jueves, 8 de enero de 2015
¡QUÉ BUENO, PERO QUÉ PENA…!
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar
La mañana del 24 de diciembre, al salir a hacer unas compras, me encontré en el camino con Dorita, una viejita, toda flaquita, encorvadita, indefensa y descuidada, que caminaba llevando a cuesta un saco lleno de botellas de cerveza vacías. Paré a preguntarle por qué hacia eso, y me contestó que recoger botellas vacías y venderlas era parte de su sustento, porque no le gustaba pedir. ¿Cuántas botellas debe vender para comerse un plato de arroz?, pregunté. Muchas, contestó. ¿Tiene hijos?, indagué. Sí, respondió, pero no sé por dónde andan… Le compré el saco de botellas, con el fin de quitárselo de encima, a sabiendas que lo que ella necesita no es cosa de un día, es asunto de vida… En esos momentos di gracias a Dios por mis bendiciones, y también por la circunstancia en que me permitió nacer, crecer, desarrollarme y vivir.
Pensé que quizás si hubiera nacido en otro ambiente, esa pudiera haber sido mi madre, y al mismo tiempo me dije que si lo hubiera sido, no permitiría que un saco de botellas vacías se acomodara en su deteriorada espalda como forma de vida. Pero el hubiera no existe, y la vida sigue su agitado curso, ¡qué bueno que Dorita no era mi mamá, pero qué pena que no lo fuera…!
Analicé cómo aquí, en R.D., la brecha se abre cada día más, y con las elecciones a la vuelta de la esquina, habrán no solo canastas y cajas, sino también abrazos para las Dorita, que se evaporarán cuando cada quien se siente en su silla. Sin embargo, comienza un Nuevo Año, con nuevos propósitos que incluyen cumplir con más fuerza con la ley de Dios, orando en los templos y regalando monedas, aunque, con toda mi casa llena de luces, me di cuenta, que se me olvidó que Jesús nació nada más y nada menos que en un pesebre, a lo mejor sin luz.
Por Lavinia del Villar
La mañana del 24 de diciembre, al salir a hacer unas compras, me encontré en el camino con Dorita, una viejita, toda flaquita, encorvadita, indefensa y descuidada, que caminaba llevando a cuesta un saco lleno de botellas de cerveza vacías. Paré a preguntarle por qué hacia eso, y me contestó que recoger botellas vacías y venderlas era parte de su sustento, porque no le gustaba pedir. ¿Cuántas botellas debe vender para comerse un plato de arroz?, pregunté. Muchas, contestó. ¿Tiene hijos?, indagué. Sí, respondió, pero no sé por dónde andan… Le compré el saco de botellas, con el fin de quitárselo de encima, a sabiendas que lo que ella necesita no es cosa de un día, es asunto de vida… En esos momentos di gracias a Dios por mis bendiciones, y también por la circunstancia en que me permitió nacer, crecer, desarrollarme y vivir.
Pensé que quizás si hubiera nacido en otro ambiente, esa pudiera haber sido mi madre, y al mismo tiempo me dije que si lo hubiera sido, no permitiría que un saco de botellas vacías se acomodara en su deteriorada espalda como forma de vida. Pero el hubiera no existe, y la vida sigue su agitado curso, ¡qué bueno que Dorita no era mi mamá, pero qué pena que no lo fuera…!
Analicé cómo aquí, en R.D., la brecha se abre cada día más, y con las elecciones a la vuelta de la esquina, habrán no solo canastas y cajas, sino también abrazos para las Dorita, que se evaporarán cuando cada quien se siente en su silla. Sin embargo, comienza un Nuevo Año, con nuevos propósitos que incluyen cumplir con más fuerza con la ley de Dios, orando en los templos y regalando monedas, aunque, con toda mi casa llena de luces, me di cuenta, que se me olvidó que Jesús nació nada más y nada menos que en un pesebre, a lo mejor sin luz.
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Esa escena es el pan nuestro de cada día.Esa triste realidad, solo se resuelve con la palabra mágica. Amor.
ResponderBorrarAntonio Mateo Reyes.
¡Qué bonito enfoque, Profe! Con demasiado frecuencia se nos olvida todas las bendiciones que recibimos a diario, y lo inmensamente ricos que somos, con lo mucho o poco que tenemos. Pero, con mayor frecuencia aun, se nos olvida mirar hacia abajo o hacia atrás, y tender la mano a los más necesitados, a los que no tienen nada.
ResponderBorrarUn beso y todo mi respeto,
Fernan Ferreira.
Gracias Monchy y Fernan: Son ustedes dos seres humanos maravillosos con quienes me honra compartir cariño.
ResponderBorrarLavinia.