miércoles, 15 de mayo de 2019

HÉCTOR RODRÍGUEZ (BULLÍ)

Por Ley Simé

Cuando comenzamos desde muy niño a caminar por las calles de Mao, uno de los atractivos mayores era detenerse en el Canal Mayor a ver los demás "tigueritos" bañándose y disfrutar de las maniobras que hacían lanzándose de cabeza, de lado o de pies al agua limpia, cristalina del Canal. Aun era más impresionante ver a los muchachos debajo del agua moverse como los peces.

Bullí, ahora "don Bullí", era uno de esos muchachitos que tenía gran destreza en el agua. Tanto así, que se ganó nuestra admiración. Esto nos hizo acercarnos a él y entablar una amistad que ha perdurado por el resto de nuestros días.

Tiempos después descubrimos a Bullí jugando hábilmente pelota en un solar que había en el ángulo que hay entra las calles Máximo Cabral y la calle Santa Ana, teniendo como hipotenusa el Canal Mayor que comenzaba en el puente sobre el canal de la calle Máximo Cabral hasta el puente de la calle Santa Ana.

Por la hegemonía que tenía sobre los demás muchachos me di cuenta que él era el "jefe", o el que tenía el control sobre los demás. Ya nos conocíamos de vista y me acerqué a él y me preguntó si yo sabía jugar pelota y le contesté que sí. De todos modos, quería estar cerca del grupo porque eso me llevaría al Canal a bañarme junto con ellos y aprender a hacer las piruetas que ellos hacían. Así que, de inmediato Bullí sacó uno para ponerme a mí. Me mandó para el “right field”, a jugar sin guante. Eran escasos los guantes. Luego me tranquilicé al ver que el “left fielder” tampoco tenía guante.

Al cabo de unos cuantos juegos había demostrado destrezas y Bullí me obligó a jugar Short Stop, lo que significaba poder utilizar el mejor guante que llevaban al " play". Así anduvimos jugando de "Sabanas en Sabanitas" y de "solar en solar", en Mao entero.

Ya me había convertido en el jugador estelar del mánager Bullí, además de haber conseguido liderazgo en los demás jugadores.

Al paso del tiempo, entre el juego de pelota y los baños en el canal, mi papá ya me estaba siguiendo los pasos. En eso, Bullí concertó un intercambio de pelota con los muchachos de Sabana Grande, lugar que quedaba al otro lado del río, al Este de Mao.

Llegó el ansiado domingo; el punto de reunión era el puente de la Duarte. De ahí salimos a pies para Sabana Grande. Era la primera vez que salía en representación de Mao a un evento deportivo. Los seis guantes que llevábamos eran todos los útiles deportivos con que contábamos. Pues al llegar a Sabana Grande, ellos no contaban ni con una “trocha” (1). Así iniciamos el primer encuentro con dos “out fielders” y el pícher, que era Bullí, a manos pelá. De esa forma celebramos los dos encuentros. Al medio día de ese domingo comimos un locrio de auyama con un lejano sabor a arenque que si hubiera habido alguien flojo del estómago, pudo haber enfrentado fácilmente una congestión, pero nada pasó.

Cuando regresé a mi casa con mucha cautela, porque había pasado el día fuera sin el debido permiso, mi papá esperaba en la puerta. Ya me había buscado y parece que alguien le informó que yo andaba con un grupo, no sabía dónde, pero para que le cuento. Lo mismo que hice en el play ese domingo hicieron conmigo en la casa; en el play alegría y en la casa llanto.

Así que a partir de esa golpiza, cada vez que volvíamos a jugar, Bullí debía ir a mi casa a sacar permiso.

Pasó el tiempo y nos fuimos desarrollando hasta que formamos parte del equipo Estrellas Maeñas y participábamos en torneos ya más organizados.

Algo curioso, a partir de entonces a Bullí y a mí nunca más nos tocó volver a jugar juntos. Ahora éramos rivales, pero amigos inseparables.

En una ocasión jugábamos en contra. Bullí estaba jugando segunda base y le dieron un fly, este lo buscó hacia atrás y al atrapar el fly, cayó y rodó por el suelo recibiendo una ovación del público por evitar que el contrario anotara carrera. Ya en los inning finales del juego que su equipo ganaba por una carrera, el equipo contrario tenía corredor en primera y segunda base con un out. El bateador conectó un fly a segunda base; Bullí que había hecho una bonita atrapada en innings anteriores, esta vez quiso repetir la jugada convirtiendo un fly fácil en difícil; atrapó el fly y se tiró de espalda, revolcándose por el suelo, cosa que aprovechó el corredor de segunda para anotar la carrera del empate y posteriormente ganar el juego. Los fanáticos querían guindarlo.

Hoy Bullí se pasea por las calles de Mao, muy querido y respetado por todos; lleno de anécdotas.

Compró un pedazo de tierra en el paraje el Cercado y allí construyó una casa, la cual le sirve a todos sus amigos de esparcimiento. Cuenta con cocina y una piscina que se alimenta con el agua del río.

A ese lugar lo ha denominado "Hacienda Don Bulli" y “Don Bullí” le llamamos con respeto todos sus amigos.

Últimamente está empeñado en la gestión de que le pavimenten la carretera que une a Mao con el Cercado, por donde se conoce como el paso de la Vereda. Esperamos que lo consiga. Conociéndolo, sabemos que lo logrará. Me siento bendecido de contar con la amistad de don Bullí y celebro con mucha alegría y agradecimiento que una vez, hace tantos años, me permitiera ser parte de su equipo.

(1) Trocha: especie de mascotín de beisbol hecho de lona y cosido con hilo grueso, que se utilizaba para pescar, al que le llamaban gangorra.

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