sábado, 1 de febrero de 2014
¿QUÉ ANTES SE VIVÍA MEJOR? NO, NOOOO... ¡QUÉ VA!
MANICOSAS
Por Manito Santana
Cruzando por una de las populosas calles de N.Y., pude apreciar los montones de fundas plásticas llenas de pantalones, faldas, blusas y otras piezas no usadas con sus sellos de fábrica. Otras fundas semiabiertas con distintos tipos de calzados que al tirarle el ojo noté en los zapatos masculinos lo poco caminado que estaban al ver parte de la suelas casi nuevas y los tacos sin doblar por tercera (el clásico gastado del lado derecho).
Todo estos desperdicios que los calificamos como basura por el exceso de tenencias me hizo introducirme al túnel del recuerdo que me conduciría al pasado. Un pasado tenebroso a pesar de la tranquilidad vivida a la que no deseo regresar.
Luego de una sonrisa, pensé en lo difícil que nos era conseguir las cosas y las limitantes que existían. Al leer uno de los buenos escritos de mi querida Lavinia recordé algo alusivo a lo difícil en aquella época que era comerse una manzana completa, no porque era muy grande, sino porque no había con qué comprar más y había que repartirla entre todos.
Lo dicho más arriba me movió a rebatir lo que muchos dicen de la tranquilidad de aquellos tiempos (donde me incluyo) a pesar de las necesidades y que prefieren volver a ese pasado por su seguridad en el ámbito social a pesar de sus limitantes. Solo se lo acepto a aquellos con buenas posibilidades económicas (¡y cuidado!); pero a un pobre o a otro "un poco pobre" o a un clase media "media forzada" y al "clase media normal ", no se lo acepto.
Pero, ¡vamos a ser sinceros!, porque no es verdad que por la tranquilidad existente aquella vez, vamos a querer volver de nuevo; y les voy a exponer las razones.
Ohh, ¿recuerda usted lo que era tomar la calle Duarte desde Sibila para la escuela o desde Hatico y desde Hato Nuevo a pié a las doce del día, con esa hambre acelerada por el calor? Esa caminata matutina hecha con el tanque vacío, o con un jarrito de "café con puya" (con pan o casabe) y con la poca esperanza de al regreso encontrar un muslo de pollo sino los acostumbrados espaguetis sin apellido italiano (a la milanesa).
O cargar entre cuatro el féretro con un difunto pariente medio obeso, de unas 200 o más libras con pocos dolientes masculinos bajo un caliente sol o una pertinaz llovizna desde uno de los extremos de la ciudad.
Hoy el carro fúnebre lo resuelve todo y hasta al muerto te lo empolvan para que lo veas buenmozo.
No podemos olvidar, que al llegar de la escuela, los zapatos en aquellos tiempos, había que quitárselos y darle un descanso forzado para evitar desgaste y prolongar su duración.
Esto traía como consecuencia ver nuestros dedos envueltos en "Tiritas" cubriendo heridas provocadas por el enfrentamiento del dedo y la piedra donde hay un solo perdedor con uñas levantadas e hinchazón del pié donde se emplea la palabra "tropezón". Hoy te rechazan cualquier par de tenis que no sean de marcas, jajaja.
El sufrir de esas niñas, jóvenes y viejas por tener la desdicha de haber nacido con el pelo rebelde por no decir malo. Ese cabello que para domarlo, o suavizarlo había que pasarle ese "Peine al carbón" metido dentro de ese anafe al rojo vivo. En esa pasada de peine siempre había un descuido que maltrataba el cuero cabelludo. Pero lo malo del caso es que al soportar ese calentamiento había que suspender el baño para evitar un "pasmo" o bañarla primero y quedar con ese sudor encima. Y no solo eso, el untarle esa vaselina "Alka" en cajita de 5 cheles para suavizar un poco y amortiguar la quemazón y así aplacar ese olor un poco desagradable.
Hoy los modernos peines o tijeras eléctricas te hacen lucir el pelo como hijo adoptado al diferir tanto de los genes hereditarios; un ejemplo viviente, Sammy Sosa (¡quién lo diría!, jajajaja).
El luto sorpresivo por la muerte repentina de un familiar porque por más lejano que fuera el pariente, ese luto había que guardarlo, pero eso no era nada; el problema era que los chelitos no alcanzaban para enlutar a la familia completa, entonces se recurría a comprar pastillas para teñir cualquier vestidito que no fuera el estelar dominguero, calentando una lata de agua en 4 piedras en el patio, echándole las pastillas y luego un poco de sal para fijar el color; aunque a veces el color original aparecía sombreado.
¡Qué vergüenza se sentía!, cuando esos pantaloncillos alas ancha (no atléticos), por estar correteando se te " bandeaban " y una de las piernas quedaba suelta, muy parecido a las falditas indígenas , pero ese no era el problema; lo malo del caso era cuando al ponerte la camisa por dentro para ir a la escuela, te descuidaba y por accidente una de las bandas del pantaloncillo se te quedaba un pedazo fuera en la espalda y te dabas cuenta luego que todo el grupo lo había celebrado con distintos tipos de risas. Todo eso había que soportarlo por la escasez de recursos.
Pero no mejor suerte corrían las féminas cuando el "elástigo" de su pieza íntima por no querer decir "blume", sufría el debilitamiento, se acudía a la "Chambra" para garantizar la seguridad por el cansancio sufrido del sistema de aguante o retén.
Los viajes a Santiago, en aquellas guaguas que de comodidad no tenían nada, donde con frecuencia el pasajero solía ir sentado próximo a un chivo amarrado guindando, berreando próximo a la ventanilla; al igual que pollos aleteando y otros animales llevados a familiares residentes en la ciudad.
Estas guaguas se curaban en salud al cargar varias gomas de repuestos, debido a la frecuencia de ponchamiento en la carretera dada las malas condiciones o desgastes de las en uso (mis saludos para Diógenes) siempre eran ocupados por la clase media y baja por el pasaje barato.
Para los viajes hacia la capital de manera directa había que reservarlo par de días antes por los pocos dedicados a ese viaje, o de lo contrario, irse a Santiago a una hora determinada para lograr realizarlo.
Hoy contamos con modernos autobuses, todos con aire acondicionado, cortinas, sin chivos guindando, y con departamento para sacarlo a usted de cualquiera de los dos apuros.
Respeto a aquellos que aun leyendo esto aun prefieren aquellos tiempos, pero creo que lo dicen porque no les tocó cargar un enfermo en una "Litera" (amarraban las sábanas de unos palos para transportar el enfermo) por la noche desde Sabana Grande o desde Amina hacia el hospital. Esa carga era de las más incómodas por la falta de voluntarios y el desbalance de la misma.
Por último, la "letrina", donde siempre el peligro acechaba por las ligeras inclinaciones provocada por las lluvias y el temor a un derrumbamiento, no por los golpes a recibir sino para no pasar a la historia en el vecindario por su olor. Las lluvias también traían consigo otro problema: las "guaguas" (cucarachas grandotas) y los alacranes que les gustaba guarecerse en la parte interior del cajón. ¡Aaay!
Recordemos que para aquellos tiempos todavía el uso del papel sanitario no estaba en vigencia a nivel de clase baja, media baja y parte de la media.
Todos sabemos, los que convivíamos en aquellos tiempos la clase o tipo de papel que cada quien usaba, del que no voy hacer mención; se lo dejo a cada uno de ustedes que se confiese calladamente, se sonría al recordar de cuál usaba.
Pero, lo más importante al entrar a este departamento y haber confiado encontrar cualquier tipo de papel es sorprenderse al no encontrar nada y nadie en la casa a quien acudir para el favor de pasarle "con qué".
¿Qué hacer?
Pues acudir al toque de violín, convertirse en músico sin serlo y tener la suerte de que no tenga la untura de un ají picante (vivencias). Hoy tenemos bidet, sanitario y agua, todo junto. Es mucha la diferencia con aquellos tiempos.
Por último no puedo olvidar el mejor sistema de limpieza de otrora; la tusa, esta era considerada por el hombre moderno la más útil porque realizaba las tres funciones : __________, _____________, y ____________
Se lo dejo de tarea.
En fin, lamento discernir de muchos que consideran mejor aquellos tiempos. Si eran mejores para los que no teníamos que asumir ninguna responsabilidad en la casa, solo jugar y corretear.
¿Qué me dicen?
Buen provecho
Por Manito Santana
Cruzando por una de las populosas calles de N.Y., pude apreciar los montones de fundas plásticas llenas de pantalones, faldas, blusas y otras piezas no usadas con sus sellos de fábrica. Otras fundas semiabiertas con distintos tipos de calzados que al tirarle el ojo noté en los zapatos masculinos lo poco caminado que estaban al ver parte de la suelas casi nuevas y los tacos sin doblar por tercera (el clásico gastado del lado derecho).
Todo estos desperdicios que los calificamos como basura por el exceso de tenencias me hizo introducirme al túnel del recuerdo que me conduciría al pasado. Un pasado tenebroso a pesar de la tranquilidad vivida a la que no deseo regresar.
Luego de una sonrisa, pensé en lo difícil que nos era conseguir las cosas y las limitantes que existían. Al leer uno de los buenos escritos de mi querida Lavinia recordé algo alusivo a lo difícil en aquella época que era comerse una manzana completa, no porque era muy grande, sino porque no había con qué comprar más y había que repartirla entre todos.
Lo dicho más arriba me movió a rebatir lo que muchos dicen de la tranquilidad de aquellos tiempos (donde me incluyo) a pesar de las necesidades y que prefieren volver a ese pasado por su seguridad en el ámbito social a pesar de sus limitantes. Solo se lo acepto a aquellos con buenas posibilidades económicas (¡y cuidado!); pero a un pobre o a otro "un poco pobre" o a un clase media "media forzada" y al "clase media normal ", no se lo acepto.
Pero, ¡vamos a ser sinceros!, porque no es verdad que por la tranquilidad existente aquella vez, vamos a querer volver de nuevo; y les voy a exponer las razones.
Ohh, ¿recuerda usted lo que era tomar la calle Duarte desde Sibila para la escuela o desde Hatico y desde Hato Nuevo a pié a las doce del día, con esa hambre acelerada por el calor? Esa caminata matutina hecha con el tanque vacío, o con un jarrito de "café con puya" (con pan o casabe) y con la poca esperanza de al regreso encontrar un muslo de pollo sino los acostumbrados espaguetis sin apellido italiano (a la milanesa).
O cargar entre cuatro el féretro con un difunto pariente medio obeso, de unas 200 o más libras con pocos dolientes masculinos bajo un caliente sol o una pertinaz llovizna desde uno de los extremos de la ciudad.
Hoy el carro fúnebre lo resuelve todo y hasta al muerto te lo empolvan para que lo veas buenmozo.
No podemos olvidar, que al llegar de la escuela, los zapatos en aquellos tiempos, había que quitárselos y darle un descanso forzado para evitar desgaste y prolongar su duración.
Esto traía como consecuencia ver nuestros dedos envueltos en "Tiritas" cubriendo heridas provocadas por el enfrentamiento del dedo y la piedra donde hay un solo perdedor con uñas levantadas e hinchazón del pié donde se emplea la palabra "tropezón". Hoy te rechazan cualquier par de tenis que no sean de marcas, jajaja.
El sufrir de esas niñas, jóvenes y viejas por tener la desdicha de haber nacido con el pelo rebelde por no decir malo. Ese cabello que para domarlo, o suavizarlo había que pasarle ese "Peine al carbón" metido dentro de ese anafe al rojo vivo. En esa pasada de peine siempre había un descuido que maltrataba el cuero cabelludo. Pero lo malo del caso es que al soportar ese calentamiento había que suspender el baño para evitar un "pasmo" o bañarla primero y quedar con ese sudor encima. Y no solo eso, el untarle esa vaselina "Alka" en cajita de 5 cheles para suavizar un poco y amortiguar la quemazón y así aplacar ese olor un poco desagradable.
Hoy los modernos peines o tijeras eléctricas te hacen lucir el pelo como hijo adoptado al diferir tanto de los genes hereditarios; un ejemplo viviente, Sammy Sosa (¡quién lo diría!, jajajaja).
El luto sorpresivo por la muerte repentina de un familiar porque por más lejano que fuera el pariente, ese luto había que guardarlo, pero eso no era nada; el problema era que los chelitos no alcanzaban para enlutar a la familia completa, entonces se recurría a comprar pastillas para teñir cualquier vestidito que no fuera el estelar dominguero, calentando una lata de agua en 4 piedras en el patio, echándole las pastillas y luego un poco de sal para fijar el color; aunque a veces el color original aparecía sombreado.
¡Qué vergüenza se sentía!, cuando esos pantaloncillos alas ancha (no atléticos), por estar correteando se te " bandeaban " y una de las piernas quedaba suelta, muy parecido a las falditas indígenas , pero ese no era el problema; lo malo del caso era cuando al ponerte la camisa por dentro para ir a la escuela, te descuidaba y por accidente una de las bandas del pantaloncillo se te quedaba un pedazo fuera en la espalda y te dabas cuenta luego que todo el grupo lo había celebrado con distintos tipos de risas. Todo eso había que soportarlo por la escasez de recursos.
Pero no mejor suerte corrían las féminas cuando el "elástigo" de su pieza íntima por no querer decir "blume", sufría el debilitamiento, se acudía a la "Chambra" para garantizar la seguridad por el cansancio sufrido del sistema de aguante o retén.
Los viajes a Santiago, en aquellas guaguas que de comodidad no tenían nada, donde con frecuencia el pasajero solía ir sentado próximo a un chivo amarrado guindando, berreando próximo a la ventanilla; al igual que pollos aleteando y otros animales llevados a familiares residentes en la ciudad.
Estas guaguas se curaban en salud al cargar varias gomas de repuestos, debido a la frecuencia de ponchamiento en la carretera dada las malas condiciones o desgastes de las en uso (mis saludos para Diógenes) siempre eran ocupados por la clase media y baja por el pasaje barato.
Para los viajes hacia la capital de manera directa había que reservarlo par de días antes por los pocos dedicados a ese viaje, o de lo contrario, irse a Santiago a una hora determinada para lograr realizarlo.
Hoy contamos con modernos autobuses, todos con aire acondicionado, cortinas, sin chivos guindando, y con departamento para sacarlo a usted de cualquiera de los dos apuros.
Respeto a aquellos que aun leyendo esto aun prefieren aquellos tiempos, pero creo que lo dicen porque no les tocó cargar un enfermo en una "Litera" (amarraban las sábanas de unos palos para transportar el enfermo) por la noche desde Sabana Grande o desde Amina hacia el hospital. Esa carga era de las más incómodas por la falta de voluntarios y el desbalance de la misma.
Por último, la "letrina", donde siempre el peligro acechaba por las ligeras inclinaciones provocada por las lluvias y el temor a un derrumbamiento, no por los golpes a recibir sino para no pasar a la historia en el vecindario por su olor. Las lluvias también traían consigo otro problema: las "guaguas" (cucarachas grandotas) y los alacranes que les gustaba guarecerse en la parte interior del cajón. ¡Aaay!
Recordemos que para aquellos tiempos todavía el uso del papel sanitario no estaba en vigencia a nivel de clase baja, media baja y parte de la media.
Todos sabemos, los que convivíamos en aquellos tiempos la clase o tipo de papel que cada quien usaba, del que no voy hacer mención; se lo dejo a cada uno de ustedes que se confiese calladamente, se sonría al recordar de cuál usaba.
Pero, lo más importante al entrar a este departamento y haber confiado encontrar cualquier tipo de papel es sorprenderse al no encontrar nada y nadie en la casa a quien acudir para el favor de pasarle "con qué".
¿Qué hacer?
Pues acudir al toque de violín, convertirse en músico sin serlo y tener la suerte de que no tenga la untura de un ají picante (vivencias). Hoy tenemos bidet, sanitario y agua, todo junto. Es mucha la diferencia con aquellos tiempos.
Por último no puedo olvidar el mejor sistema de limpieza de otrora; la tusa, esta era considerada por el hombre moderno la más útil porque realizaba las tres funciones : __________, _____________, y ____________
Se lo dejo de tarea.
En fin, lamento discernir de muchos que consideran mejor aquellos tiempos. Si eran mejores para los que no teníamos que asumir ninguna responsabilidad en la casa, solo jugar y corretear.
¿Qué me dicen?
Buen provecho
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Que los tiempos nuestros eran mejores, siempre me ha parecido un romanticismo pueril. Esa tranquilidad de que se habla era ficticia. En primer lugar, ¡vivíamos en una dictadura, siempre sugestionados por la posibilidad de poder ser delatados por un vecino y caer en malas; o de que uno de los celestinos y alcahuetes del lugar fichara la hija de una familia para ofrecerla al dictador! Y después vino Balaguer, que acabó con toda la juventud y extendió las prácticas trujillistas a nuevos niveles. Y no era verdad que podías dormir con las puertas abiertas. No éramos tan inocentes como a menudo decimos. Abundaban los avivatos, los mazeroski (ladrones) y los policías que los perseguían, como el famoso chino. Como dice Manito, las carreteras eran un desastre: ir a Cacique era poner la vida en peligro al pasar por la famosa subida-bajada de Liguito. Ahora, si bien hoy han mejorado los servicios y las cosas materiales traen ciertas amenidades y comodidades, la desigualdad social no ha cambiado (en muchos casos ha empeorado): los pobres, aunque llegan en motoconchos a los hospitales y no en litera, siguen muriendo de las mismas enfermedades curables, siguen marginados y tan desesperanzados como siempre. Y no solo eso, la sociedad en general no podía estar mas asediada por la delincuencia y la inseguridad. Las casas, con barrotes y medidas de seguridad hasta el je, semejan más una cárcel que un hogar. No, nadie quiere volver a las incomodidades de ayer; pero no es que hayamos adelantado tanto. Algunos pueden ver ese pasado desde el otro lado de la cerca y reírse, pero todavía quedan muchos atrás, sin posibilidades y bajo el agravante de la presión que ejercen las demandas de una vida "moderna" mucho más cara.
ResponderBorrarIsaías
Una vez escribí un artículo ¿FUERON TIEMPOS IDOS MEJORES O PEORES? que trata sobre ese debate constante, enfocado desde una óptica neutral.
Sin desperdicio, Querido Amigo Manito,... tú nos enriquece al engalanarnos con tus extraordinarias vivencias, no exclusivas, pero altamente remembrantes de vívidos momentos por las que tuvimos que pasar en aquel entonces de nuestro ferviente fluir. Cómo no?,... nos ha facilitado gratos recordatorios, que la generación actual, como es obvio, les resultan posiblemente inconcebibles, puesto que es difícil imaginar hoy día, los desagradables apuros e inesperadas inconveniencias ocasionadas en determinados momentos imprevistos.!! Vaya, vaya,... cuántas vivencias inalterables de por sí, mi Amigo !! Te felicito por retrotraernos estos placenteros aconteceres, los cuales nos proporcionan mayor base para adaptarnos a este ultracambiante Mundo Moderno.
ResponderBorrarCon mucho afecto y deferencia para tí y familia,...siempre suyo,
Cuqui Rodríguez Martínez
Mi Her-Manito. Me duelen las tripas de tanto reírme con retrotraer esos tiempos (como diría nuestro amigo) y además de montarnos en la guagua de Diógenes nos pusiste en la mano ese útil de limpieza sanitario ,la tusa ,trifasico y con corriente 110 . ¡De qué te las trae te las traes !
ResponderBorrar¡No ombe ,ahora 'to e to y na y na ! Esto lo dice todo .Amen Abrazos mi hermano .El monumento va . Evelio Martínez .
Genial, Cabezón! Realmente, hay poco qué añadir a los comentarios de Isaías, Cuqui y Evelio. Espero que los amables lectores hayan podido responder la trivia de las tres funciones de la tusa...
ResponderBorrarUn abrazo,
Fernan Ferreira.