martes, 28 de septiembre de 2010

EL TERCER CAMINO

Debería haber un camino que pudiéramos recorrer no sólo por alcanzar el cielo o por temor al infierno. Un camino que nos permitiera recuperarnos de nuestros errores y ser buenos por nosotros mismos. En mi andar por la senda de la conducta humana, pude comprobar que existe ese Tercer Camino que seguramente también nos lleva a Dios: El camino que atraviesa la pérdida para llegar a la luz.
 
No me mueve mi Dios para quererte/ el cielo que me tienes prometido/ ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por eso de ofenderte.   Sor Juana Inés de la Cruz

Por Lavinia del Villar

Tan pronto como adquirimos uso de razón nos enseñan a distinguir entre lo bueno y lo malo. Nos muestran que la vida tiene dos caminos a seguir:  El Camino del Bien y el Camino del Mal.

Si escogemos el Camino del Bien, seremos niños buenos, obedientes, respetuosos y responsables; nos convertiremos en hombres o mujeres productivos; encontraremos a Dios, y al final de nuestros días iremos al Cielo a disfrutar de una merecida gloria.

En cambio, si escogemos el Camino del Mal, nos convertiremos en niños malos, desobedientes y malcriados; seremos mañana hombres o mujeres miserables; Dios se enojará mucho con nosotros, y acabaremos en las llamas del Infierno. Si nos ponemos dichosos, y Dios nos da un chance, iremos al purgatorio, donde también nos quemaremos por un tiempo (quién sabe cuánto), hasta que purguemos nuestros pecados.

En esa formación nos dicen, que si por alguna circunstancia nos desviamos del Camino del Bien y caemos en el del Mal, debemos rectificar y volver rápidamente al del Bien.

Pareciera como si sólo con un pequeño brinco pudiéramos saltar de un camino a otro sin mayor esfuerzo. Así de fácil. Pero si nos quedamos en el del Mal, estamos en peligro, porque estamos en pecado. Deberíamos confesarnos y cumplir la penitencia, o de lo contrario no seremos perdonados por Dios.

En mis tiempos de niña, casi todo lo que me gustaba hacer era pecado:
_“Padre me acuso de decir una mala palabra, de decir una mentira, de envidiar los zapatos de mi amiga, de desviarme de la escuela sin permiso, de mirar mal a mi maestra, de desobedecer a doña Sila mi vecina, de faltar a misa un domingo, de reírme de un viejito, de escuchar un cuento indecente…”
¡Qué lucha para no quedarme en el Camino del Mal, cuando era tan fácil pecar!… ¡Qué remordimiento por haber ofendido a Dios, y qué miedo de ir al infierno si por casualidad me moría!…

Debería haber un camino que pudiéramos recorrer no sólo por alcanzar el cielo o por temor al infierno. Un camino que nos permitiera recuperarnos de nuestros errores y ser buenos por nosotros mismos.

En mi andar por la senda de la conducta humana, pude comprobar que existe ese Tercer Camino que seguramente también nos lleva a Dios: El camino que atraviesa la pérdida para llegar a la luz. El camino que nos conduce del placer al gozo. El camino que nos lleva de la locura a la sanidad. El camino que nos permite a través de la esperanza, renacer y ser mejores personas. El camino de la enmienda y el perdón. El camino de la recuperación.

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