lunes, 30 de septiembre de 2013
A PROPÓSITO DE...
NUESTRO VECINDARIO DE LA DUARTE No. 40
Fernando Ferreira Azcona
En el Mao aldeano que nací y me crié, el vecindario abarcaba cuadras en todas las direcciones. Todos nos conocíamos y nos tratábamos como si fuésemos familia. Posiblemente de esta cercana relación de antaño, derive el dicho que reza: “tu familiar más cercano, es tu vecino”. ¿Será así en estos tiempos? Me temo que “el progreso” y “la civilización” hayan dado al traste con esta bella práctica.
Así, que haciendo un ejercicio de memoria, voy a tratar de recordar a los vecinos de mi niñez y adolescencia, mientras viví en la “la Vieja Casona de Madera” de la calle Duarte No. 40. De antemano, mis disculpas para aquellos que por efecto del padre tiempo, omita involuntariamente.
Empezando desde el Este, en la acera Norte de la calle Independencia, en la segunda planta de su casa vivían el ciudadano de origen portugués, Manuel Souza Teixeira y su esposa Doña Mercedes. Ellos procrearon dos hijos, Rosarito, que era muy bonita y se hizo arquitecta. Años después, siendo aun muy joven, falleció víctima del cáncer, según he escuchado, y su hermano Albertico, con quien no me traté mucho, pues yo era mucho mayor que él. Recuerdo que el peor insulto de Don Manuel, era llamarte “cabeza de burro mañoso”. Me imagino que era un eufemismo para llamar bruto a una persona.
Luego, estaba la tienda de Don Emilio Reyes, quien vivía con su familia justamente al frente de dicho comercio. También tenían dos hijos, no recuerdo el nombre del varón (creo que era Luis), sí recuerdo a Lucecita, su hija, quien era muy bella y casó con un señor de Santiago, de apellido Jiménez.
Siguiendo hacia el Oeste, el próximo inmueble estaba ocupado por una tiendecita del Sr. Oscar Peña, padre de José Oscar, Carmen, Filiberto, Josefina y Oscar. Esta familia vivía en la calle Máximo Cabral.
Al lado, vivió el Cabo E.N. Quiñones, quien desempeñaba funciones de enfermería en la fortaleza de Mao. Su hijo Ernesto y yo fuimos compañeros de estudios en segundo o tercer grado de la primaria. A este amigo le pasó un percance fisiológico, una vez que se le negó el permiso para ir al baño…
En la próxima casa vivió Don Aquilino Castillo, su esposa Doña Silvia y su larga familia. Doña Silvia fue una gran mujer, muy cariñosa y falleció siendo aun relativamente joven. De los hijos mayores recuerdo a Aquilinito y a Modesta, quien con el devenir del tiempo, se convirtió en una de las más afamadas y cotizadas diseñadoras de ropa femenina de nuestro país. A esta queridísima familia nos une una gran amistad, pues a partir de su hija Ramona, quien fue mi compañera de estudios en varios cursos y que falleciera años más tarde trágicamente, Gregorio, quien es como un hermano menor para nosotros, Edita, Tina y “Viejo”, las relaciones entre ambas familias se estrecharon de manera admirable.
En la próxima vivienda, vivían Mamá Iso, la abuela de los muchachos Amaro Barrera, a quienes nos referiremos más adelante. A Mamá Iso, quien sufría de procesos asmáticos crónicos, le acompañaban Joaquina, y por períodos determinados de tiempo, nuestro gran amigo, y pitcher zurdo estelar de los “Yankees Maeños”, Pedro Tomás Amaro. En esta casa, después de yo haber salido de Mao, vivieron Daysi y Manuel Disla, hijo del Prócer Maeño Don Enerio Disla.
En la casa siguiente, vivió temporalmente el Mayor EN, Puente Rodríguez, quien llegó a Mao precedido de la fama de ser un sicario del dictador Rafael Trujillo y su régimen, y que según la historia, fue ascendido de raso a teniente, por su “destacada y heroica” actuación contra los patriotas dominicanos que desembarcaron por Luperón, en 1949, con el propósito de derrocar el régimen de Trujillo. Cuenta nuestro Padre, quien era desafecto al régimen trujillista, que este oficial lo invitó en repetidas ocasiones a ir de cacería, el deporte favorito de Papá. Pero, ya él había sido advertido por el Capitán EN, Manuel Secundino Pérez Peña, que el propósito de estas invitaciones era matarlo, y luego aducir que se le había zafado un tiro accidentalmente. Obviamente, Papá nunca aceptó estas “amables invitaciones”.
En esta misma casa, muchos años más tarde, se mudó la familia Tejada Reyes. Nazario Tejada, quien llegó a Mao como un Gerente Medio del Royal Bank of Canadá, contrajo nupcias con nuestra amiga Carmen Reyes, y procrearon una bella familia, formada por Carmen Jane, Nazarito, Nazarina y el más joven, cuyo nombre escapa a mi memoria. Nazario nos dejó hace unos años, pero Carmen y algunos de sus hijos aun viven en esta casa.
El solar de la esquina Duarte con Independencia estuvo baldío por muchos años, hasta que lo adquirió Don Domingo Rodríguez, quien construyó el edificio que ocupa la Tienda Ferreira en el primer piso. En la segunda planta, vivió por muchos años la familia Rodríguez Azcona, y aun vive Don Domingo y nuestro primo Tony, con su esposa Flérida y sus hijas Camila y Sofía. Más adelante nos referiremos a esta entrañable familia.
Volviendo a la esquina formada por las calles 27 de Febrero e Independencia, en la acera Sur-Este, estaba ubicado el mercado público, antes de ser movido a la sede que ocupa actualmente. Allí debíamos ir diariamente a comprar la carne y los vegetales, pues en casa no había nevera.
Donde hoy se encuentra el Supermercado Morel, estaba ubicada la Ferretería Amaro-Peña, de Don Miguel Peña y Don Polín Amaro. Esta fue el primer, y por mucho tiempo único, negocio de este tipo en Mao.
Como he señalado anteriormente, en la casa del lado, vivió Don Emilio Reyes con su familia. Posteriormente, este inmueble ha tenido múltiples usos, pues allí estuvo ubicada la fortaleza del ejército, a finales de la década de los años 50, y también desempeñó el rol de local del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Creo que actualmente funciona como almacén del Supermercado Morel.
En la residencia adyacente, vivió Don Virgilio Reyes y su distinguida familia. Recuerdo con mucho cariño a sus hijas Carmen y Dulcita. Más tarde, a esta casa se mudaron Don Niño y Doña Ana Fidelia, los padres de Sandra y René. Doña Ana Fidelia es la mujer con el más amplio sentido del humor que he conocido en mi vida. Sandra ingresó a las filas de la Policía Nacional y René, quien se convirtió en un gran amigo de nuestra familia, emigró a los Estados Unidos de América. Hace décadas que no veo a ninguno de estos dos buenos amigos.
Al Oeste, vivió la familia Brito Reyes, antes de mudarse a la calle Duarte, a la casa que sirvió de local a la primera sede de CODETEL en Mao. Mr. Frank, como le decíamos al papá de Roberto, Ricardo, Claritza, Adalgisa y Norka falleció siendo yo un muchacho. Pero esta laboriosa familia salió adelante con su esfuerzo propio. Roberto jugaba mucha pelota con nosotros en el play que teníamos en el patio de nuestra casa. Claritza, quien casó con Dagoberto Almánzar, fue compañera de trabajo de nuestra hermana Lourdes, en el Royal Bank, y como este mundo es un vecindario, la hija de Norka y Fausto (Popito) Madera, Larissa, está casada con nuestro sobrino Julio Augusto Ferreira Tavera.
Luego venía la casa de Don Julito Estévez y su esposa Doña Dulce Reyes. Con ellos, además de sus hijos Dulcita y Rafael, también vivía el excelso poeta Juan de Jesús Reyes. Recuerdo que en ese entonces, las hojas de papel de escribir a máquina eran a dos por chele, y Don Juan de Jesús cruzaba todas las tardes a comprar dos cheles de este papel, en el negocio de nuestro Padre. Es decir, que todos los días ejercitaba su intelecto, escribiendo poesías. Dulcita contrajo nupcias y emigró a los Estados Unidos. Nuestro amigo Janio es fruto de este amor. Rafael, como todos sabemos, se hizo médico. Luego, viajó a España a realizar estudios de post grado y posteriormente, se hizo cirujano en Cincinnati, USA. Ha desarrollado una exitosa y muy ética carrera, la cual lo consagra como uno de los Maestros de la Medicina Dominicana.
En la casa de la esquina, vivieron Don Damico Reyes y su esposa Doña Lidia Pérez Peña, los padres de nuestro amigo Tirso Reyes. Como la casa era de dos pisos, en la parte superior, Don Damico estableció una escuela comercial para enseñar mecanografía, taquigrafía y contabilidad. Mientras Doña Lidia, en horas de la mañana, dirigía una escuelita-hogar, donde se alfabetizaron muchos niños del pueblo, incluyendo a nuestro hermano Alfonso. Así como Don Juan de Jesús cruzaba todas las tardes a comprar papel de escribir a máquina, Don Damico hacía lo mismo para comprar una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike. Don Damico también desempeñó funciones públicas y fue un dirigente local del Partido Dominicano.
Cuando la familia Reyes Pérez emigró de Mao, se mudó a esta casa Doña Lucila de Bogaert, quien fue la segunda esposa de Don Alberto Bogaert. De esta unión nació su hijo Albertico. Recuerdo con mucho cariño, que como en casa tampoco había TV, Doña Lucila, que era hija del padrino de nuestro hermano Norman, nos invitaba a ver televisión a su casa y nos brindaba deliciosos postres. Mientras Doña Lucila y su hijo ocupaban el primer piso de la casa, en el segundo, operaba el Juzgado de Paz de Mao. Posteriormente, Don Aquilino Castillo, Doña Silvia y familia pasaron a vivir en el primer piso de esta casa. Más adelante, esta casa fue demolida, y en su solar fue construida la Asociación Noroestana de Ahorros y Préstamos.
Al frente de la casa a que acabamos de referirnos, vivían Don José Marrero, Doña Tina y su bella hija Elba Marieta. A pesar de que Don José era el padrino de nuestro hermano Miguel, y que Marieta y yo éramos contemporáneos, no compartíamos mucho, pues en esa época, los varones andábamos por un lado y las niñas, por otro. Con el transcurrir del tiempo, Marieta fue elegida Reina de las Fiestas Patronales, y yo fui su “chambelán”. El Dr. Héctor Ricardo Brea tiene en su poder algunas fotos de esta ocasión.
En el patio de la casa de Don José y Doña Tina, después de la cocina, había un almacén que servía de cuarto de desahogo. No sé cómo, pero allí se hospedaron dos haitianos, Lecilí y Tomás. El primero tenía facciones finas, pero el segundo, que era el más buena gente, debía ser el “eslabón perdido” entre el hombre y el mono. ¡Nunca he visto a alguien más parecido a un gorila, que el pobre Tomás! Ambos haitianos iban y venían todos los días, caminando a pie, al Central Esperanza. Se pasaban el día cortando y comiendo caña y por la tarde-noche cenaban con un locrio de arenques, al estilo haitiano. Con el tiempo, dejamos de ver a Tomás y Lecilí, se convirtió en un “dandy”, ¡más enamorado que un gato metido en parranda!
Al terminar la cuadra, estaba el taller de reparación de bicicletas de los hermanos Blanco y Orlando Peña. Allí pasábamos largas horas “comiendo boca”, como decía la generación anterior a la nuestra, pero sobretodo, “conversando” con un señor paralítico a quien apodaban Vale Queño y que “vivía” (si a su existencia se le pudiese llamar vivir) en la parte posterior del taller. Al parecer, el Vale Queño tenía una “apuesta clandestina” con los personajes más ricos y distinguidos de Mao, la cual consistía en quién viviera por más tiempo. De tal manera, que cuando él escuchaba repicar las campanas anunciando la muerte de alguien, inmediatamente preguntaba quién se había muerto. Cuando escuchaba el nombre del recién fallecido, estallaba en una estruendosa carcajada y exclamaba: “Otro que me lambí” e inmediatamente, hacía una rayita con tiza, en la pared más cercana a su destartalado catre…
Cruzando la Máximo Cabral, estaba la casa de Don Bulín Madera y su muy elegante esposa. Eran dos señores muy mayores para mi edad, y no tenían hijos que fuesen contemporáneos con nosotros, de tal manera que nuestra relación se limitaba a ir todos los días, a comprar la leche que consumía nuestra familia. Por esta razón, a veces entrábamos al patio y pudimos apreciar que en esta casa había un mini zoológico. Allí había muchos animales domésticos, entre los cuales sobresalía un bendito cuervo, al que Don Bulín había enseñado a hablar y pronunciaba frases completas. Como ya Evelio Martínez escribió un artículo sobre este personaje, no voy a abundar sobre el mismo.
Al frente de Don Bulín Madera quedaba la estación de gasolina de Niño Tio y Don Efigenio de la Rosa (El Mozo). Este fue el primer establecimiento en su género que instaló en Mao, el lavado y engrase de vehículos a presión. En este lugar trabajaban dos hermanos, Agustín y Víctor Güichardo, a quienes no he vuelto a ver en los últimos cincuenta o más años. Recuerdo que El Mozo iba todas las tardes a supervisar el negocio. Recostaba una silla contra la pared frontal del patio de Don Bulín, y empezaba a mascar tabaco y a escupir… ¡En poco tiempo, el cemento de la acera, “en su área de influencia” estaba teñido de marrón!
En la calle Duarte, al lado de Don José Marrero y Doña Tina vivían Don Enriquito Marrero y esposa, ya muy mayores, y al lado de estos, Kime Marrero, Doña Any, y sus hijos Oneida (Cucha) y Rafael (Yuyi) Marrero. Al fallecer Don Enriquito, se mudaron a la tercera casa a partir de la calle Independencia, un señor de apellido Tejada, que estaba casado con Doña Pura Bogaert, quienes tenían un hijo llamado Carlos. Más adelante, en esta casa vivió nuestra hermana Lourdes, con su esposo Carlos Juan y sus hijos Lourdes Anastasia, Carolina, Juan Carlos y Rosa Lourdes Denisse Rodríguez Ferreira.
En la acera del frente a nuestra casa, desde la calle Sabana Larga, estaban la tiendecita de Don Rafael Reyes (Fello Buy Buy). Este era un personaje sumamente agradable, de un temperamento jovial, pero lamentablemente, su negocio nunca prosperó.
Luego, estaba la casa de Don Panchito Madera y su esposa Doña María. Nunca crucé una palabra con esta pareja, quizás por la brecha generacional, y lo que más recuerdo de ellos, fue cuando trajeron a Don Panchito muerto, asesinado por órdenes del dictador Trujillo. Este suceso fue ampliamente debatido en las páginas de MEEC y la información que recopilé después de dicho debate, se acercan bastante a lo expresado por el Lic. Rafael Darío Herrera.
En la casa que está prácticamente frente a la nuestra, vivió Doña Jane Bogaert de Delgado, después de que falleciera su esposo, Don Ramón Delgado, primer propietario de la Farmacia Bogaert. Ella era una mujer muy dulce y cariñosa. Con ella vivían Elsita Mustonen, una joven sumamente bella y elegante, su hermano Pablo, que iba por temporadas, igual que su hijo (de Doña Jane) Rogelio, quien estaba en el seminario, y su inseparable Ama de Casa, Doña Julia, una santa mujer, madre de Tita y Luis Julio. Doña Julia era la bondad hecha mujer, afable y cariñosa. Siempre nos “sorprendía” brindándonos los postres más ricos que jamás haya probado.
Cuando Doña Jane emigró de Mao, a esa casa se mudaron unos pastores “cristianos”, de nacionalidad estadounidense, quienes para atraer feligreses a sus cultos religiosos ofrecían bizcochos y refrigerios a los asistentes a sus prédicas. A nosotros no nos faltaban ganas de ir a comernos todo lo que brindaban, pero siendo nuestra madre tan católica, nunca nos atrevimos a cruzar la calle con este propósito.
Al parecer, la religión que pregonaban no tuvo buena pegada (otros dicen que con el asesinado de Don Panchito Madera, “se les metió el pendejo”) y los pastores cristianos “levantaron anclas”. Es así, como se muda a esta casa una de las tres mujeres que más he amado en mi vida: Mi Tía Talla, y junto a ella su esposo Don Domingo Rodríguez y su primogénita Magda Alina. Allí habrían de nacer posteriormente, sus otros dos hijos, Silvana Rafaelina (Rafe) y Domingo Antonio (Tony) Rodríguez Azcona. El hecho de que Talla se mudara frente a casa, me cayó como anillo al dedo, pues cuando ella preparaba alguna delicatesen me llamaba, o si no, ¡yo me auto invitaba!
Años más tarde, Don Domingo compró el solar baldío de la esquina frente a casa y construyó el edificio cuyo primer piso alberga la Tienda Ferreira. La familia Rodríguez Azcona pasó a vivir en el segundo piso del mismo. Entonces, en la casa donde vivían anteriormente, se mudaron “mi hija postiza” Rafaelina, y su esposo Juan Minier (Tenei). Allí nacieron sus hijos Miguel Eduardo, Marianne e Ivanna.
En la acera Oeste de la calle Duarte, empezando desde el Norte, en la esquina con la calle Sabana Larga estaba la Tienda La Opera, de cuyo dueño solo recuerdo su primer nombre, Don Miguel, y que hablaba medio españoleado, quizás para impresionar a los subdesarrollados aldeanos que éramos nosotros.
En la casa al lado de nosotros vivía una pareja que Papá Dios debe tener sentado a su derecha: Don Juan (Papá Juan) y Doña Gloria (Mamá Gloria) Barrera. Junto a ellos, vivían sus nietos Rhina, Cucho, Pedro José (Peché), Santiaguito y Federico, a quien apodábamos El Chino. Entre los varones de este grupo y nuestros hermanos menores se desarrolló un vínculo de amistad tan fuerte, que Papá Juan y nuestro Padre acordaron abrir una puerta por la empalizada (verja) que separaba ambas viviendas, de tal manera, que estos muchachos no tuvieran que salir a la calle para visitarse unos a otros.
De “carambola”, como yo era el más viejo de todos (y afortunadamente sigo siéndolo), los nietos de Papá Juan y Mamá Gloria pasaron a ser mis protegidos. Hace unos meses, me junté con Cucho Amaro en el homenaje a nuestra querida Maestra Lavinia Del Villar, y entre carcajadas y tragos, me recordaba todas las trompadas que yo intercambié con cada “tiguere” que osara propasarse con, o abusar de él. Como fueron cosas de muchachos, yo había olvidado la mayoría de esos pleitos callejeros.
Muchos años más tarde, mi gran amigo y hermano, Miguelín Marrero, otro de mis protegidos, ya casado y con hijos, pasó a vivir en la casa que fuera de Papá Juan y Mamá Gloria Barrera.
¡Qué vecindario más chulo, me tocó para compartir y disfrutar! A todos mis vecinos, muchos ya idos a la morada eterna, gracias por haberme cuidado, guiado e inspirado con sus ejemplos de vida. Asimismo, a todos y a cada uno de ellos, les pido perdón, si consciente o inconscientemente les falté u ofendí con mis acciones.
Fernando Ferreira Azcona
En el Mao aldeano que nací y me crié, el vecindario abarcaba cuadras en todas las direcciones. Todos nos conocíamos y nos tratábamos como si fuésemos familia. Posiblemente de esta cercana relación de antaño, derive el dicho que reza: “tu familiar más cercano, es tu vecino”. ¿Será así en estos tiempos? Me temo que “el progreso” y “la civilización” hayan dado al traste con esta bella práctica.
Así, que haciendo un ejercicio de memoria, voy a tratar de recordar a los vecinos de mi niñez y adolescencia, mientras viví en la “la Vieja Casona de Madera” de la calle Duarte No. 40. De antemano, mis disculpas para aquellos que por efecto del padre tiempo, omita involuntariamente.
Empezando desde el Este, en la acera Norte de la calle Independencia, en la segunda planta de su casa vivían el ciudadano de origen portugués, Manuel Souza Teixeira y su esposa Doña Mercedes. Ellos procrearon dos hijos, Rosarito, que era muy bonita y se hizo arquitecta. Años después, siendo aun muy joven, falleció víctima del cáncer, según he escuchado, y su hermano Albertico, con quien no me traté mucho, pues yo era mucho mayor que él. Recuerdo que el peor insulto de Don Manuel, era llamarte “cabeza de burro mañoso”. Me imagino que era un eufemismo para llamar bruto a una persona.
Luego, estaba la tienda de Don Emilio Reyes, quien vivía con su familia justamente al frente de dicho comercio. También tenían dos hijos, no recuerdo el nombre del varón (creo que era Luis), sí recuerdo a Lucecita, su hija, quien era muy bella y casó con un señor de Santiago, de apellido Jiménez.
Siguiendo hacia el Oeste, el próximo inmueble estaba ocupado por una tiendecita del Sr. Oscar Peña, padre de José Oscar, Carmen, Filiberto, Josefina y Oscar. Esta familia vivía en la calle Máximo Cabral.
Al lado, vivió el Cabo E.N. Quiñones, quien desempeñaba funciones de enfermería en la fortaleza de Mao. Su hijo Ernesto y yo fuimos compañeros de estudios en segundo o tercer grado de la primaria. A este amigo le pasó un percance fisiológico, una vez que se le negó el permiso para ir al baño…
En la próxima casa vivió Don Aquilino Castillo, su esposa Doña Silvia y su larga familia. Doña Silvia fue una gran mujer, muy cariñosa y falleció siendo aun relativamente joven. De los hijos mayores recuerdo a Aquilinito y a Modesta, quien con el devenir del tiempo, se convirtió en una de las más afamadas y cotizadas diseñadoras de ropa femenina de nuestro país. A esta queridísima familia nos une una gran amistad, pues a partir de su hija Ramona, quien fue mi compañera de estudios en varios cursos y que falleciera años más tarde trágicamente, Gregorio, quien es como un hermano menor para nosotros, Edita, Tina y “Viejo”, las relaciones entre ambas familias se estrecharon de manera admirable.
En la próxima vivienda, vivían Mamá Iso, la abuela de los muchachos Amaro Barrera, a quienes nos referiremos más adelante. A Mamá Iso, quien sufría de procesos asmáticos crónicos, le acompañaban Joaquina, y por períodos determinados de tiempo, nuestro gran amigo, y pitcher zurdo estelar de los “Yankees Maeños”, Pedro Tomás Amaro. En esta casa, después de yo haber salido de Mao, vivieron Daysi y Manuel Disla, hijo del Prócer Maeño Don Enerio Disla.
En la casa siguiente, vivió temporalmente el Mayor EN, Puente Rodríguez, quien llegó a Mao precedido de la fama de ser un sicario del dictador Rafael Trujillo y su régimen, y que según la historia, fue ascendido de raso a teniente, por su “destacada y heroica” actuación contra los patriotas dominicanos que desembarcaron por Luperón, en 1949, con el propósito de derrocar el régimen de Trujillo. Cuenta nuestro Padre, quien era desafecto al régimen trujillista, que este oficial lo invitó en repetidas ocasiones a ir de cacería, el deporte favorito de Papá. Pero, ya él había sido advertido por el Capitán EN, Manuel Secundino Pérez Peña, que el propósito de estas invitaciones era matarlo, y luego aducir que se le había zafado un tiro accidentalmente. Obviamente, Papá nunca aceptó estas “amables invitaciones”.
En esta misma casa, muchos años más tarde, se mudó la familia Tejada Reyes. Nazario Tejada, quien llegó a Mao como un Gerente Medio del Royal Bank of Canadá, contrajo nupcias con nuestra amiga Carmen Reyes, y procrearon una bella familia, formada por Carmen Jane, Nazarito, Nazarina y el más joven, cuyo nombre escapa a mi memoria. Nazario nos dejó hace unos años, pero Carmen y algunos de sus hijos aun viven en esta casa.
El solar de la esquina Duarte con Independencia estuvo baldío por muchos años, hasta que lo adquirió Don Domingo Rodríguez, quien construyó el edificio que ocupa la Tienda Ferreira en el primer piso. En la segunda planta, vivió por muchos años la familia Rodríguez Azcona, y aun vive Don Domingo y nuestro primo Tony, con su esposa Flérida y sus hijas Camila y Sofía. Más adelante nos referiremos a esta entrañable familia.
Volviendo a la esquina formada por las calles 27 de Febrero e Independencia, en la acera Sur-Este, estaba ubicado el mercado público, antes de ser movido a la sede que ocupa actualmente. Allí debíamos ir diariamente a comprar la carne y los vegetales, pues en casa no había nevera.
Donde hoy se encuentra el Supermercado Morel, estaba ubicada la Ferretería Amaro-Peña, de Don Miguel Peña y Don Polín Amaro. Esta fue el primer, y por mucho tiempo único, negocio de este tipo en Mao.
Como he señalado anteriormente, en la casa del lado, vivió Don Emilio Reyes con su familia. Posteriormente, este inmueble ha tenido múltiples usos, pues allí estuvo ubicada la fortaleza del ejército, a finales de la década de los años 50, y también desempeñó el rol de local del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Creo que actualmente funciona como almacén del Supermercado Morel.
En la residencia adyacente, vivió Don Virgilio Reyes y su distinguida familia. Recuerdo con mucho cariño a sus hijas Carmen y Dulcita. Más tarde, a esta casa se mudaron Don Niño y Doña Ana Fidelia, los padres de Sandra y René. Doña Ana Fidelia es la mujer con el más amplio sentido del humor que he conocido en mi vida. Sandra ingresó a las filas de la Policía Nacional y René, quien se convirtió en un gran amigo de nuestra familia, emigró a los Estados Unidos de América. Hace décadas que no veo a ninguno de estos dos buenos amigos.
Al Oeste, vivió la familia Brito Reyes, antes de mudarse a la calle Duarte, a la casa que sirvió de local a la primera sede de CODETEL en Mao. Mr. Frank, como le decíamos al papá de Roberto, Ricardo, Claritza, Adalgisa y Norka falleció siendo yo un muchacho. Pero esta laboriosa familia salió adelante con su esfuerzo propio. Roberto jugaba mucha pelota con nosotros en el play que teníamos en el patio de nuestra casa. Claritza, quien casó con Dagoberto Almánzar, fue compañera de trabajo de nuestra hermana Lourdes, en el Royal Bank, y como este mundo es un vecindario, la hija de Norka y Fausto (Popito) Madera, Larissa, está casada con nuestro sobrino Julio Augusto Ferreira Tavera.
Luego venía la casa de Don Julito Estévez y su esposa Doña Dulce Reyes. Con ellos, además de sus hijos Dulcita y Rafael, también vivía el excelso poeta Juan de Jesús Reyes. Recuerdo que en ese entonces, las hojas de papel de escribir a máquina eran a dos por chele, y Don Juan de Jesús cruzaba todas las tardes a comprar dos cheles de este papel, en el negocio de nuestro Padre. Es decir, que todos los días ejercitaba su intelecto, escribiendo poesías. Dulcita contrajo nupcias y emigró a los Estados Unidos. Nuestro amigo Janio es fruto de este amor. Rafael, como todos sabemos, se hizo médico. Luego, viajó a España a realizar estudios de post grado y posteriormente, se hizo cirujano en Cincinnati, USA. Ha desarrollado una exitosa y muy ética carrera, la cual lo consagra como uno de los Maestros de la Medicina Dominicana.
En la casa de la esquina, vivieron Don Damico Reyes y su esposa Doña Lidia Pérez Peña, los padres de nuestro amigo Tirso Reyes. Como la casa era de dos pisos, en la parte superior, Don Damico estableció una escuela comercial para enseñar mecanografía, taquigrafía y contabilidad. Mientras Doña Lidia, en horas de la mañana, dirigía una escuelita-hogar, donde se alfabetizaron muchos niños del pueblo, incluyendo a nuestro hermano Alfonso. Así como Don Juan de Jesús cruzaba todas las tardes a comprar papel de escribir a máquina, Don Damico hacía lo mismo para comprar una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike. Don Damico también desempeñó funciones públicas y fue un dirigente local del Partido Dominicano.
Cuando la familia Reyes Pérez emigró de Mao, se mudó a esta casa Doña Lucila de Bogaert, quien fue la segunda esposa de Don Alberto Bogaert. De esta unión nació su hijo Albertico. Recuerdo con mucho cariño, que como en casa tampoco había TV, Doña Lucila, que era hija del padrino de nuestro hermano Norman, nos invitaba a ver televisión a su casa y nos brindaba deliciosos postres. Mientras Doña Lucila y su hijo ocupaban el primer piso de la casa, en el segundo, operaba el Juzgado de Paz de Mao. Posteriormente, Don Aquilino Castillo, Doña Silvia y familia pasaron a vivir en el primer piso de esta casa. Más adelante, esta casa fue demolida, y en su solar fue construida la Asociación Noroestana de Ahorros y Préstamos.
Al frente de la casa a que acabamos de referirnos, vivían Don José Marrero, Doña Tina y su bella hija Elba Marieta. A pesar de que Don José era el padrino de nuestro hermano Miguel, y que Marieta y yo éramos contemporáneos, no compartíamos mucho, pues en esa época, los varones andábamos por un lado y las niñas, por otro. Con el transcurrir del tiempo, Marieta fue elegida Reina de las Fiestas Patronales, y yo fui su “chambelán”. El Dr. Héctor Ricardo Brea tiene en su poder algunas fotos de esta ocasión.
En el patio de la casa de Don José y Doña Tina, después de la cocina, había un almacén que servía de cuarto de desahogo. No sé cómo, pero allí se hospedaron dos haitianos, Lecilí y Tomás. El primero tenía facciones finas, pero el segundo, que era el más buena gente, debía ser el “eslabón perdido” entre el hombre y el mono. ¡Nunca he visto a alguien más parecido a un gorila, que el pobre Tomás! Ambos haitianos iban y venían todos los días, caminando a pie, al Central Esperanza. Se pasaban el día cortando y comiendo caña y por la tarde-noche cenaban con un locrio de arenques, al estilo haitiano. Con el tiempo, dejamos de ver a Tomás y Lecilí, se convirtió en un “dandy”, ¡más enamorado que un gato metido en parranda!
Al terminar la cuadra, estaba el taller de reparación de bicicletas de los hermanos Blanco y Orlando Peña. Allí pasábamos largas horas “comiendo boca”, como decía la generación anterior a la nuestra, pero sobretodo, “conversando” con un señor paralítico a quien apodaban Vale Queño y que “vivía” (si a su existencia se le pudiese llamar vivir) en la parte posterior del taller. Al parecer, el Vale Queño tenía una “apuesta clandestina” con los personajes más ricos y distinguidos de Mao, la cual consistía en quién viviera por más tiempo. De tal manera, que cuando él escuchaba repicar las campanas anunciando la muerte de alguien, inmediatamente preguntaba quién se había muerto. Cuando escuchaba el nombre del recién fallecido, estallaba en una estruendosa carcajada y exclamaba: “Otro que me lambí” e inmediatamente, hacía una rayita con tiza, en la pared más cercana a su destartalado catre…
Cruzando la Máximo Cabral, estaba la casa de Don Bulín Madera y su muy elegante esposa. Eran dos señores muy mayores para mi edad, y no tenían hijos que fuesen contemporáneos con nosotros, de tal manera que nuestra relación se limitaba a ir todos los días, a comprar la leche que consumía nuestra familia. Por esta razón, a veces entrábamos al patio y pudimos apreciar que en esta casa había un mini zoológico. Allí había muchos animales domésticos, entre los cuales sobresalía un bendito cuervo, al que Don Bulín había enseñado a hablar y pronunciaba frases completas. Como ya Evelio Martínez escribió un artículo sobre este personaje, no voy a abundar sobre el mismo.
Al frente de Don Bulín Madera quedaba la estación de gasolina de Niño Tio y Don Efigenio de la Rosa (El Mozo). Este fue el primer establecimiento en su género que instaló en Mao, el lavado y engrase de vehículos a presión. En este lugar trabajaban dos hermanos, Agustín y Víctor Güichardo, a quienes no he vuelto a ver en los últimos cincuenta o más años. Recuerdo que El Mozo iba todas las tardes a supervisar el negocio. Recostaba una silla contra la pared frontal del patio de Don Bulín, y empezaba a mascar tabaco y a escupir… ¡En poco tiempo, el cemento de la acera, “en su área de influencia” estaba teñido de marrón!
En la calle Duarte, al lado de Don José Marrero y Doña Tina vivían Don Enriquito Marrero y esposa, ya muy mayores, y al lado de estos, Kime Marrero, Doña Any, y sus hijos Oneida (Cucha) y Rafael (Yuyi) Marrero. Al fallecer Don Enriquito, se mudaron a la tercera casa a partir de la calle Independencia, un señor de apellido Tejada, que estaba casado con Doña Pura Bogaert, quienes tenían un hijo llamado Carlos. Más adelante, en esta casa vivió nuestra hermana Lourdes, con su esposo Carlos Juan y sus hijos Lourdes Anastasia, Carolina, Juan Carlos y Rosa Lourdes Denisse Rodríguez Ferreira.
En la acera del frente a nuestra casa, desde la calle Sabana Larga, estaban la tiendecita de Don Rafael Reyes (Fello Buy Buy). Este era un personaje sumamente agradable, de un temperamento jovial, pero lamentablemente, su negocio nunca prosperó.
Luego, estaba la casa de Don Panchito Madera y su esposa Doña María. Nunca crucé una palabra con esta pareja, quizás por la brecha generacional, y lo que más recuerdo de ellos, fue cuando trajeron a Don Panchito muerto, asesinado por órdenes del dictador Trujillo. Este suceso fue ampliamente debatido en las páginas de MEEC y la información que recopilé después de dicho debate, se acercan bastante a lo expresado por el Lic. Rafael Darío Herrera.
En la casa que está prácticamente frente a la nuestra, vivió Doña Jane Bogaert de Delgado, después de que falleciera su esposo, Don Ramón Delgado, primer propietario de la Farmacia Bogaert. Ella era una mujer muy dulce y cariñosa. Con ella vivían Elsita Mustonen, una joven sumamente bella y elegante, su hermano Pablo, que iba por temporadas, igual que su hijo (de Doña Jane) Rogelio, quien estaba en el seminario, y su inseparable Ama de Casa, Doña Julia, una santa mujer, madre de Tita y Luis Julio. Doña Julia era la bondad hecha mujer, afable y cariñosa. Siempre nos “sorprendía” brindándonos los postres más ricos que jamás haya probado.
Cuando Doña Jane emigró de Mao, a esa casa se mudaron unos pastores “cristianos”, de nacionalidad estadounidense, quienes para atraer feligreses a sus cultos religiosos ofrecían bizcochos y refrigerios a los asistentes a sus prédicas. A nosotros no nos faltaban ganas de ir a comernos todo lo que brindaban, pero siendo nuestra madre tan católica, nunca nos atrevimos a cruzar la calle con este propósito.
Al parecer, la religión que pregonaban no tuvo buena pegada (otros dicen que con el asesinado de Don Panchito Madera, “se les metió el pendejo”) y los pastores cristianos “levantaron anclas”. Es así, como se muda a esta casa una de las tres mujeres que más he amado en mi vida: Mi Tía Talla, y junto a ella su esposo Don Domingo Rodríguez y su primogénita Magda Alina. Allí habrían de nacer posteriormente, sus otros dos hijos, Silvana Rafaelina (Rafe) y Domingo Antonio (Tony) Rodríguez Azcona. El hecho de que Talla se mudara frente a casa, me cayó como anillo al dedo, pues cuando ella preparaba alguna delicatesen me llamaba, o si no, ¡yo me auto invitaba!
Años más tarde, Don Domingo compró el solar baldío de la esquina frente a casa y construyó el edificio cuyo primer piso alberga la Tienda Ferreira. La familia Rodríguez Azcona pasó a vivir en el segundo piso del mismo. Entonces, en la casa donde vivían anteriormente, se mudaron “mi hija postiza” Rafaelina, y su esposo Juan Minier (Tenei). Allí nacieron sus hijos Miguel Eduardo, Marianne e Ivanna.
En la acera Oeste de la calle Duarte, empezando desde el Norte, en la esquina con la calle Sabana Larga estaba la Tienda La Opera, de cuyo dueño solo recuerdo su primer nombre, Don Miguel, y que hablaba medio españoleado, quizás para impresionar a los subdesarrollados aldeanos que éramos nosotros.
En la casa al lado de nosotros vivía una pareja que Papá Dios debe tener sentado a su derecha: Don Juan (Papá Juan) y Doña Gloria (Mamá Gloria) Barrera. Junto a ellos, vivían sus nietos Rhina, Cucho, Pedro José (Peché), Santiaguito y Federico, a quien apodábamos El Chino. Entre los varones de este grupo y nuestros hermanos menores se desarrolló un vínculo de amistad tan fuerte, que Papá Juan y nuestro Padre acordaron abrir una puerta por la empalizada (verja) que separaba ambas viviendas, de tal manera, que estos muchachos no tuvieran que salir a la calle para visitarse unos a otros.
De “carambola”, como yo era el más viejo de todos (y afortunadamente sigo siéndolo), los nietos de Papá Juan y Mamá Gloria pasaron a ser mis protegidos. Hace unos meses, me junté con Cucho Amaro en el homenaje a nuestra querida Maestra Lavinia Del Villar, y entre carcajadas y tragos, me recordaba todas las trompadas que yo intercambié con cada “tiguere” que osara propasarse con, o abusar de él. Como fueron cosas de muchachos, yo había olvidado la mayoría de esos pleitos callejeros.
Muchos años más tarde, mi gran amigo y hermano, Miguelín Marrero, otro de mis protegidos, ya casado y con hijos, pasó a vivir en la casa que fuera de Papá Juan y Mamá Gloria Barrera.
¡Qué vecindario más chulo, me tocó para compartir y disfrutar! A todos mis vecinos, muchos ya idos a la morada eterna, gracias por haberme cuidado, guiado e inspirado con sus ejemplos de vida. Asimismo, a todos y a cada uno de ellos, les pido perdón, si consciente o inconscientemente les falté u ofendí con mis acciones.
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Wao! Y así dices que tengo buena memoria. De acuerdo en todo, aunque haya algunos datos como el del mayor Puente Rodríguez que no recuerde.
ResponderBorrarLa amistad con los Castillo de Aquilino fue la más bonita que recuerde y las familias se hubiesen unido más si el mozalbete Isaías hubiera tenido un poco más de agallas y le hubiera dicho a Edita que era la criatura más bonita que sus ojos azorados habían visto y que su amor juvenil por ella era más grande que la cordillera Central.
En la bomba Texaco del Mozo y luego de Niño Tió, al lado estaba el taller del maestro Andrés Liranzo; y al lado vivían los Güichardo: el papá de Élido, Quírico, etc. y al lado Pompilio, no me acuerdo el apellido, y Dulce Crespo.
Con los Amaro Barrera, la relación no fue tan pacífica... por lo menos en lo que se refiere a mí, Fonso, Miguel y Freddy. Se lanzaron muchas piedras de un lado y de otro, hasta el punto de haber celebrado cumbres entre los primer ministros don Juan y el Viejo. A veces la guerra entre nuestros patios parecía una escena salida del Líbano.
Tremendo trabajo. Lindo haberlo vivido, para poderlo contar!
Te felicito, mi hermano.
Isaías
Para mi ha sido altamente placentero leer este memorable escrito pues desconocía en gran parte el vecindario descrito por Fernan y debe ser referencia obligatoria para la reconstrucción de la vida cotidiana de Mao.
ResponderBorrarRafael Darío Herrera
Cabezón ; Comencé a leer esta narrativa en el trabajo, salí para la casa y tuve que parquearme en el camino para terminarla de leer ;no pude llegar ;y esto se debió al hacerme recordar a ese Mao . Narraste esa historia que no se deposita en libros,pero con un valor superior , porque al mencionar esa puertecita intercomunicadora de vecinos me recuerda el intercambio de ese plato de comida y taza de café al sonido del campanazo de las doce del mediodia. Me obliga a comparar con el actual y dista mucho de aquel vecino considerado parte de la familia; claro los hay,pero minimizado.
ResponderBorrarAhora me entero que kime y familia al igual que Marieta vivían por esos predios ;los recuerdo en la calle Sanchez. Estoy confundido con la compañia de telefono y el vecino cerca del hospital Luis L.Bogaert ,y la familia del frente a dicho hospital.
Cabezón,le confirmo a Luis el de don Emilio,esposo de mi prima Liumy ; le faltó a su amigo Orlando de Oscar Peña, jajaja. Albertico Souza murió creo que cancer tambien , bebedor y fumador, Albertico Bogaert,(padre de Nazla Bogaert) tambien fallecido, Carlos Manuel Bogaert el hijo de crianza de doña Pura Bogaert y Angel Tejada,tambien murió de cancer ;los tres estudiabamos juntos en el Santa Cruz. Le aclaro que Carlos Manuel era hermano de Dilenia ,la esposa de Quinin Santana y su padre era Charles Bogaert .
Si recuerdo a ese haitiano cuando yo cruzaba a jugar para el patio de ustedes , donde me bautizaron con el apodo "Cabezón" (no sé por qué ) mantenido hasta la muerte,jajaja.
Para finalizar de los Castillos ,Camilo era el travieso con el trago.
Su escrito me motivó a tambien recordar; gracias por tan lindos recuerdos.
Manito
Fernan:
ResponderBorrarla verdad que me ha tocado enormemente ese recuento tan veridico y emotivo, pero no solo por la parte material sino, que recuerdo como funcionaba ese pedacito en donde nacimos y nos criamos, eso que describes era asi, respeto, camaraderia y soporte, era un vecindario irrepetible y pasaban cosas que talvez no se acuerdan, te voy a nombrar algunas:
en tu casa en algunas ocasiones se destuzaba maiz en el quiosquito que estaba al lado de la casa, en esa tarea llegamos a participar los del patio de mi casa en una de esas veces al final de la faena se comenzo una guerra de tuzas al aire con tan mala suerte que se le dio en un ojo a uno de los mas chiquitos de tus hermanos se armo el griterio vino doña nena y don vitalino, nadie se hacia responsable de la accion mientras tanto saliamos a mil por la puerta de atras junto a la mata de cereza, supimos luego que hubo sanciones y nosotros tuvimos alejados por un tiempo.
En otra ocasion estabamos reunidos debajo de la mata de cambron del patio donde habia un mesa larga de madera de las que se usaban en carpinteria, estabamos todos reunidos y no se a cual del grupo se le ocurrio formar con unos palitos de fosforos una figurita hacia movimientos muy sensuales y provocativos (para esa epoca), sin percatarnos que don vitalino habia llegado muy silenciosamente porque extañaba la tranquilidad,, te puedes imaginar el corredero y luego las amonestaciones.
La esquina Independencia con Duarte del lado de tu casa era un punto de reunion obligado, frente a la casa de don Jose Y doña Tina, de ese lado la casa tenia dos puertas y la de atras se abria la mitad de arriba dejando ver hacia el techo de la casa, una noche estaba el grupo como siempre y desde la calle se veia un racimo maduro de algo que no se podia identificar comenzo la discusion de si eran platanos o eran guineos, hasta que se decidio que miguel angel el de tio parmenio (que era el que menos compartia esa noche lo hizo) alguien del grupo lo iba a levantar hasta tomar uno de lo que fuera, asi se subio en los hombros de roberto brito con tan mala suerte que doña tina se estaba cambiando de ropa en esa habitacion y como era de esperarse el griterio y la corredera pero don jose al unico que vio fue a miguel y fue donde tio parmenio y la accion le costo una semana en su habitacion
asi discurria el dia a dia con travesuras sanas
tengo algunas cosas mas que recordar con ustedes
abrazos como si estuvieramos todavia ahi
Ramón ,tus recuerdos están fresquesito ,me pusiste a dar un paseo por la Independencia y que frenazo tuve que dar frente a Bulin Colorao y al lado
ResponderBorrarde la bomba de Niño ¡ Oh y tu sabes a quien vi yo salir de ahí ! No ,después te digo ,María La Mocha a quie tu no mencionas por no ofender al ¿ ?)
me dijo : No ,no me atrevo . En serio ,Ramón que periplo nos pusiste a dar a los que verdaderamente hoyamos esas calles y nos tratamos con muchas de esas gentes que mencionas ,Rafelito Estevez debe estar gozando este magnífico relato tuyo . Mi hermano usted se las trae y también se
las lleva .Un fuerte abrazo . Evelio Martínez .
Fernan, cuantos recuerdos casi olvidados vienen nos vienen a la mente. Al leer tu artículo termine cansado pues camine por esas casas y calles en el momento de la lectura. No se si tu recuerdas la casa de Mama Linda la madre del Dr. Moya que vivía frente al hospital. Felicidades hermano, buen trabajo, nos recuerdan los mejores y más sanos momentos de nuestra juventud, donde nos conocíamos todos, aunque no tuviéramos una relación estrecha.
ResponderBorrarPapito Mármol
Gracias a todos por completar con sus comentarios y detalles mis cuartillas sobre nuestro maravilloso vecindario: es cierto, detrás de la bomba de gasolina de Niño y El Mozo, estaba el taller de Andrés Liranzo. Allí aprendió nuestro hermano Estanislao a "lavar tuercas". Asimismo, por la Máximo Cabral, vivían Don Pedro Güichardo, su esposa e hijos, y en la casa de al lado, Don Pompilo (tampoco recuerdo su apellido) y Doña Dulce Crespo. Por la Independencia con Gregorio Aracena, vivía Doña Rosa con sus hijas Aleyda (esposa de Evelio Martínez), Rosa María (esposa de Cocolo Taveras) y su hijo Milcíades. Diagonal a Doña Rosa estaba el Bar Colón de Francisco Colón, el padre de Barbara (Barbarita) Colón.
ResponderBorrarPor la Duarte, en la acera Este, al lado de CODETEL, donde también vivieron los Brito Reyes, estaba el Hospital Luis L. Bogaert, donde ejercían como "practicantes", Rafa Morel, Darío Herrera (el padre de José Darío), Evelio Martínez, Zoilo Crespo y José Fermín Francisco. En la esquina, vivieron Momón La Fuerza y su esposa Doña Lidia e hijas. En esta misma casa, años más tarde, vivió Milet Haddad, con su esposa Doña Antonia e hijos (Chiqui, Mone, Marlon).
Frente al hospital vivió Mamá Linda, el Dr. Samuel De Moya y Doña Janet de Moya. Al lado estaba la tiendecita de fantasía de Nereyda, que también vendía discos (de 45 RPM, Long Playing y 78 RPM) y antes de cruzar la calle estaba y aun está la Farmacia Mao. Por último, al cruzar la calle vivían Doña Justina, Betty y Chicho Cabral.
También es cierto lo que expresa el amigo anónimo, en casa destusábamos maiz y desgranábamos guandules. Los domingos por la noche, que Papá llegaba con con cientos de tórtolas, palomas y guineas matadas, producto de su día de cacería, nos tocaba pelar (quitarles la plumas) y hacerles la limpieza interna (extraerle las vísceras e intestinos), lavarlas y ponerlas a congelar en el freezer (para esa época ya en casa había nevera).
Gracias a todos de nuevo por ayudarme a recrear esa bella etapa de nuestras vidas.
Con afecto,
Fernan Ferreira.
Fernan, si subes un poquito más por la Duarte (que entonces no era Duarte sino Pte. Trujillo), te hubieras encontrado con la Tienda Dalinda, negocio y casa de Don Leo y Doña Dalinda, después la casa de Blanca Peña y Macuco Gómez, padres de la bella Rhaisa. Al lado la clínica que fue del Dr. Peña Andújar (allí me operaron la apéndice a los 7 años con cloroformo), al frente tenía una vieja mata de limoncillos machos que todavía debe estar ahí, luego el edificio donde estaba la biblioteca pública, Radio Mao y la tienda de Doña Victoria, la esposa de Momito Peña y madre de Aquiles Peña el super-pelotero amateur, después la Barra de Domingo Rodríguez. Cruzando la calle, la oficina de la Grenada Company, la casa de Don Parmenio Reyes, la foto El Arte y al frente Leo Tueros en camiseta blanca y chancleta, Miguelina, la de los ojos más lindos, los Castellanos (Juan Eladio) y el Royal Bank of Canada. Lo dejo ahí para que otros sigan. César Brea
ResponderBorrarAsí es, César. Completamente cierto todo tu comentario. En la Clínica del Dr. Peña que mencionas, también operaron a nuestro hermano Fonso, quien entonces era muy niño, de una peritonitis que prácticamente se convirtió en septicemia. Estuvo al borde de la muerte. Se pasó como un mes interno, y cuando el Dr. Peña le dio de alta, Papá le preguntó que cuánto le debía, a lo que el Dr. Peña le respondió: "No fui yo quien se lo arrebató a la muerte... fue Dios. Vamos a celebrarlo". No sé si más adelante, le cobraría algo de dinero. Sin lugar a dudas, este "episodio" contribuyó a estrechar aun más la gran amistad que siempre ha existido entre nuestra familia y la Peña Tio.
ResponderBorrarUn abrazo,
Fernan Ferreira.
Gracias amigo Fernan. En vez de leer, estoy viendo un documental de aquel Mao que quizás en el momento del rodaje no recuerdo, pero sí muchos de sus protagonistas incluyendo al director.
ResponderBorrarConafectos, Ley S.
Apreciado Ley:
ResponderBorrarGenial tu comentario. Gracias. Espero que sigas recuperándote satisfactoriamente.
Un abrazo, caro amigo,
Fernan Ferreira.
Excelente! Ya sé el 'tigueraje' del barrio, y tan santo que se ven ahora!
ResponderBorrarQuiero aportar lo siguiente:
El hijo menor de tía carmen y Nazario Tejada se llama Leonel y antes de Rafe y Teney vivía Aquilito Morel y familia en la casa de Don Domingo.
Esos lazos de la barriada son fuertes, ya que un nieto de Don Julito y Doña Dulce (yo) se caso con una nieta de Mama Iso.
Janio Perez Estevez