilla para dormir el paciente), me encontraba de servicio nocturno y se presentó un individuo tumbando la puerta; era alrededor de las dos de la madrugada. La enfermera me despierta asustada ante la actitud de aquel señor que levantaba sus dos brazos como garrotes amenazadores. Me levanto y ¡Oh sorpresa! el Turrú borracho como una uva me espetó: “Doctor tengo un aire que me entra por aquí”, señalaba la mano izquierda, “y me sale por aquí”, señalaba la boca, “y no me deja beber tranquilo”.
La enfermera, que era Chea Aracena (quien puede dar testimonio) asustada obedece mis órdenes: “Chea prepare dos CC de ‘Flabaco’”. “Turrú acuéstese en la camilla tranquilo”. “Flabaco” es un placebo de suero o agua salina. Le tomé el brazo “afectado”, le inyecté los dos CC de suero e inmediatamente se levanta el cuasimodo y me dice: “Doctor el aire se me salió por aquí”, señalando la mano izquierda.
¡Cosas de Turrú!
Relacionado Aventuras de Turrú
A la querida profesora que para tantos fue, nuestra “Corín Tellado” Lavinia del Villar, mi amiga La Cigua, mujer de mi compadre Ticuí, compañero de “Atajos y correrías”, aquí y en playas extranjeras. Para usted también mi compadre estas “quinienta” de Turrú.
“El hábito no hace al monje, ni el nombre al prójimo”, máxime cuando al nacer a uno le cotejan un mote o apodo y ni el bautizo le libra de esta lapidaria sentencia. Usted muchas veces se llama como el vulgo le bautizó.
Dejemos que sea el biógrafo de los Santa Mueses (El querido amigo Manito Santana), quien desenrede esta madeja genealógica pues Turrú era y pertenecía a la familia Santana, pues en sus manos sobresalían el dedo acusador, no cinqueño como dicen, sino “seisqueño”.
¿Cómo se llamaba Turrú? La tarea está en la mesa, yo y ustedes queridos lectores llamémosle “Turrú o el Aturrullao”.
“TURRÚ O EL ATURRULLAO”
Nació un febrero del siglo 20, mes en el que nacen los hombres guapos y aguerridos, y Turrú lo era.
Sus andanzas, hazañas, rebuses y tropelías, lo pintan como su figura, imitación del cuasimodo de Nuestra Señora de Paris, con su tutuma a cuesta y sus fornidos brazos de los que hacia alarde diciendo: “Estas son la quinienta” y daba con el puño derecho al primer objeto o pared que le quedara cerca.
Los bares y lugares de fiestas eran frecuentados por Turrú y en casi todos armaba su conato de riña o “rebú”. Son muchas las anécdotas, historias y sucesos que se cuentan de nuestro cuasimodo.
En los Ranchos, así llamaban a la región de Mamey, Puerto Plata, y lugares vecinos, Turrú implantó la “Ley de La Quinienta”, siempre con su puño y brazos voluminoso así como un puñal “mata vaca”, saca hígado, que siempre portaba a la cintura. Muchas veces le oí decir: “Hoy tengo hambre y quisiera comerme el hígado de un hombre” y exclamaba “La quinienta, carajo”, enseñando sus fornidos brazos.
Su oficio era de vendedor de pan en los campos aledaños a Mao y “Los Ranchos”. Así usted podía encontrarse con la mula del Aturrullao y sus dos toneles (Barriles) en cualquier camino vecinal y en el más apartado campo de nuestra región.
En cierta ocasión íbamos Danilo Diloné, Pedro Santana, Cirilo Rodríguez, Antonio Espinal (que trabajaba en la tienda de Don Vitalino Ferreira) y yo, (ellos lo pueden atestiguar) camino del Rubio por dentro, cruzando el río Mao, asistiríamos a una fiesta que se celebraría en esa sección un sábado en la tarde; montábamos a caballo. Divisamos un animal (una mula) que venía en vía contraria a la nuestra, dos toneles o barriles traía encima de su aparejo y a cada lado. Suponíamos que se le había escapado a su dueño, la detuvimos para revisar el contenido de los mismos, y cuál fue nuestra sorpresa al destapar uno de ellos y ver incorporarse la figura de Turrú, quien botella en mano y con sus fornidos brazos exclamaba “la quinienta”. El otro barril iba relleno de piedra. Ya había vendido el pan y se estaba tomando el vino; apuró un trago y siguió su camino; la mula se lo sabía.
Siendo yo practicante (enfermero) en el Hospital Luis L. Bogaert de Mao (uno de los tantos oficios que he ejercido, además de encargado de laboratorio, farmacéutico, ayudante de cirugía y anestesista, cuando se usaba el éter con una mascarilla para dormir el paciente), me encontraba de servicio nocturno y se presentó un individuo tumbando la puerta; era alrededor de las dos de la madrugada. La enfermera me despierta asustada ante la actitud de aquel señor que levantaba sus dos brazos como garrotes amenazadores. Me levanto y ¡Oh sorpresa! el Turrú borracho como una uva me espetó: “Doctor tengo un aire que me entra por aquí”, señalaba la mano izquierda, “y me sale por aquí”, señalaba la boca, “y no me deja beber tranquilo”.
La enfermera, que era Chea Aracena (quien puede dar testimonio) asustada obedece mis órdenes: “Chea prepare dos CC de ‘Flabaco’”. “Turrú acuéstese en la camilla tranquilo”. “Flabaco” es un placebo de suero o agua salina. Le tomé el brazo “afectado”, le inyecté los dos CC de suero e inmediatamente se levanta el cuasimodo y me dice: “Doctor el aire se me salió por aquí”, señalando la mano izquierda.
¡Cosas de Turrú!
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Manito que me corrijas, pero lejanamente me llega a la memoria José Esmeraldo como nombre de "turrú". Lo conocí en mis años de mozalbete y escuchaba sus historias a través de los sirvientes del Samoa. Turrú todos los domingos se paraba en el puente del canal mayor, en la calle Duarte alas 11.00 de la noche, y todo el que regresaba del concierto dominical o del teatro, se encontraba con Turrú en el medio del puente, diciendo: El que pase por aquí tiene que probar "las quinientas" Se refería a la pescosada que debía recibir el que osara pasar. Pues paralizaba el tránsito del que debía llegar a su casa hasta que él le diera las ganas. Recuerdo que mucho tuvimos problemas con nuestros padres, porque llegábamos más tarde del permiso que nos daban. Ley Simé.
ResponderBorrarTurrú. El Jimenoa estaba repleto de parroquianos. Turrú sentado en una mesa ignorado por todos los que allí disfrutaban. La bellonera insesante con su música y todos bailaban. Llega el momento en que ya se agota la discoteca y todo queda en silencio. Aprovecha Turrú para subirse en una mesa y decir en voz ronca y alta: Coño me cago en todos los que están aquí. Silencio total. Se para de la mesa Mister Bon o "mitibon" y Turrú muy habilidoso dice: Menos en ese que se paró. La gente, por qué, por qué, porque con ese es que me voy a limpiar. Risas y aplausos contaminaqron el ambiemte. Ley Simé.
ResponderBorrarEvelio:
ResponderBorrarContaba Manuel Rodríguez (QEPD), el Profesor de Cultura Física, que recién llegado él a Mao, venía caminando a pie, por la calle Duarte, desde Sibila hacia su casa, a altas horas de la madrugada. Cuando, cruzó el puente del canal mayor, se encontró con Turrú, quien inmediatamente eclamó: "Necesito comerme el hígado crudo de un hombre".
Manuel aun no conocía al Aturrulla'o y pensó: "yo estoy recién llegado, si se riega en el pueblo que yo soy un cobarde, me jodí". Así que le respondió a Turrú: "A esta hora, yo estoy acostumbrado a desayunarme con el corazón de un hombre, caliente y aun latiendo".
Cuando el Aturrula'o escuchó lo que dijo Manuel, exclamó: "ayayayayyy, yo sabía que usted es un hombre macho. Deme un abrazo". De ahí Manuel siguió para su casa y Turrú siguió braviando donde se encontraba.
Un abrazo,
Fernan Ferreira.
arapf@codetel.net.do
Mi querido Evelio y demas curiosos por saber :
ResponderBorrarEl nombre de Turrú ; Eugenio Santana Minier.hijo de Micaela Santana, sobrino de mi bisabuela Chicho Santana,primo de doña Negrita ,la madre de Quinin Santana.
Todas esas historias son reales,solo hay un error;Turrú no tenía totuma ,sino la caja toráxica cuadrada y sin pezcuezo;y para mirar hácia atras giraba el cuerpo entero.
A pesar de su forma,su fortaleza era increible en su juventud;poseía unos brazos de un hombre de 6'3" lo que le permitía rascarse las rodillas sin doblarse.
Lo bueno de este señor que fuera de las bebidas era todo un caballero,fue sirviente del Samoa y le gustaba leer,cosa rara en esos tiempos para un hombre considerado rústico.
Otra anécdota similar a la contada por Evelio y los toneles sobre el mulo le pasó en Los Ranchos,sitio todavía considerado peligroso con el uso de armas blancas;Turrú le dá una tabaná en un bar a un bebedor famoso del lugar y se arma el rebú,(esto es de noche) y desaparece,lo buscan en los alrededores y nada;notan que el mulo sale solo y dice alguien "no se preocupen que él está aquí,el mulo se fue solo " y camino abajo brota Turrú de uno de los toneles y dice " que tú lile " (frase famosa usada por "que tu dice" para rebatir la afirmación hecha por su enemigo.
Turrú, murió en la humildad,su lugar de siempre y con pena debo decirlo que Manito y Quinin hicieron una colecta para su entierro.
Paz a sus restos ,porque a pesar de todas sus travesuras,su decencia resaltaba sin el bendito licor.
Sigamoslo recordando que solo nos hizo reir.
Siempre
Manito
Querido Evelio: !Qué bueno que gracias a ustedes (Manito, Fernan, Juan Colón, Isaías y tú, entre otros) se está rescatando la historia de esos personajes que llenaron una época en nuestro querido pueblo. Me gocé tu artículo, y también tu cariño. Gracias por la dedicatoria. Ticuí te saluda.
ResponderBorrarUn abrazo de Lavinia
Evelio:
ResponderBorrarRolando (Cuchara) vivia dandole cuerdas a Turru en el Samoa, dicendole que el no era guapo na´, que le iba a dar una "aturdia"; y Turru queria comerselo vivo.
Una noche Cuchara y yo veniamos del Jimenoa, como a las tres de la mañana esperando encontrar el Samoa abierto, con la mala suerte de que Quinin estaba cerrando el bar en compañia de Turru.
Quinin hizo algunos disparos al aire, dizque para auyentar a unos ladrones que le robaban ron de madrugada.En ese instante nos ve llegar a Cuchara y a mi a traves del parque y sabiendo de la rivalidad entre Cuchara y Turru, le saca las balas a su pistola y se la entrega a este ultimo para que enfrente a Rolando.
Cuando nos acercamos a ellos, Cuchara,"prendio", buscando pleitos pregunta:
Quien fue que tiro los tiros que oi?Quisiera saber si fuiste tu, Turru, para hacerte comer la pistola ahora mismo?
Y en ese instante, oh sorpresa!: Turru saca la pistola de Quinin y le dice a Rolando:
Si fui yo que dispare y como ya esoy "jarto" de ti, te voy a cocinar a tiros ahora mismo para comerme el higado de hombre "prieto"!
Demas esta decir de la "juia" que dio Cuhara, tirandose de cabeza en los canteros del parque viejo, saliendo "to´ pelao y enlodao" a la esquina de la Sanchez con Duarte (frente a Manuel Tineo) como un cohete rumbo a Sibila!
Abrazos
Pedro Jaime Tio
Pedrojaime03@hotmail.com