martes, 25 de marzo de 2014
LA OTRA FACETA DE RAMÓN BONILLA
Por Rafael Darío Herrera
El autor es historiador, profesor universitario, miembro del Comité de Historia de Mao, Inc. y miembro de la Academia Dominicana de la Historia.
Muchas personas solo conocen el lado pintoresco, jocoso, anecdótico así como los habituales periplos de Ramón Bonilla por las calles de Mao pero desconocen su faceta como hábil carpintero y ebanista, como labrador de la madera.
Ramón María Bonilla Minaya, nació en Mao el 8 de junio de 1910, hijo de la pareja formada por Domingo Bonilla Méndez, n. 1866, quien a su vez era hijo de Andrés Bonilla, n. 1809 y f. 13 de enero de 1889, oriundo de Puñal, Santiago, tronco de una numerosa familia y uno de los fundadores de Mao. Aquí se casó con la maeña María de la Altagracia Méndez, n. 1819 y f. 16 de marzo de 1909. La madre de Ramón era Ana Virginia Minaya, n. 1869 y f. 1º de marzo de 1919, hija de Águeda Minaya, n. 1842.
Por la carencia de escuelas así como por la rigidez de su padre, Ramón no alcanzó ningún grado educativo. Informaciones orales revelan que su padre lo escondía cuando las autoridades escolares registraban todas las casas en procura de infantes ante la promulgación de la ley de enseñanza obligatoria que dictaron las autoridades norteamericanas en 1919.
Ramón siempre contaba que en una ocasión su padre lo envió a comprar sal para salcochar unas batatas pero se quedó durante horas embelesado contemplando por primera vez un automóvil Ford de palitos y cuando llegó en horas de la tarde con la sal, su padre le propinó una tremenda golpiza.
Dotado de una inteligencia natural, la falta de educación no fue óbice para que Bonilla aprendiera a confeccionar muebles (sillas, mesas, camas, culatas para armas de fuego, etc.), casas de madera, camas de camiones y billares. No olvidemos que una de las cualidades esenciales de todo artesano es su precisión lo cual demanda el dominio de las operaciones elementales de la aritmética, sobre todo para la cubicación de la madera para fabricar un mueble.
Su taller de ebanistería, que funcionaba en la enramada de su casa, ubicada en la Santa Ana número seis, se convirtió en escuela para muchísimas personas del barrio, entre las que podemos citar a Blanquinín Tavárez, su sobrino, Caballerón Ramírez, Rafael Reynoso, Chicho Tavárez, Sergio Frías (Sergio el Feo), Sergio García, sus hijos Euclides, Simán y Mon y otros. Estos alumnos, a su vez, lograron instalar sus propios talleres de ebanistería y divulgar los saberes adquiridos.
El 22 de marzo de 1952 don Ramón celebró su matrimonio canónigo con Emerenciana Matilde Rodríguez de Peña, n. 14 de marzo de 1918, hija de Fernando Rodríguez y Altagracia de Peña Aracena, Grá, n. 1890 y f. 4 de mayo de 1983. Hijos: 1 Rafael Antonio, Euclides, 2 José Domingo, Simán, 3 Lucía Altagracia, 4 Mercedes Betania, 5 José Manuel y 6 José Luis Bonilla Rodríguez.
Diversas casas de madera de la ciudad de Mao fueron construidas por Ramón Bonilla, muchas de las cuales ya han sido destruidas. Aunque fue en la construcción de camas de camiones donde logró descollar sobre todo en el período de auge de la producción de guineos en la Línea Noroeste a raíz de la instalación de la empresa Grenada Company. Cuando la empresa decidió contratar colonos para la producción de la vianda, muchos propietarios de camiones de la región viajaban varias veces a la semana al puerto de Manzanillo.
Bonilla fue pionero en todo el norte del país en la reparación o construcción de las camas de camiones, lo cual se hacía de manera intensa, es decir, no había horario ni día de fiestas. Para poder tolerar este intenso trabajo, y ya casi al final de la jornada, Ramón y su equipo de trabajadores se ‘anestesiaban’ con ron. Pero al otro día había que continuar el trabajo. Y por su elevado sentido de la responsabilidad continuaban el trabajo al día siguiente con mayor intensidad. Allí se reunían los más conocidos choferes de camiones de la época: Genarito Colón, Chichí Barreras, Felichín Reyes, Adalberto Vargas, Víctor Cepeda, Momón Peña, Marcelino, entre otros.
Por la carencia de maquinarias, los gruesos palos los cortaban con un serrucho al igual que para rebajar uno de los soportes de las barandillas de la cama. Los hoyos para los tornillos los hacían a pura fuerza con un barbiquín. Es decir, Ramón y su equipo no disponían de sierras eléctricas, taladros, pulidoras, martillos eléctricos y otros equipos que en la actualidad facilitan el trabajo del ebanista.
Ramón participó junto a su hijo Euclides en la construcción del liceo Juan de Js. Reyes preparando la madera para los vaciados de las vigas y columnas, aunque como Ramón era perredeísta y antibalaguerista intentaron retirarlo de la construcción. También laboró durante un largo tiempo con la familia Bogaert a quien le construyó camas, sillas, espaldares, mesas normales y decorativas, gaveteros, etc. Asimismo, le construyó muebles a Feso Madera, Julita Tió, Aura Bueno y otras personas que todavía se conservan en perfecto estado ya que se utilizaba caoba criolla y un barniz compuesto por gomalaca, alcoholado y maibelá que se aplicaba con una estopa. La cola cacamite o pegamento venía en granito y se hervía en un coldero con agua la cual tenía una gran resistencia.
Cuando se desarrolló la industria metalmecánica empezó el declive de las construcciones de camas de camiones en madera además de que los años le cayeron encima a Ramón aunque trabajó hasta los últimos años de su vida y falleció el 25 de mayo de 1990. Sus pulmones se congestionaron de serrín y nicotina.
Frases célebres de Ramón Bonilla:
1) Al tonto déjalo tonto
y al inocente, inocente
y al que se deja joder,
seguirlo jodiendo siempre.
2) Te odio y sin embargo te quiero.
3) En la subida de un cerro
y en la bajada de otro
ningún hombre que tome ron
le diga borracho a otro.
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El autor es historiador, profesor universitario, miembro del Comité de Historia de Mao, Inc. y miembro de la Academia Dominicana de la Historia.
Muchas personas solo conocen el lado pintoresco, jocoso, anecdótico así como los habituales periplos de Ramón Bonilla por las calles de Mao pero desconocen su faceta como hábil carpintero y ebanista, como labrador de la madera.
Ramón María Bonilla Minaya, nació en Mao el 8 de junio de 1910, hijo de la pareja formada por Domingo Bonilla Méndez, n. 1866, quien a su vez era hijo de Andrés Bonilla, n. 1809 y f. 13 de enero de 1889, oriundo de Puñal, Santiago, tronco de una numerosa familia y uno de los fundadores de Mao. Aquí se casó con la maeña María de la Altagracia Méndez, n. 1819 y f. 16 de marzo de 1909. La madre de Ramón era Ana Virginia Minaya, n. 1869 y f. 1º de marzo de 1919, hija de Águeda Minaya, n. 1842.
Por la carencia de escuelas así como por la rigidez de su padre, Ramón no alcanzó ningún grado educativo. Informaciones orales revelan que su padre lo escondía cuando las autoridades escolares registraban todas las casas en procura de infantes ante la promulgación de la ley de enseñanza obligatoria que dictaron las autoridades norteamericanas en 1919.
Ramón siempre contaba que en una ocasión su padre lo envió a comprar sal para salcochar unas batatas pero se quedó durante horas embelesado contemplando por primera vez un automóvil Ford de palitos y cuando llegó en horas de la tarde con la sal, su padre le propinó una tremenda golpiza.
Dotado de una inteligencia natural, la falta de educación no fue óbice para que Bonilla aprendiera a confeccionar muebles (sillas, mesas, camas, culatas para armas de fuego, etc.), casas de madera, camas de camiones y billares. No olvidemos que una de las cualidades esenciales de todo artesano es su precisión lo cual demanda el dominio de las operaciones elementales de la aritmética, sobre todo para la cubicación de la madera para fabricar un mueble.
Su taller de ebanistería, que funcionaba en la enramada de su casa, ubicada en la Santa Ana número seis, se convirtió en escuela para muchísimas personas del barrio, entre las que podemos citar a Blanquinín Tavárez, su sobrino, Caballerón Ramírez, Rafael Reynoso, Chicho Tavárez, Sergio Frías (Sergio el Feo), Sergio García, sus hijos Euclides, Simán y Mon y otros. Estos alumnos, a su vez, lograron instalar sus propios talleres de ebanistería y divulgar los saberes adquiridos.
El 22 de marzo de 1952 don Ramón celebró su matrimonio canónigo con Emerenciana Matilde Rodríguez de Peña, n. 14 de marzo de 1918, hija de Fernando Rodríguez y Altagracia de Peña Aracena, Grá, n. 1890 y f. 4 de mayo de 1983. Hijos: 1 Rafael Antonio, Euclides, 2 José Domingo, Simán, 3 Lucía Altagracia, 4 Mercedes Betania, 5 José Manuel y 6 José Luis Bonilla Rodríguez.
Diversas casas de madera de la ciudad de Mao fueron construidas por Ramón Bonilla, muchas de las cuales ya han sido destruidas. Aunque fue en la construcción de camas de camiones donde logró descollar sobre todo en el período de auge de la producción de guineos en la Línea Noroeste a raíz de la instalación de la empresa Grenada Company. Cuando la empresa decidió contratar colonos para la producción de la vianda, muchos propietarios de camiones de la región viajaban varias veces a la semana al puerto de Manzanillo.
Bonilla fue pionero en todo el norte del país en la reparación o construcción de las camas de camiones, lo cual se hacía de manera intensa, es decir, no había horario ni día de fiestas. Para poder tolerar este intenso trabajo, y ya casi al final de la jornada, Ramón y su equipo de trabajadores se ‘anestesiaban’ con ron. Pero al otro día había que continuar el trabajo. Y por su elevado sentido de la responsabilidad continuaban el trabajo al día siguiente con mayor intensidad. Allí se reunían los más conocidos choferes de camiones de la época: Genarito Colón, Chichí Barreras, Felichín Reyes, Adalberto Vargas, Víctor Cepeda, Momón Peña, Marcelino, entre otros.
Por la carencia de maquinarias, los gruesos palos los cortaban con un serrucho al igual que para rebajar uno de los soportes de las barandillas de la cama. Los hoyos para los tornillos los hacían a pura fuerza con un barbiquín. Es decir, Ramón y su equipo no disponían de sierras eléctricas, taladros, pulidoras, martillos eléctricos y otros equipos que en la actualidad facilitan el trabajo del ebanista.
Ramón participó junto a su hijo Euclides en la construcción del liceo Juan de Js. Reyes preparando la madera para los vaciados de las vigas y columnas, aunque como Ramón era perredeísta y antibalaguerista intentaron retirarlo de la construcción. También laboró durante un largo tiempo con la familia Bogaert a quien le construyó camas, sillas, espaldares, mesas normales y decorativas, gaveteros, etc. Asimismo, le construyó muebles a Feso Madera, Julita Tió, Aura Bueno y otras personas que todavía se conservan en perfecto estado ya que se utilizaba caoba criolla y un barniz compuesto por gomalaca, alcoholado y maibelá que se aplicaba con una estopa. La cola cacamite o pegamento venía en granito y se hervía en un coldero con agua la cual tenía una gran resistencia.
Cuando se desarrolló la industria metalmecánica empezó el declive de las construcciones de camas de camiones en madera además de que los años le cayeron encima a Ramón aunque trabajó hasta los últimos años de su vida y falleció el 25 de mayo de 1990. Sus pulmones se congestionaron de serrín y nicotina.
Frases célebres de Ramón Bonilla:
1) Al tonto déjalo tonto
y al inocente, inocente
y al que se deja joder,
seguirlo jodiendo siempre.
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La pura verdad por tí afirmada Darío, sobre Don Ramón Bonilla, para muchos que conocían de sus desenfrenos poéticos embalsamados de una empedermida y parsimoniosa libación de alcohol etílico, ignoraban su extraordinaria maestría artesanal en la construcción de camas para camiones, su especialidad marcada, muebles y enseres domésticos ampliamente demandados por los personajes previos citados en tu presentación biográfica parcial de este auténtico personaje folclórico.
ResponderBorrarComo citaras, su taller constituyó una excepcional escuela donde embebieron de su saber y maestría sus hijos Euclides y Simán, así como múltiples maeños, que posteriormente tuvieron la oportunidad de establecer sus propios establecimientos, descollando algunos en esa meritoria labor, de forma tal, que le sirvió de aval para la manutención y posterior educación de muchos de sus descendientes, honrándolos con un oficio dignificante como para facilitarle y asegurarle un mejor futuro.
Debido a que mi familia vivía cercana a su vivienda- taller, tuve la oportunidad de conocer de cerca sus finos y delicados trabajos con la madera, que constituían hermosas obras de arte, por su característico fino tallado y bien terminado, haciéndolos sumamente atractivos y ampliamente demandados, no solo en la localidad, sino por innúmeras comunidades circunvecinas.
Darío, me congracio con este preciado aporte, esbozando aspectos interesantes de un personaje fuera de serie, si se puede decir, atípico, puesto que parecería el reflejo de una doble personalidad cuando sobrio versus ebriedad; no obstante, considero que fue un maeño auténtico y de gran valía, que estableció una escuela informal para el adecuado manejo, esculpido y embellecimiento de la madera en todas sus proporciones y especies, sin contar con el auxilio de modernas herramientas, equipos y maquinarias que hoy día facilitan estos trabajos.
Apreciado Primo Darío, pláceme reconocer tu exhaustiva y pormenorizada labor para traernos puntales filigranas de personajes que dignifican nuestro acontecer, al retrotraernos con datos y cifras precisas su extraordinario trascender, cediendo sin artilugios, informaciones útiles, y, por demás, enjundiosas.
Siempre a la espera de tus grandiosas aportaciones, reiterándote mis cordiales deferencias.
Nelson Rodríguez Martínez (Cuqui)
Rafael Darío .Todo lo que dices es la verdad como un templo .Yo puedo dar testimonio de muchas de esas verdades . Fui amigo de Galilea ,como nos llamábamos y nos unían nexos políticos que siempre recordare .¡Loor a Ramón ,tallador de madera y repentismo ! Abrazos . Evelio Martínez .
ResponderBorrarEsto es lo que se llama un lujo de artículo. Felicito a su autor por entregarnos esa joya. Disfruté mucho su lectura ya que conocimos ese personaje inolvidable Don Ramón Bonilla. César Brea
ResponderBorrarMuy bueno, Rafael Darío. Con los discípulos y clientes de Don Ramón pude recordar nombres y caras que el paso del tiempo había opacado un poco, por no decir casi borrado de mi mente. Por otra parte, desconocía el primer estribillo que citas al final de tu artículo: simplemente genial.
ResponderBorrarAfectos,
Fernan Ferreira.