viernes, 28 de febrero de 2014
INDEPENDENCIA Y RESTAURACIÓN DOMINICANAS - I
PRIMERA PARTE: EN LA FRONTERA SE CONQUISTÓ LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Por Sergio Reyes II
SEGUNDA PARTE: ...Y EN LA LÍNEA NOROESTE SE RECUPERÓ LA SOBERANÍA NACIONAL
El proceso de creación y consolidación de la Nación dominicana contiene aleccionadoras enseñanzas que gravitan en la conciencia del ciudadano común y fortalecen sus convicciones patrióticas, su identidad cultural y, en el caso que nos ocupa, el orgullo regional, al entrar en conocimiento de los valiosos aportes hechos por los habitantes de la frontera y la Línea Noroeste en las diferentes etapas por las que hubo de transitar el país hasta quedar constituida, de manera incontrovertible, la República Dominicana libre y soberana.
El recorrido de ese tortuoso sendero puso sobre el tapete diferentes posiciones encontradas, que caracterizaron, por un lado, la actitud intransigente esgrimida por las personas más sensatas y visionarias que se esforzaban por conquistar y mantener la República como una entidad independiente y soberana de toda potencia extranjera, y, por el otro, las posturas abyectas y vacilantes de un puñado de traidores entreguistas y vividores de la política que solo buscaban la preservación de sus propios intereses, aunque ello significase la entrega de la nacionalidad al mejor postor.
De tal suerte, al tiempo que resonaban las trompetas y ondeaban los pendones junto al fragor de los cañones y la fusilería en los diferentes escenarios en donde se debatía el destino de la joven Nación, medrando a la sombra de los héroes que ofrendaban gustosos la vida por el ideal, los enemigos de la patria se frotaban las manos urdiendo las maniobras y artimañas que les condujeran de manera fácil al control de los estamentos jurídicos y administrativos del Estado, para controlar a su antojo, sin empacho y sin oposición, las riendas del poder político.
Todavía repercutía en el ambiente el estruendo levantado por el formidable trabucazo disparado en el bastión de La Misericordia con arrojo y decisión por Matías Ramón Mella y no bien había izado Francisco del Rosario Sánchez la enseña tricolor en la cúspide de la Puerta del Conde, tras la proclamación de la Independencia Dominicana, decretada el 27 de Febrero de 1844, cuando ya en los primeros días de Marzo de ese año llegaban hasta las murallas de la vieja ciudad colonial los informes que daban cuenta del avance de un poderoso contingente militar encabezado por el ejecutivo haitiano Charles Herard –Ainé- Riviere.
Con pasos firmes, la recién creada Junta Central Gubernativa dispuso las medidas que demandaba el momento y, al tiempo que seleccionaba a los más aguerridos y experimentados soldados para encabezar la defensa del territorio liberado -entre los que se encontraba Pedro Santana, Antonio Duvergé, José María Imbert y otros mas-, también se tomaban las medidas de tipo Constitucional, jurídico y administrativo que habrían de regir a la naciente república.
En la Fuente del Rodeo (Neyba, 11 de Marzo) se produjo el bautismo de sangre con el que los dominicanos sellaron su primera victoria frente a las huestes haitianas. A esta gesta siguieron los episodios bélicos del 19 de Marzo (Azua), 30 de Marzo (Santiago) y El Memiso (Azua, 13 de Abril).
En todos ellos, se batieron con vigor y tesón los dominicanos de todos los estratos sociales, defendiendo con uñas y dientes la nueva república que tantos años de esfuerzo, dedicación y sacrificios había costado a Juan Pablo Duarte y demás integrantes del movimiento patriótico La Trinitaria que fueron quienes con una preclara visión concibieron los proyectos independentistas y la creación de la República Dominicana.
Al tiempo que empezaban a florecer las primeras divergencias en el mando, imponiéndose los criterios de unos cuantos pesimistas que desconfiaban de la capacidad del pueblo dominicano por abrirse paso en el concierto de las naciones libres, en detrimento de quienes postulaban por sostener la lucha resuelta contra las constantes invasiones haitianas sin dejarse convencer por las indecorosas intentonas entreguistas que inclinaban la balanza en todas las direcciones, en el curso de los años siguientes se produjo la Segunda, Tercera y Cuarta Campañas militares procedentes desde territorio haitiano y encabezadas por sucesivas gestiones de mando de dicho país, encaminadas, todas ellas, en quebrar las defensas dominicanas y retrotraer la joven nación al dominio que había sufrido por espacio de 22 largos años (1822-1844).
Cachimán (17 de Junio 1845), Las Caobas (19 de Junio), La Estrelleta (17 de Septiembre) y Beller (Dajabón, 27 de Octubre), constituyeron resonantes triunfos en los que nuestros soldados defendieron con decoro y valentía las posiciones territoriales en donde estaba cimentada la noción de soberanía nacional. En El Número (17 de Abril, 1849) y Las Carreras (21 y 22 de Abril) se disiparon nuevos y poderosos aprestos militares encabezados por el ejército haitiano, gracias a la rápida y fulminante acción de las fuerzas defensoras de la república y, ya de manera más determinante, con las acciones bélicas de Santomé (22 de Diciembre 1855), Cambronal (22 de Diciembre) y Sabana Larga (Dajabón, 24 de Enero 1856) finaliza de manera contundente el largo periodo de 12 años de luchas en defensa de la soberanía e independencia nacional y en rechazo a las invasiones haitianas.
Desafortunadamente, en ese mismo periodo la ignominia se entronizó en los mandos de la Nación y acciones como la prisión y extrañamiento del territorio nacional del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, junto a otros patriotas, el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, la persecución y hostigamiento a que fueron sometidos los más connotados trinitarios y el fusilamiento del General Antonio Duvergé, llamado en justicia como El centinela de la Frontera, entre otras vituperables acciones, permitieron a Pedro Santana, Buenaventura Báez y otros de igual calaña que ostentaron la primera magistratura de la Nación, actuar con manos libres para imponer sus dictámenes entreguistas y antidemocráticos, en el devenir de los años que precedieron a la proclamación de la independencia.
Dando curso a proyectos personalistas que para nada tomaban en cuenta el sentir de la ciudadanía, en sus diferentes gestiones gubernativas tanto Santana como Báez encaminaron aprestos en aras de colocar el país bajo el control político de los Estados Unidos o alguna potencia económica del continente europeo que les garantizase el status dirigencial y su pre-eminencia política en el ámbito de la nación.
Con variaciones de fecha o de autor, las citadas gestiones habían sido encubiertas bajo la mascarada de un Protectorado francés, mediante la aplicación del Plan Levasseur (lo que, entre otras cosas involucraba el control marítimo y aduanero y la Cesión de la península y bahía de Samaná), el regreso al control de España, fomentada de manera aviesa con la implementación de la Matrícula de Segovia, hasta concluir con el proyecto definitivo de Anexión a este último país, hecho que, para vergüenza de los verdaderos dominicanos, terminó siendo aprobado en las Cortes de Cádiz en Marzo de 1861, en base a gestiones dirigidas por Pedro Santana, a cambio de seguir disfrutando de las riendas del poder en el país, para lo cual fue investido con el rango nobiliario de Marqués de las Carreras.
Contrario a las suposiciones del hatero seibano y sus aliados, las manifestaciones de amplios sectores populares en rechazo al cercenamiento de la soberanía nacional no se hicieron esperar, produciéndose una serie de levantamientos en diferentes partes del país, bajo la dirección de connotados patriotas que fijaron la pauta del caldeado ambiente que habrían de enfrentar los anexionistas españoles en sus intentos por imponer sus dominios en tierras dominicanas.
sergioreyes1306@gmail.com. Loma de Cabrera, febrero 21, 2014.
Por Sergio Reyes II
SEGUNDA PARTE: ...Y EN LA LÍNEA NOROESTE SE RECUPERÓ LA SOBERANÍA NACIONAL
El proceso de creación y consolidación de la Nación dominicana contiene aleccionadoras enseñanzas que gravitan en la conciencia del ciudadano común y fortalecen sus convicciones patrióticas, su identidad cultural y, en el caso que nos ocupa, el orgullo regional, al entrar en conocimiento de los valiosos aportes hechos por los habitantes de la frontera y la Línea Noroeste en las diferentes etapas por las que hubo de transitar el país hasta quedar constituida, de manera incontrovertible, la República Dominicana libre y soberana.
El recorrido de ese tortuoso sendero puso sobre el tapete diferentes posiciones encontradas, que caracterizaron, por un lado, la actitud intransigente esgrimida por las personas más sensatas y visionarias que se esforzaban por conquistar y mantener la República como una entidad independiente y soberana de toda potencia extranjera, y, por el otro, las posturas abyectas y vacilantes de un puñado de traidores entreguistas y vividores de la política que solo buscaban la preservación de sus propios intereses, aunque ello significase la entrega de la nacionalidad al mejor postor.
De tal suerte, al tiempo que resonaban las trompetas y ondeaban los pendones junto al fragor de los cañones y la fusilería en los diferentes escenarios en donde se debatía el destino de la joven Nación, medrando a la sombra de los héroes que ofrendaban gustosos la vida por el ideal, los enemigos de la patria se frotaban las manos urdiendo las maniobras y artimañas que les condujeran de manera fácil al control de los estamentos jurídicos y administrativos del Estado, para controlar a su antojo, sin empacho y sin oposición, las riendas del poder político.
Todavía repercutía en el ambiente el estruendo levantado por el formidable trabucazo disparado en el bastión de La Misericordia con arrojo y decisión por Matías Ramón Mella y no bien había izado Francisco del Rosario Sánchez la enseña tricolor en la cúspide de la Puerta del Conde, tras la proclamación de la Independencia Dominicana, decretada el 27 de Febrero de 1844, cuando ya en los primeros días de Marzo de ese año llegaban hasta las murallas de la vieja ciudad colonial los informes que daban cuenta del avance de un poderoso contingente militar encabezado por el ejecutivo haitiano Charles Herard –Ainé- Riviere.
Con pasos firmes, la recién creada Junta Central Gubernativa dispuso las medidas que demandaba el momento y, al tiempo que seleccionaba a los más aguerridos y experimentados soldados para encabezar la defensa del territorio liberado -entre los que se encontraba Pedro Santana, Antonio Duvergé, José María Imbert y otros mas-, también se tomaban las medidas de tipo Constitucional, jurídico y administrativo que habrían de regir a la naciente república.
En la Fuente del Rodeo (Neyba, 11 de Marzo) se produjo el bautismo de sangre con el que los dominicanos sellaron su primera victoria frente a las huestes haitianas. A esta gesta siguieron los episodios bélicos del 19 de Marzo (Azua), 30 de Marzo (Santiago) y El Memiso (Azua, 13 de Abril).
En todos ellos, se batieron con vigor y tesón los dominicanos de todos los estratos sociales, defendiendo con uñas y dientes la nueva república que tantos años de esfuerzo, dedicación y sacrificios había costado a Juan Pablo Duarte y demás integrantes del movimiento patriótico La Trinitaria que fueron quienes con una preclara visión concibieron los proyectos independentistas y la creación de la República Dominicana.
Al tiempo que empezaban a florecer las primeras divergencias en el mando, imponiéndose los criterios de unos cuantos pesimistas que desconfiaban de la capacidad del pueblo dominicano por abrirse paso en el concierto de las naciones libres, en detrimento de quienes postulaban por sostener la lucha resuelta contra las constantes invasiones haitianas sin dejarse convencer por las indecorosas intentonas entreguistas que inclinaban la balanza en todas las direcciones, en el curso de los años siguientes se produjo la Segunda, Tercera y Cuarta Campañas militares procedentes desde territorio haitiano y encabezadas por sucesivas gestiones de mando de dicho país, encaminadas, todas ellas, en quebrar las defensas dominicanas y retrotraer la joven nación al dominio que había sufrido por espacio de 22 largos años (1822-1844).
Cachimán (17 de Junio 1845), Las Caobas (19 de Junio), La Estrelleta (17 de Septiembre) y Beller (Dajabón, 27 de Octubre), constituyeron resonantes triunfos en los que nuestros soldados defendieron con decoro y valentía las posiciones territoriales en donde estaba cimentada la noción de soberanía nacional. En El Número (17 de Abril, 1849) y Las Carreras (21 y 22 de Abril) se disiparon nuevos y poderosos aprestos militares encabezados por el ejército haitiano, gracias a la rápida y fulminante acción de las fuerzas defensoras de la república y, ya de manera más determinante, con las acciones bélicas de Santomé (22 de Diciembre 1855), Cambronal (22 de Diciembre) y Sabana Larga (Dajabón, 24 de Enero 1856) finaliza de manera contundente el largo periodo de 12 años de luchas en defensa de la soberanía e independencia nacional y en rechazo a las invasiones haitianas.
Desafortunadamente, en ese mismo periodo la ignominia se entronizó en los mandos de la Nación y acciones como la prisión y extrañamiento del territorio nacional del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, junto a otros patriotas, el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, la persecución y hostigamiento a que fueron sometidos los más connotados trinitarios y el fusilamiento del General Antonio Duvergé, llamado en justicia como El centinela de la Frontera, entre otras vituperables acciones, permitieron a Pedro Santana, Buenaventura Báez y otros de igual calaña que ostentaron la primera magistratura de la Nación, actuar con manos libres para imponer sus dictámenes entreguistas y antidemocráticos, en el devenir de los años que precedieron a la proclamación de la independencia.
Dando curso a proyectos personalistas que para nada tomaban en cuenta el sentir de la ciudadanía, en sus diferentes gestiones gubernativas tanto Santana como Báez encaminaron aprestos en aras de colocar el país bajo el control político de los Estados Unidos o alguna potencia económica del continente europeo que les garantizase el status dirigencial y su pre-eminencia política en el ámbito de la nación.
Con variaciones de fecha o de autor, las citadas gestiones habían sido encubiertas bajo la mascarada de un Protectorado francés, mediante la aplicación del Plan Levasseur (lo que, entre otras cosas involucraba el control marítimo y aduanero y la Cesión de la península y bahía de Samaná), el regreso al control de España, fomentada de manera aviesa con la implementación de la Matrícula de Segovia, hasta concluir con el proyecto definitivo de Anexión a este último país, hecho que, para vergüenza de los verdaderos dominicanos, terminó siendo aprobado en las Cortes de Cádiz en Marzo de 1861, en base a gestiones dirigidas por Pedro Santana, a cambio de seguir disfrutando de las riendas del poder en el país, para lo cual fue investido con el rango nobiliario de Marqués de las Carreras.
Contrario a las suposiciones del hatero seibano y sus aliados, las manifestaciones de amplios sectores populares en rechazo al cercenamiento de la soberanía nacional no se hicieron esperar, produciéndose una serie de levantamientos en diferentes partes del país, bajo la dirección de connotados patriotas que fijaron la pauta del caldeado ambiente que habrían de enfrentar los anexionistas españoles en sus intentos por imponer sus dominios en tierras dominicanas.
sergioreyes1306@gmail.com. Loma de Cabrera, febrero 21, 2014.
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Sergio,
ResponderBorrarAl leer los párrafos 2 y 3 de tu enjundioso ensayo, me parecía estar leyendo acerca de sucesos recientes y no los ocurridos hace casi 2 siglos atrás. Moraleja: la historia es una y los enemigos siguen siendo los mismos.
Isaías