Cosas de Mao
Por Isaías Medina Ferreira
De repente oía usted los gritos GUAY, GUAY, SE LA BEBE TODITA… GUAY, GUAY, como si a alguien le estuvieran dando una paliza, audibles por dos o tres cuadras a la redonda. Era el “bico” que con su tambora deleitaba a los transeúntes con una de sus “piezas”.
El bico tenía aspecto famélico, era desconfiado y vivía en un constante estado de nerviosismo. Caminaba con la cara ladeada, mirando hacia arriba, como queriendo enfocar el ojo “bueno”. Se desplazaba por las calles de Mao con pasos que parecían tropezones de dos piernas en ángulo obtuso que al parecer tenían su propia idea de hacia dónde querían ir. Todo eso, mientras abrazaba con furor su tambora que era su fuente de vida.
En una sociedad cruel como la nuestra, en que el minusválido no era más que un desecho, el bico había desarrollado un mecanismo de defensa increíble: la boca más sucia y los dichos más creativos y vulgares que un humano jamás haya sido capaz de proferir. “Bico, calié”, “Bico anafe”, “Bico galipote”, "Bico, bicocho sancocho sin sai, si mira derecho, te regalo un riai...", cualquiera que fuese la expresión, ahí venía la respuesta en verso, siempre alusiva a la madre del que osaba vocearle, con toda la crudeza de un verbo intencionalmente hiriente.
El bico no era un pordiosero, de por sí. ¡Qué va! Él vendía su arte en forma de merengues los que él hacía únicos por medio del carácter histriónico con que insuflaba sus interpretaciones. Cantaba sólo por peticiones. Las piezas tenían valor de entre 3 y 10 centavos. Y había que pagarlas por adelantado. “Se me ha perdido una muñeca, por ay, por ay, por la ciudad…”: 3 centavos. El merengue de José Marrero, una sarta de vulgaridades alusivas a las alegadas deficiencias sexuales de don José, por ser riesgoso tocarlo (pues casi siempre aparecía don José de entre las sombras y le tallaba varios correazos al pobre bico), costaba 10 cheles.
Pero su merengue estrella era “esa niña quiere que le den su leche… no se la dé muy fría, porque le da aiferecía… no se la dé caliente, porque no le salen diente… dale la leche bien tibiecita, y tú verá que se la bebe todita… se la bebe todita… guay, guay, se la bebe todita… guay, guay, se la bebe todita….” la que concluía en un clímax erótico, entre babas y respirar forzado de bestia apareada, diciendo “ya se bebió su biberón” con lentitud estudiada, mientras el artista enseñaba sólo lo blanco de su ojo bueno.
martes, 24 de noviembre de 2009
El “bico el tamborero”
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Qué bárbaro! Qué detalles! Qué imágenes! Y el autor se sentaba a tomar notas de estas cosas cuando las veía? A los críticos literarios que tomen notas de la narrativa de este verdugo.
ResponderBorrarAgustín Contreras
Magnífico artículo Isaías. Conocí ese personaje y probablemente fui de los que en Los Cambrones, mezclado con el tigueraje de la época y sin que mi madre se enterara, le lanzaba improperios solo con la finalidad de escuchar su obscena réplica.Rafael Darío Herrera.
ResponderBorrarCállate, Rafael Darío, que yo y mis hermanos también... ¡qué repertorio 'e dichos tenía ese cristiano!
ResponderBorrarIsaías
muchas congratulaciones a la redaccion del historial de ese fenomeno maoeno bisco bizcocho.
ResponderBorrarSr medina me trajo tantos recuerdo que hasta se me salieron mis lagrimas de yantos y angustias de esos anos que yo mismo fui participe de esa violencia de todo una epoca de ignorancia humana.
Sr medina usted tiene 100x% de memorias o investigacion correcta como todos sus articulos con una credebilidad maxima y precisa.con carino
de un fiel seguidor de su pagina web maenoenelcorazon.com. Domingo Domingo
Extraordinaria forma de transportarnos a aquellos dias ya pasados, a esos callejones de deseos insastifechos y sueños truncados acaso.
ResponderBorrarFuimos testigos infinidad de ocasiones de esas ocurrencias, soliamos practicamente compartir patios en el barrio donde residiamos y la mayoria de nosotros no osabamos vocearle por respeto a su gran madre a quien llamabamos mama cosin(EPD). Cuantos recuerdos Humberto Marte y Elnio Duran.
Un abrazo.
Plinio Cruz-Alvarez.