lunes, 21 de octubre de 2013
EL EMBLEMA DEL GUERRILLERO
Por el Dr. Guarionex A. Flores Liranzo (20/10/2013)
Serían las ocho de la mañana y yo y mi hermano Miguel, de 8 y 7 años, jugábamos a los soldados tirados de panza en un arenazo a un costado de la calle. Con rifles imaginarios le disparábamos al avión de la Aviación Militar Dominicana que sobrevolaba el pueblo de Mao. En la calle Agustín Cabral no se veía nadie más cuando vimos llegar por la acera al teniente Camilo, el cual nos regañó por estar desafiando el toque de queda implantado por la llegada de unos guerrilleros a la costa atlántica como parte del intento colosal de derrocar el régimen dictatorial de Trujillo. Camilo lucía malhumorado, por lo cual mi hermano y yo corrimos los pocos metros que había para menternos en la casa. Puertas cerradas. Debía ser el 21 o 22 de junio del 1959, y desde el dia 14 el ejército de Trujillo perseguía a los 54 expedicionarios que bajaron de un C-46 Curtiss en el aeropuerto de Constanza. El dia 20 llegaron las lanchas Carmen Elsa a Maimón con 96 hombres, y la Tinina a Estero Hondo con 48 hombres.
La fuerza expedicionaria estaba integrada por dominicanos, cubanos, puertorriqueños, venezolanos, norteamericanos, españoles y un guatemalteco, toda una amalgama del decoro, cuyo sacrificio marcó el inicio del fin del dictador.
Años después, mi padre, el Dr. Guarionex Flores Ortiz me narró sus vivencias durante ese acontecimiento terrible.
Debido a la cercanía geográfica, los frentes de Maimón y Estero Hondo en Puerto Plata tenían fuerte incidencia sobre la estratégica cabecera de Mao, nuestro pueblo natal. Sobre todo, Estero Hondo queda casi al norte franco, de ahí que algunos sobrevivientes heridos fueron trasladados al hospital de la Caja Dominicana de Seguros Sociales, del cual mi papá era director médico. Junto a otros galenos y enfermeras dieron una precaria ayuda a esos desgraciados bajo estrecha vigilancia militar. En un breve descuido de ésta, un guerrillero dió a mi padre sus medias y una especie de mochila vacía de lona, ambos de color verde olivo. Esos efectos los vi en mi casa y los tuve en mis manos. Tenían manchas oscuras. Creo que esos hombres fueron salvajemente metidos en el baúl de un carro y llevados a Santiago. Mi padre entregó a los parientes de aquel mártir sus pertenencias cuando los Trujillo dejaron el país.
Mi mamá también me contó que vió a mi padre llorar de rabia e impotencia al no poder tener noticias de su condiscípulo Manuel Lorenzo Carrasco (a) Manolo, que él sospechaba había llegado por Puerto Plata. En efecto, Manolo llegó junto a otros 47 valientes por Estero Hondo. Habían estudiado juntos el bachillerato de Ciencias Físicas y Naturales y la carrera de Medicina.
Yo puedo recordar que una de esas mañanas vino a nuestra casa un sombrío personaje del trujillismo maeño pidiendole a mi padre que le acompañara a la Fortaleza, donde le requerían para ver un cadáver. Llegado allí, mi padre sentía cómo aquel personaje obervaba sus reacciones, pues sabía muy bien de su pasado político en la Juventud Democrática. A pesar de que las facciones eran irreconocibles, mi padre no identificó el cuerpo como el de su amigo, que era de baja estatura. El no reconocer a su amigo quizás le salvó la vida.
Manolo, el bravo vegano, se había hecho volar a sí mismo con una granada junto a los que pretendían prenderle. Sus restos nunca fueron recuperados.
De aquella gesta, el único recuerdo físico que mi padre conservó fue un pequeño escudo del movimiento 26 de julio. Este hermoso botón se aseguraba por detrás por medio de un alfiler corto a un sujetador de presión. En un marco dorado tenía como fondo los colores esmaltados rojo y negro y la inscripción de la fecha fundacional del movimiento revolucionario cubano que terminó derrocando a Fulgencio Batista. Posiblemente el artículo le fue dado a mi padre por un militar amigo, que lo habría retirado de la solapa de la casaca de uno de los muertos que llegaron a Mao. Se decía que varios cadáveres fueron enterrados detrás de la Fortaleza.
Al consultar el listado de los cubanos que llegaron en la Tinina (La Fuerza del Sol de Junio. El significado histórico de la Expedición del 1959, Edgar Hernández, 2011; Impresora Soto Castillo) me atrevo a sugerir los nombres del posible dueño del escudo:
1- Hermes Bueno Almaguer (a)Papi
2- Florián Flores
3- Ramón López López (a)Nené, capitán
4- Tomás Rodríguez
Serían las ocho de la mañana y yo y mi hermano Miguel, de 8 y 7 años, jugábamos a los soldados tirados de panza en un arenazo a un costado de la calle. Con rifles imaginarios le disparábamos al avión de la Aviación Militar Dominicana que sobrevolaba el pueblo de Mao. En la calle Agustín Cabral no se veía nadie más cuando vimos llegar por la acera al teniente Camilo, el cual nos regañó por estar desafiando el toque de queda implantado por la llegada de unos guerrilleros a la costa atlántica como parte del intento colosal de derrocar el régimen dictatorial de Trujillo. Camilo lucía malhumorado, por lo cual mi hermano y yo corrimos los pocos metros que había para menternos en la casa. Puertas cerradas. Debía ser el 21 o 22 de junio del 1959, y desde el dia 14 el ejército de Trujillo perseguía a los 54 expedicionarios que bajaron de un C-46 Curtiss en el aeropuerto de Constanza. El dia 20 llegaron las lanchas Carmen Elsa a Maimón con 96 hombres, y la Tinina a Estero Hondo con 48 hombres.
La fuerza expedicionaria estaba integrada por dominicanos, cubanos, puertorriqueños, venezolanos, norteamericanos, españoles y un guatemalteco, toda una amalgama del decoro, cuyo sacrificio marcó el inicio del fin del dictador.
Años después, mi padre, el Dr. Guarionex Flores Ortiz me narró sus vivencias durante ese acontecimiento terrible.
Debido a la cercanía geográfica, los frentes de Maimón y Estero Hondo en Puerto Plata tenían fuerte incidencia sobre la estratégica cabecera de Mao, nuestro pueblo natal. Sobre todo, Estero Hondo queda casi al norte franco, de ahí que algunos sobrevivientes heridos fueron trasladados al hospital de la Caja Dominicana de Seguros Sociales, del cual mi papá era director médico. Junto a otros galenos y enfermeras dieron una precaria ayuda a esos desgraciados bajo estrecha vigilancia militar. En un breve descuido de ésta, un guerrillero dió a mi padre sus medias y una especie de mochila vacía de lona, ambos de color verde olivo. Esos efectos los vi en mi casa y los tuve en mis manos. Tenían manchas oscuras. Creo que esos hombres fueron salvajemente metidos en el baúl de un carro y llevados a Santiago. Mi padre entregó a los parientes de aquel mártir sus pertenencias cuando los Trujillo dejaron el país.
Mi mamá también me contó que vió a mi padre llorar de rabia e impotencia al no poder tener noticias de su condiscípulo Manuel Lorenzo Carrasco (a) Manolo, que él sospechaba había llegado por Puerto Plata. En efecto, Manolo llegó junto a otros 47 valientes por Estero Hondo. Habían estudiado juntos el bachillerato de Ciencias Físicas y Naturales y la carrera de Medicina.
Yo puedo recordar que una de esas mañanas vino a nuestra casa un sombrío personaje del trujillismo maeño pidiendole a mi padre que le acompañara a la Fortaleza, donde le requerían para ver un cadáver. Llegado allí, mi padre sentía cómo aquel personaje obervaba sus reacciones, pues sabía muy bien de su pasado político en la Juventud Democrática. A pesar de que las facciones eran irreconocibles, mi padre no identificó el cuerpo como el de su amigo, que era de baja estatura. El no reconocer a su amigo quizás le salvó la vida.
Manolo, el bravo vegano, se había hecho volar a sí mismo con una granada junto a los que pretendían prenderle. Sus restos nunca fueron recuperados.
De aquella gesta, el único recuerdo físico que mi padre conservó fue un pequeño escudo del movimiento 26 de julio. Este hermoso botón se aseguraba por detrás por medio de un alfiler corto a un sujetador de presión. En un marco dorado tenía como fondo los colores esmaltados rojo y negro y la inscripción de la fecha fundacional del movimiento revolucionario cubano que terminó derrocando a Fulgencio Batista. Posiblemente el artículo le fue dado a mi padre por un militar amigo, que lo habría retirado de la solapa de la casaca de uno de los muertos que llegaron a Mao. Se decía que varios cadáveres fueron enterrados detrás de la Fortaleza.
Al consultar el listado de los cubanos que llegaron en la Tinina (La Fuerza del Sol de Junio. El significado histórico de la Expedición del 1959, Edgar Hernández, 2011; Impresora Soto Castillo) me atrevo a sugerir los nombres del posible dueño del escudo:
1- Hermes Bueno Almaguer (a)Papi
2- Florián Flores
3- Ramón López López (a)Nené, capitán
4- Tomás Rodríguez
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Doctor .¡Qué metralla de artículo ! Del Doctor Flores Ortiz los maeños tenemos muchos recuerdos gratos .¡Tremendo ser humano ! Abrazos . Evelio Martínez
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