martes, 10 de diciembre de 2013
EN CASA AJENA SÍ, EN LA PROPIA NO
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar Jorge de Fernández
Una noche, al regresar de visitar a una de mis hermanas, se encendió la luz roja en un semáforo.
Paré mi vehículo para esperar que la verde me autorizara a seguir mi camino, mientras notaba con desagrado que los demás que venían en la misma dirección seguían como si no fuera con ellos, o como si la luz roja no existiera.
Guaguas llenas de pasajeros, carros, camionetas, yipetas, motores… pasaban a mi derecha y a mi izquierda, evadiendo el mío que parecía como si estuviera descompuesto, al permanecer esperando.
En esos momentos me sentí “estúpida e ilógica”, como Marc Anthony en su salsa “¿Y ahora qué?”, y me dieron ganas de hacer lo mismo porque primero, “Una golondrina no hace primavera”, segundo, no había ningún oficial de AMET en los alrededores, y tercero, si la mayoría lo hace, ¿por qué yo no?
De pronto vino a mi mente una situación similar que se daba a menudo cuando vivíamos en los Estados Unidos: 4 de la madrugada, lugar solitario, no policías en el entorno, y mi esposo y yo parados en la luz roja hasta que la verde nos diera el permiso de proseguir.
Entonces me di cuenta que muchas personas que vivieron en ese país, respetaron a cabalidad sus leyes de tránsito, ahora al volver a vivir aquí, contribuyen al desorden que se da en nuestras calles y carreteras por inconsciencia ciudadana.
Entiendo que el ser humano normalmente aprende a respetar por temor a las consecuencias, y que aquí en la República Dominicana esas consecuencias se arreglan con dinero y un amigo influyente, pero yo me pregunto, ¿Por qué contribuir al orden en países extranjeros y promover el caos en el nuestro?
Creo que es hora de hacer un examen de conciencia sobre ¿por qué debemos pararnos en la luz roja? ¿cuánto nos importa nuestra seguridad y la de nuestros semejantes? ¿cuál es el objetivo de las señales de tránsito? ¿cuál es mi responsabilidad como conductor?...
¿Por qué en casa ajena sí y en la propia no?
Por Lavinia del Villar Jorge de Fernández
Una noche, al regresar de visitar a una de mis hermanas, se encendió la luz roja en un semáforo.
Paré mi vehículo para esperar que la verde me autorizara a seguir mi camino, mientras notaba con desagrado que los demás que venían en la misma dirección seguían como si no fuera con ellos, o como si la luz roja no existiera.
Guaguas llenas de pasajeros, carros, camionetas, yipetas, motores… pasaban a mi derecha y a mi izquierda, evadiendo el mío que parecía como si estuviera descompuesto, al permanecer esperando.
En esos momentos me sentí “estúpida e ilógica”, como Marc Anthony en su salsa “¿Y ahora qué?”, y me dieron ganas de hacer lo mismo porque primero, “Una golondrina no hace primavera”, segundo, no había ningún oficial de AMET en los alrededores, y tercero, si la mayoría lo hace, ¿por qué yo no?
De pronto vino a mi mente una situación similar que se daba a menudo cuando vivíamos en los Estados Unidos: 4 de la madrugada, lugar solitario, no policías en el entorno, y mi esposo y yo parados en la luz roja hasta que la verde nos diera el permiso de proseguir.
Entonces me di cuenta que muchas personas que vivieron en ese país, respetaron a cabalidad sus leyes de tránsito, ahora al volver a vivir aquí, contribuyen al desorden que se da en nuestras calles y carreteras por inconsciencia ciudadana.
Entiendo que el ser humano normalmente aprende a respetar por temor a las consecuencias, y que aquí en la República Dominicana esas consecuencias se arreglan con dinero y un amigo influyente, pero yo me pregunto, ¿Por qué contribuir al orden en países extranjeros y promover el caos en el nuestro?
Creo que es hora de hacer un examen de conciencia sobre ¿por qué debemos pararnos en la luz roja? ¿cuánto nos importa nuestra seguridad y la de nuestros semejantes? ¿cuál es el objetivo de las señales de tránsito? ¿cuál es mi responsabilidad como conductor?...
¿Por qué en casa ajena sí y en la propia no?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Apreciada Prima, estas acciones desenfrenadas realizadas por la mayoría de conductores en el rampante incumplimiento de nuestras Leyes de Tránsito, resulta altamente preocupante, magnificado también, por el desmesurado flujo vehicular de desaprensivos, creyentes de circular por una selva.
ResponderBorrarAbrazos sinceros,
Cuqui