viernes, 31 de enero de 2014

VILLA ANACAONA: UN CANTO DE ESPERANZA EN LA CATEDRAL DE PINARES

Por Sergio Reyes II

Siguiendo un sinuoso sendero que discurre bajo un majestuoso manto de sombras perforado apenas y muy de rato en rato por uno que otro guiño de sol que penetra furtivamente por entre la enmarañada floresta predominante en la Cordillera Central, nos desplazamos, al sur de Restauración, desandando caminos de leyendas, de épicas libertarias y de siembras de esperanza. Las encrespadas altitudes han quedado atrás, dando paso a deslumbrantes formaciones boscosas limitadas por pintorescos vallecitos intramontanos saturados de brillante lozanía, con todos los tonos de verde colocados en fraternal disputa por la supremacía de lo más excelso en el reino de la naturaleza.

Como fornidos colosos de este inigualable ecosistema vegetal sobresalen los erectos pinares que se elevan hasta las alturas en busca de las tibias caricias del sol y, al hacerlo, cubren con sus ramajes todo el espacio circundante, formando una especie de copa que semeja los arcos y techumbres de las iglesias y conforman, de esta manera, una simbólica e imponente catedral vegetal. En la espesura del bosque, adheridos a mediana altura de los robustos pinos sobresalen las tilandsias o piñas de agua, vistosas plantitas de la familia de las bromelias que pululan por doquier en estas latitudes

Frondosos bosques de pinos endémicos e introducidos, interactuando con especies de naranjos, cajuiles, aguacates y la presencia estimulante de los cafetos -junto a otros frutales plantados en la zona como complemento a las labores de reforestación y como fuente alternativa de ingresos para los moradores de estos contornos-, constituyen el escenario previo a la llegada al poblado de Villa Anacaona.

Esta localidad, perteneciente a la Sección Cruz de Cabrera, del Municipio de Restauración, fue nombrada así en homenaje de recordación a la altiva y creativa Señora indígena que gobernaba el cacicazgo de Jaragua y fue sometida al más impiadoso martirologio por el Comendador Nicolás de Ovando, como parte de los proyectos de expansión y control territorial encaminados por los conquistadores españoles en la isla de Quisqueya y el resto de las Antillas a partir de su llegada al nuevo mundo, en 1492.

Como celoso guardián de este deslumbrante tesoro natural, a poca distancia antes de arribar a nuestro destino, nos topamos con la entrada del sendero que conduce a las instalaciones del Proyecto Forestal Estatal Sabana Clara, un valioso centro de educación medioambiental, capacitación comunitaria y protección del ecosistema que viene rindiendo un importante servicio en labores de manejo, restauración y mantenimiento del hábitat natural de la flora y fauna locales, a partir de su establecimiento por el Estado, en 1997.

En adición a sus funciones educativas y de reproducción de especies forestales para ser destinadas a las diferentes jornadas de reforestación implementadas de manera sostenida en toda la región, allí funciona un Campamento Ecológico que mantiene sus puertas abiertas a grupos de escolares y visitantes en general, interesados en la práctica del ecoturismo, el contacto pleno con la naturaleza, las caminatas por senderos cubiertos de frondosos bosques, el chapoteo en aguas cristalinas de ríos incontaminados y el disfrute, en fin, de la vida saludable.

Tras rebasar este punto, el suave deslizamiento por la sinuosa carretera nos coloca en la antesala del objetivo que venimos buscando. Una profunda sensación de soledad nos embarga, al trasponer los linderos del pequeño poblado y ponernos en contacto con la apabullante realidad socioeconómica que golpea de manera lacerante a los habitantes de estos apartados confines de la Patria. Dada su condición de territorio limítrofe, sujeto a las constantes rencillas y enconados conflictos derivados de las luchas independentistas y la delimitación fronteriza, a lo largo de su particular historia el área de Villa Anacaona ha sido considerada como un objetivo estratégico, de vigilancia y control militar, y estos elementos han estado en primer término, obviando la condición dual de enclave poblacional, en detrimento de las necesidades naturales de sus pobladores.

En los años de hegemonía del régimen trujillista (1930-1961) esta situación se fue acentuando, a tal extremo que el poblado devino en convertirse en una especie de territorio militar, destinado a la vigilancia de la frontera y el control del tránsito vehicular por la Carretera Internacional, que empalma a Villa Anacaona con Pedro Santana, en la provincia sureña de Elías Piña.

En un punto elevado de la población se encuentra emplazado un sólido fortín del que sobresale una imponente torreta de vigilancia. Esta robusta estructura rememora esos años de luchas y afanes territoriales que, a su vez, también encubrieron espeluznantes episodios de represión, confinamientos e intolerancia política ejecutados al amparo de la impunidad, en el transcurso de la dictadura y unos años después.

Más que contribuir al incremento poblacional y el desarrollo urbano de esta parte del municipio de Restauración, al dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina le interesaba sobremanera la explotación indiscriminada de los extensos bosques madereros que constituyeron, desde siempre, el mayor tesoro de esta región. Para ello dispuso el corte y procesamiento de grandes volúmenes de madera en aserraderos exclusivos de su propiedad, y al frente de este monopolio comercial designó como su hombre de confianza a Antonio de la Maza, un destacado componente de una familia mocana que, como paradoja del destino, con el paso de los años habría de formar parte del grupo de conjurados que dieron fin a la larga noche de la tiranía, el 30 de mayo de 1961.

La devoción cristiana, la curiosidad, o ambas cosas a la vez, nos hacen detenernos para contemplar, extasiados, la original estructura de la ermita católica con que cuenta la población, la cual está emplazada a mediana altura, a la vera de la carretera. La singular arquitectura de esta capilla, construida totalmente en madera, mantiene los rasgos y la estructura básica del templo original, construido en 1944, como parte de la avanzada religiosa y cultural encaminada en estas latitudes de la Patria por los sacerdotes jesuitas de la Misión Fronteriza, espoleados por la urgente labor de perpetuar la presencia moral de la iglesia entre el vecindario … (y constituir un ) centro de reunión y convivencia social … en las apartadas regiones de los campos.
(*).- Santa Anna, Antonio L. de sj ; Misión Fronteriza, 1957.

Los trabajos de restauración y remozamiento, ejecutados en el año 2007 bajo los auspicios de la entidad estatal Dirección General de Desarrollo de la Comunidad (DGDC), permitieron el rescate de la histórica estructura del ominoso estado de abandono en que se encontraba y contribuyeron a devolverle todo su esplendor a este recinto religioso dedicado a venerar al Sagrado Corazón de Jesús, patrono tutelar de la población.

Gracias a ello pudo recuperarse un emblemático lugar que se constituye, en el presente, en centro de veneración espiritual y una de las principales atracciones tanto para lugareños y visitantes, como para los transeúntes en ruta por la Carretera Internacional.

El hecho de convivir frente a la ineludible obligación de preservar el bosque como fuente de vida y patrimonio nacional reduce las opciones de desarrollo con que cuentan los habitantes de esta comunidad para poder subsistir. A tono con ello, se ha implementado en la zona los llamados Planes de Manejo Forestal, que involucra el reforzamiento de las jornadas de siembra y preservación de las especies forestales en coordinación con el corte de la madera en los plazos establecidos, a fin de lograr el aprovechamiento concienzudo de este recurso natural. De manera adicional, se ha dado curso a la siembra masiva de diversas especies frutales que puedan desarrollarse en convivencia con el ámbito de los pinares, con lo cual el campesinado local puede contar con una fuente adicional de ingresos derivada de las cosechas cíclicas del citado rubro.

A poca distancia de Villa Anacaona, en los linderos de la Carretera internacional, está localizada la población haitiana de Tirolí, en donde se lleva a cabo desde tiempos inmemoriales el desarrollo de un comercio fronterizo al estilo de las tradicionales Ferias de nuestros poblados, lo que constituye una de las principales modalidades del comercio y fuente de ingresos para los habitantes de las comunidades de ambos lados de la frontera. Se ha planteado la posibilidad de la instalación en la zona de un Mercado Binacional, debidamente estructurado, que cumpla con las reglamentaciones a tono con la legislación en materia de comercio, de tal suerte que los habitantes de estos lugares puedan enfocar sus expectativas de progreso en la opción del comercio, salvaguardando con ello las reservas naturales y poniéndolas a salvo de la tala indiscriminada, el conuquismo y, por ende, del flagelo de la deforestación.

Al adentrarnos en el seno de la población se hacen evidentes las necesidades perentorias que agobian a los comunitarios y que les impiden tener acceso al disfrute de los servicios públicos y otras atenciones que, por mandato, debe ofrecerles el Estado a través de sus diferentes estamentos y Ministerios.

En adición al limitado alcance de su nivel educativo, los planteles escolares con que cuenta la población carecen del mobiliario adecuado, equipo básico, soporte bibliográfico actualizado y herramientas tecnológicas que faciliten colocar al educando a la altura de los nuevos tiempos. La juventud ociosa adolece de fuentes de trabajo que les permitan avizorar un futuro más prometedor y halagüeño que el que se deriva de los míseros jornales devengados como jornalero que echa días recogiendo café u otras cosechas en alguna finca privada o, en el peor de los casos, cimentando las expectativas de progreso en el moto concho o jugándose el albur en la lotería, en uno cualquiera de los innúmeros negocios de bancas que saturan por doquier estas regiones.

Y los padres, a su vez, ante la reducida oferta de empleos dentro de la maquinaria oficial o municipal y el amañado manejo de los planes y servicios sociales ofrecidos por el Estado bajo el manto de la Solidaridad, observan desvanecerse las esperanzas de progreso para sí y sus vástagos, doblado el lomo hacia el agotado surco, que cada día rinde menos frutos.

Con todo ello y a contrapelo de sus evidentes limitaciones y la sordera e indiferencia de quienes dirigen la Cosa Pública, el poblado de Villa Anacaona, junto a sus Centros de Madres, sus Asociaciones de Agricultores, Asociaciones de Productores de Bosque y demás organismos sociales y comunitarios, se mantiene de pie, en los confines de la República Dominicana, guardando los límites fronterizos y preservando la soberanía.

En el guiño de los rayos de sol que se cuelan entre los pinares, en el borboteo del agua que rueda entre los pedruscos de los ríos y en la sonrisa inocente de los escolares que aspiran lograr el disfrute de una vida más digna, reverdece la esperanza de esta laboriosa comunidad fronteriza que confía en que allí se haga, en su beneficio, LO QUE NUNCA SE HA HECHO.

Ellos lo merecen porque, también, son parte de la Patria.

sergioreyes1306@gmail.com
Loma de Cabrera, Enero 23, 2014.

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