lunes, 5 de enero de 2015
MONCHY COLÓN, ROLANDO ESPINAL Y UN CUENTO DE NAVIDAD
Por César Brea
Esta historia fue publicada originalmente el 19 de diciembre de 2010. Repetimos su publicación con el propósito de sacar una sonrisa a nuestro querido Cuchara quien sigue batallando con coraje sus quebrantos y a quien estamos animando a fin de que salga victorioso de esta batalla como en tantas otras. Esperamos que con Cuchara se desternillen de la risa... ah, y que los Reyes les dejen muchas cosas buenas; sobre todo, salud.
La ocasión es propicia para contar un cuento de navidad. Si alguien quiere leer cuentos de navidad magistrales que se busquen los clásicos escritos por el inglés Charles Dickens y el dominicano Juan Bosch. Aquí les va un cuentecito sin ningún brillo, casi como uno de los de “Juan Bobo y Pedro Animal” tan comunes en otros tiempos en nuestros campos y ciudades. Como cuento al fin, cualquier parecido con la vida real es pura coincidencia y los nombres de los personajes son ficticios totalmente. De tal manera que si alguien se siente identificado con la trama y los personajes no pueda alegar daños y perjuicios ni quiera entablarnos demanda ni a un servidor ni a Isaías Medina. Aquí les va:
“En un pequeño pueblo en el noroeste de un país lejano existía un canal de riego que formaba parte de la vida existencial de todos los habitantes. Este canal, al que todos llamaban “la zanja” mojaba fincas arroceras, plantaciones bananeras, parcelas tabacaleras y conucos de frutos menores. Medio pueblo tomaba de sus aguas sin enfermar ni lamentar, decenas de mujeres lavaban la ropa y tendían en sus alrededores. Cientos de muchachos se bañaban a todo lo largo de su lecho y hasta se hacían clavados desde las barandillas de los puentes. En fin, la zanja formaba parte del espíritu y corazón de todos. Un niño llamado Rolando Espinal pidió a los Santos Reyes un camión para jugar. Y los Reyes Magos como eran tan buenos (estos reyes me acuerdan a una noble mujer llamada Isabel) dejaron al niño un precioso y grande camión de madera con rueditas, tan grande y tan fuerte que servía a la vez al doble propósito de jugar y cargar agua de la zanja. Estos camiones eran fabricados en el Barrio de Los Cambrones por un tal Lilís y tenían espacio para transportar dos grandes latas de agua de las del aceite “Fundador” de la Manicera. Arrastrar un camioncito de esos de la zanja a la casa era todo un esfuerzo físico a la altura de los mejores discípulos de Sansón, Hércules o Charles Atlas.
El pequeño Rolando al despertar encontró no el camioncito que pidió a Melchor sino el volteo de las dos latas de agua. Después del primer asombro o primera pena, el niño se sonrió y dijo voy de una vez donde mi amiguito Monchy Colón a enseñarle mi juguetito (¿O juguetote?). Llegó corriendo a la casa de su camarada y al atravesar la amplia galería de madera encontró a Monchy rodeado de múltiples juguetes “Made in Japan” que le habían dejado los afamados conductores de camellos. Patria y Genarito Colón eran conocidos por su proverbial generosidad para con sus descendientes. Allí Rolando vio carros, pistolas, bates, guantes, patines, bicicletas y un montón de juguetes regados por sala, comedor, cocina y galería. Su sorpresa fue tan grande que dio marcha atrás y solo atinó vocearle a Monchy: ”No te voy a enseñar na’…degraciao”.
PD. Cuchara: no cojas cuerda que tu sabes que después de Niris, el que más te quiere soy yo.
Esta historia fue publicada originalmente el 19 de diciembre de 2010. Repetimos su publicación con el propósito de sacar una sonrisa a nuestro querido Cuchara quien sigue batallando con coraje sus quebrantos y a quien estamos animando a fin de que salga victorioso de esta batalla como en tantas otras. Esperamos que con Cuchara se desternillen de la risa... ah, y que los Reyes les dejen muchas cosas buenas; sobre todo, salud.
La ocasión es propicia para contar un cuento de navidad. Si alguien quiere leer cuentos de navidad magistrales que se busquen los clásicos escritos por el inglés Charles Dickens y el dominicano Juan Bosch. Aquí les va un cuentecito sin ningún brillo, casi como uno de los de “Juan Bobo y Pedro Animal” tan comunes en otros tiempos en nuestros campos y ciudades. Como cuento al fin, cualquier parecido con la vida real es pura coincidencia y los nombres de los personajes son ficticios totalmente. De tal manera que si alguien se siente identificado con la trama y los personajes no pueda alegar daños y perjuicios ni quiera entablarnos demanda ni a un servidor ni a Isaías Medina. Aquí les va:
“En un pequeño pueblo en el noroeste de un país lejano existía un canal de riego que formaba parte de la vida existencial de todos los habitantes. Este canal, al que todos llamaban “la zanja” mojaba fincas arroceras, plantaciones bananeras, parcelas tabacaleras y conucos de frutos menores. Medio pueblo tomaba de sus aguas sin enfermar ni lamentar, decenas de mujeres lavaban la ropa y tendían en sus alrededores. Cientos de muchachos se bañaban a todo lo largo de su lecho y hasta se hacían clavados desde las barandillas de los puentes. En fin, la zanja formaba parte del espíritu y corazón de todos. Un niño llamado Rolando Espinal pidió a los Santos Reyes un camión para jugar. Y los Reyes Magos como eran tan buenos (estos reyes me acuerdan a una noble mujer llamada Isabel) dejaron al niño un precioso y grande camión de madera con rueditas, tan grande y tan fuerte que servía a la vez al doble propósito de jugar y cargar agua de la zanja. Estos camiones eran fabricados en el Barrio de Los Cambrones por un tal Lilís y tenían espacio para transportar dos grandes latas de agua de las del aceite “Fundador” de la Manicera. Arrastrar un camioncito de esos de la zanja a la casa era todo un esfuerzo físico a la altura de los mejores discípulos de Sansón, Hércules o Charles Atlas.
El pequeño Rolando al despertar encontró no el camioncito que pidió a Melchor sino el volteo de las dos latas de agua. Después del primer asombro o primera pena, el niño se sonrió y dijo voy de una vez donde mi amiguito Monchy Colón a enseñarle mi juguetito (¿O juguetote?). Llegó corriendo a la casa de su camarada y al atravesar la amplia galería de madera encontró a Monchy rodeado de múltiples juguetes “Made in Japan” que le habían dejado los afamados conductores de camellos. Patria y Genarito Colón eran conocidos por su proverbial generosidad para con sus descendientes. Allí Rolando vio carros, pistolas, bates, guantes, patines, bicicletas y un montón de juguetes regados por sala, comedor, cocina y galería. Su sorpresa fue tan grande que dio marcha atrás y solo atinó vocearle a Monchy: ”No te voy a enseñar na’…degraciao”.
PD. Cuchara: no cojas cuerda que tu sabes que después de Niris, el que más te quiere soy yo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Oouch!
ResponderBorrarMEEC ni su administrador son responsables de los conceptos emitidos en esta página. En otras palabras: el autor emite sus opiniones a su propio riesgo; por tanto, don César, en esta instancia usted está solito.
Isaías
Cesar; tengo 30 minutos riendome,son cosas que uno lo ha vivido, porque yo no me acercaba donde mi tía Colombia ese dia de Reyes para evitar un pleito con Aristides el hijo del Teniente Rojas con su bicicleta,y yo con la clásica paletica. Lo malo del viaje desde la zanja era que no existían aceras ni contenes,era puro cascajo.
ResponderBorrarSiempre
Manito
Cesar, lo que mas me sorprendio ese famoso dia de reyes, fue que vi un camion de bombero con la escalera extendida para arriba , y un bombero echando agua de verdad. Ahi mismo me devolvi con mi trapo de camion.
ResponderBorrarRolando Espinal
¡Qué maravilloso recuerdo! Yo también tengo algunas anécdotas ahora cómicas, pero otrora sentimentales de las frustraciones "reyiles". Luego se las cuento. Gracias César, me imaginé a Cuchara con su camión. Tienes una gracia única para escribir estos lindos relatos. Un beso.
ResponderBorrar