sábado, 3 de octubre de 2009

Las genialidades de Ramón Bonilla

Cosas de Mao
Por Isaías Medina Ferreira

Ramón Bonilla era un hombre trabajador y muy respetuoso; todo un caballero, como se suele decir. Su responsabilidad, honestidad y seriedad eran a toda prueba; por ello, con la colaboración de sus hijos, don Ramón llegó a tener uno de los mejores talleres de ebanistería, no sólo de Mao, sino de toda la línea Noroeste. Su especialidad era la fabricación de camas de camiones, faena, en la que si no me equivoco, también tomaba parte el maestro Caballerón Ramírez.

Si una debilidad tenía don Ramón, era que le gustaba “empinar el codo” y casi todos los fines de semana estaba, si no borracho, por lo menos contentón. Pero era bajo el embrujo del rey Baco cuando don Ramón dejaba escapar su inigualable chispa de genio, echando discursos y citando máximas, tales como “te quiero má que el oro, poique el oro ni lo perro lo comen”; o algo así como, “me guta veite viva, pero mueita ¡nunca!”, o “en la subía de un cerro y en la bajá de otro, ninguno que beba ron, le diga borracho a otro”. “Si te apura te muere, y si no te apura también… por eso, no te afane tanto, que ei mucho josái gata la trompa”, decía con picardía y gozo.

Era famoso aquello de “soy boca sin trocha en ei sendero, quiero morí como lo perro de Cevico, arrajtrándome en cuevas de cacatas”; o, “poique yo sea la tuza dei maí saitiao, no te creas que soy un depreciao” y “nunca madure, poique ei que madura, rápido se pudre”.

A veces le gustaba decir, “yo no sabía que con mi jueguito yo te ofendía, jueguito que entre nosotro ya existía, tus ojos y tus pupilas van rimando, de una manera tan fatái que voy penando”. También era famoso aquello de “… y no sé que encanto fatái, tienen tus notas sentidas, que en la mitonga guarida dei corazón se me ensancha, como pidiéndole cancha, ai trapito ‘e dolói que hay en mi vida”.

Una de sus improvisaciones más famosas se la oí decir por los tiempos de la Revolución de Abril, de 1965: "Y yo, Ramón Bonilla, descendiente direito de Duaite y Luperón, poi la venia que me dan lo regitros de nuetra vida práitica... declaro día de fieta desde hoy lune hata el otro lune cuando se acueten los gallos. He dicho… y ai que no le gute, ¡que se vaya a trabajái!".

Hablar en contra del régimen trujillista era uno de sus temas favoritos. A raíz de la muerte de Trujillo, pero con los remanentes del trujillato aún en el país, un lunes que pasaba temprano con uno de sus “jumos” famosos frente a la tienda de Vitalino Ferreira —un reconocido comerciante del pueblo—, se para don Ramón en la intersección Duarte/Independencia, y vocea: "¡Vitalino, se jodieron lo Trujillo!".

Vitalino, dado lo peligroso del ambiente, con mucha precaución y cautela le contesta: "anjá, y ¿por qué compay Ramón?” A lo que responde Ramón: "anoche oí en la radio, que mañana viene la OEA, y loj van a sacái a to’ dei paí… jata lo mamando se van".

De nuevo, Vitalino le contesta con otra pregunta: “¿Y dónde oyó uté esa noticia, compay Ramón?” Y Ramón le contesta: "Vitalo, yo no sé en qué emisora fue que lo oí, poique la noticia la pasaron en alemán… pero de que se jodieron, se jodieron, eso blacamane depreciables… no lo saivan ni en los centroj epirititas".

Ramón nunca, que yo sepa, moletaste ni le hiciste mal a nadie y tu debilidad no era delito. Gracias por las memorias. QEPD.

2 comentarios:

  1. Las anécdotas de Don Ramón Bonilla son infinitas. Me cuenta nuestro papá, que una vez fue a la Tienda Ferreira, más "prendío que un bombillo", para que el Viejo le fiara una "tercia". Llevaba en sus manos, un hermoso chicharrón de cerdo. Fue tanto lo que insistió, que durante sus argumentos, puso el chicharrón sobre el mostrador, y una vez conseguido su propósito, se marchó sin esta valiosa pieza comestible. Papá guardó el chicharrón un par de días, por si acaso Don Ramón volvía a buscarlo. Al no suceder esto, papá se comió el chicharrón. Pasaron varias semanas, y allá volvió Don Ramón con un "jumo" similar al ya citado y con el mismo propósito anterior. Durante el proceso de argumentación, papá le preguntó: "¿Compay Ramón, a usted no le gustan los chicharrones?", lo cual fue suficiente para que Don Ramón recapitulara e inmediatamente exclamó: "Degracia'o, aquí fue que se me quedó..."
    Un abrazo,
    Fernan Ferreira.

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    1. En verdad Compadre que la vida esta plena de historias y anecdotas gratas de Don Ramon Bonilla. Eso lo traia en la sangre, muchos de sus parientes lo heredaron.
      Saludos,
      Diogenito

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