martes, 19 de noviembre de 2013
TRÁNSITO Y EDUCACIÓN
Por Fernando Rodríguez Céspedes
Si la educación de los pueblos se midiera por la forma de manejar de sus ciudadanos, nosotros quedaríamos muy mal parados a los ojos del mundo, y lo peor es que la forma temeraria de conducir provoca cada año, miles de muertes y lesionados, especialmente en la población joven del país.
Resulta alarmante la cifra de 1,500 ciudadanos muertos y 3,000 heridos cada año en nuestras calles, según datos de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), que atribuye a los accidentes de tránsito, la causa mayor de muertes en el territorio nacional.
Estas funestas estadísticas son validadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que nos coloca en el segundo lugar entre los países del mundo con mayor número de muertes por accidentes de tránsito en relación a su población, con una tasa de 41.7 por cada 100 mil habitantes.
Es lamentable que nuestro país figure siempre en lugares preponderantes en las estadísticas negativas de organizaciones internacionales sin que exista voluntad política para cambiar una situación que, en este caso, además de provocar daños físicos y materiales, lesiona nuestra imagen de pueblo civilizado.
Es loable que existan instituciones privadas que orienten a los ciudadanos de cómo comportarse cuando conducen un vehículo de motor, sin menosprecio a los aportes del sector privado, considero que esa debe ser una tarea de carácter oficial.
Se impone, urgentemente, una amplia campaña de concienciación por todos los medios de comunicación; en las escuelas y universidades, al tiempo de aplicar rigurosamente las leyes de tránsito a los violadores de las mismas, empezando por los choferes del transporte público, siguiendo con los oficiales, y concluyendo con los conductores privados.
Si la educación de los pueblos se midiera por la forma de manejar de sus ciudadanos, nosotros quedaríamos muy mal parados a los ojos del mundo, y lo peor es que la forma temeraria de conducir provoca cada año, miles de muertes y lesionados, especialmente en la población joven del país.
Resulta alarmante la cifra de 1,500 ciudadanos muertos y 3,000 heridos cada año en nuestras calles, según datos de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), que atribuye a los accidentes de tránsito, la causa mayor de muertes en el territorio nacional.
Estas funestas estadísticas son validadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que nos coloca en el segundo lugar entre los países del mundo con mayor número de muertes por accidentes de tránsito en relación a su población, con una tasa de 41.7 por cada 100 mil habitantes.
Es lamentable que nuestro país figure siempre en lugares preponderantes en las estadísticas negativas de organizaciones internacionales sin que exista voluntad política para cambiar una situación que, en este caso, además de provocar daños físicos y materiales, lesiona nuestra imagen de pueblo civilizado.
Es loable que existan instituciones privadas que orienten a los ciudadanos de cómo comportarse cuando conducen un vehículo de motor, sin menosprecio a los aportes del sector privado, considero que esa debe ser una tarea de carácter oficial.
Se impone, urgentemente, una amplia campaña de concienciación por todos los medios de comunicación; en las escuelas y universidades, al tiempo de aplicar rigurosamente las leyes de tránsito a los violadores de las mismas, empezando por los choferes del transporte público, siguiendo con los oficiales, y concluyendo con los conductores privados.
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En un país donde es una gracia y razón para celebrar el "robarse" una luz roja, no debe sorprendernos que haya tantos accidentes de tránsito. Otra cosa, amigo Fernando, esta junto, a todas las otras estadísticas negativas que nos están dando a conocer en el mundo, son una manifestación del desorden colectivo, y en todos los renglones, de que es víctima el país. Lamentablemente, no habrá mejora en ninguna de nuestras "dolencias", hasta que no se ataque con seriedad la raíz del problema que es la corrupción que mina y carcome las leyes y vulnera a quienes están llamados a hacerlas cumplir a tal punto que estos están más ocupados en buscarse lo de ellos que en velar por un orden que no importa a sus superiores, quienes tampoco tienen calidad moral para exigirlo.
ResponderBorrarIsaías