jueves, 10 de julio de 2014
ANA DELIA… ¡TE PASASTE!
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar-Fernández
“Madre serás, dijo Dios allá arriba, y te hizo a ti mujer para convertir el amor en vida.” Desconocido
Uno de estos días ordené una compra por teléfono que me sería enviada por servicio a domicilio. El mensajero llegó con todos los efectos solicitados, y después de ponerlos en orden, hice un tiempo para revisar la factura y así ponerme al día con los precios. Me sorprendí al notar que un salami especial que pedí y me trajeron, no aparecía en la lista de lo cobrado. Revisé el valor del artículo y me dije: “Ah… estos precios están muy caros, así que esos $200 y tantos pesos son un regalo por todo lo que los dueños nos sacan a los consumidores”, y guardé tranquilamente de nuevo mi salami. Pero, al instante sonó la voz de Ana Delia(*) martillando mi conciencia con un “eso es robar”.
Pretendí no hacer caso a su insistente intromisión en mi pensamiento, y la oía una y otra vez recordándome como siempre lo hacía, que la honestidad comienza con las más pequeñas cosas, y que el que coge un centavo ajeno, luego toma un peso y después quién sabe cuánto.
“Ok mamá- rebatía hablando a solas con su memoria- ¿cuánto nos robarán ellos inflando los precios y cobrándonos de más?", y me contesté como ella lo haría: “porque otro haga mal, tú no tienes que hacer igual”. Después de esa disputa con sus enseñanzas, no me costó más que llamar al supermercado y decirle a la cajera que me asistió, que no me había cobrado el dichoso salami.
Ella se sorprendió, y yo me avergoncé de mi rancia honestidad, y hasta le expliqué para justificarme, que aunque ella se riera y pensara que soy una tonta, mi conducta responde a una formación de la que no me he podido zafar, porque mi madre creó en mi unos valores que a veces hasta me pesan. El mensajero vino y yo pagué lo debido, entonces entendí que hay momentos en la vida que hasta para ser honestos tenemos que ser valientes.
Ana Delia… ¡te pasaste!, le repetía mirando al cielo, a la vez que le agradecía por haber hecho de mí, quien hoy soy.
(*) En caso de que no lo sepa, la autora se refiere a Dña. Ana Delia Jorge, su madre muerta hace casi 60 años, pero todavía presente en sus enseñanzas. (Administrador)
Por Lavinia del Villar-Fernández
“Madre serás, dijo Dios allá arriba, y te hizo a ti mujer para convertir el amor en vida.” Desconocido
Uno de estos días ordené una compra por teléfono que me sería enviada por servicio a domicilio. El mensajero llegó con todos los efectos solicitados, y después de ponerlos en orden, hice un tiempo para revisar la factura y así ponerme al día con los precios. Me sorprendí al notar que un salami especial que pedí y me trajeron, no aparecía en la lista de lo cobrado. Revisé el valor del artículo y me dije: “Ah… estos precios están muy caros, así que esos $200 y tantos pesos son un regalo por todo lo que los dueños nos sacan a los consumidores”, y guardé tranquilamente de nuevo mi salami. Pero, al instante sonó la voz de Ana Delia(*) martillando mi conciencia con un “eso es robar”.
Pretendí no hacer caso a su insistente intromisión en mi pensamiento, y la oía una y otra vez recordándome como siempre lo hacía, que la honestidad comienza con las más pequeñas cosas, y que el que coge un centavo ajeno, luego toma un peso y después quién sabe cuánto.
“Ok mamá- rebatía hablando a solas con su memoria- ¿cuánto nos robarán ellos inflando los precios y cobrándonos de más?", y me contesté como ella lo haría: “porque otro haga mal, tú no tienes que hacer igual”. Después de esa disputa con sus enseñanzas, no me costó más que llamar al supermercado y decirle a la cajera que me asistió, que no me había cobrado el dichoso salami.
Ella se sorprendió, y yo me avergoncé de mi rancia honestidad, y hasta le expliqué para justificarme, que aunque ella se riera y pensara que soy una tonta, mi conducta responde a una formación de la que no me he podido zafar, porque mi madre creó en mi unos valores que a veces hasta me pesan. El mensajero vino y yo pagué lo debido, entonces entendí que hay momentos en la vida que hasta para ser honestos tenemos que ser valientes.
Ana Delia… ¡te pasaste!, le repetía mirando al cielo, a la vez que le agradecía por haber hecho de mí, quien hoy soy.
(*) En caso de que no lo sepa, la autora se refiere a Dña. Ana Delia Jorge, su madre muerta hace casi 60 años, pero todavía presente en sus enseñanzas. (Administrador)
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Es esa, la conducta que todos debemos asumir. Quien es honesto en lo poco, también lo es en lo mucho. Felicitaciones hermana.
ResponderBorrarMonchy.
Lavinia: Siempre he dicho, que cuando le puedas justificar algo mal hecho a tu propia conciencia... estás perdido. Te felicito por haber actuado correctamente.
ResponderBorrarUn beso,
Fernan Ferreira.