domingo, 20 de septiembre de 2015
NECESITO QUE ME NECESITES
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar
La vida de cada ser humano transcurre en medio de miedos: Miedo a que nos olviden, miedo a que nos rechacen, miedo a que nos juzguen mal, miedo a que no nos tomen en cuenta, miedo a que no nos valoren…, y muchas veces en honor a estos miedos pasamos el tiempo haciendo cosas por los demás, con el simple propósito de sentirnos necesitados. Un ejemplo palpable es nuestra entrega con los hijos que ya se independizaron. Habitualmente tratamos de resolverles los problemas aún a costa de los propios, para que estén siempre seguros que mamá/papa/abuela /abuelo siempre están ahí para ellos, y creemos que la satisfacción de sentirnos necesitados compensa los sacrificios que hacemos en aras de demostrar nuestra presencia y validez.
Ese sentimiento de apego a un rol que puede ser afectivo o social, nos encasilla en situaciones de las cuales pensamos que salir es, darnos por vencidos y aceptar que no somos tan necesarios como antes. “¡Ya no me necesitas!” es el triste clamor o el amargo reclamo de nuestra necesidad de ser necesitado/a, que no es más que una forma de inseguridad y un grito que pide aprobación. Todos salimos de la escena en determinado momento, y nadie es completamente indispensable en ningún papel. Los protagonismos tienen tiempos y llenan épocas, pero desafortunadamente no son eternos. Podemos realizar labores encomiables, pero otro vendrá que las haga igual o mejor.
Dejemos ir, soltemos los apegos, aceptemos los cambios, y así relajados disfrutaremos más de la dicha de estar vivos.
Por Lavinia del Villar
La vida de cada ser humano transcurre en medio de miedos: Miedo a que nos olviden, miedo a que nos rechacen, miedo a que nos juzguen mal, miedo a que no nos tomen en cuenta, miedo a que no nos valoren…, y muchas veces en honor a estos miedos pasamos el tiempo haciendo cosas por los demás, con el simple propósito de sentirnos necesitados. Un ejemplo palpable es nuestra entrega con los hijos que ya se independizaron. Habitualmente tratamos de resolverles los problemas aún a costa de los propios, para que estén siempre seguros que mamá/papa/abuela /abuelo siempre están ahí para ellos, y creemos que la satisfacción de sentirnos necesitados compensa los sacrificios que hacemos en aras de demostrar nuestra presencia y validez.
Ese sentimiento de apego a un rol que puede ser afectivo o social, nos encasilla en situaciones de las cuales pensamos que salir es, darnos por vencidos y aceptar que no somos tan necesarios como antes. “¡Ya no me necesitas!” es el triste clamor o el amargo reclamo de nuestra necesidad de ser necesitado/a, que no es más que una forma de inseguridad y un grito que pide aprobación. Todos salimos de la escena en determinado momento, y nadie es completamente indispensable en ningún papel. Los protagonismos tienen tiempos y llenan épocas, pero desafortunadamente no son eternos. Podemos realizar labores encomiables, pero otro vendrá que las haga igual o mejor.
Dejemos ir, soltemos los apegos, aceptemos los cambios, y así relajados disfrutaremos más de la dicha de estar vivos.
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