Mi madre, Aleja Celestina Bonilla y Rodríguez, de acuerdo a su documento de Acta de Nacimiento, el pasado 17 de julio se adentró en las ocho décadas de cuando Manuel de Jesús Bonilla Reyes y María Antonia Rodríguez Báez la trajeron al mundo en el entonces reducido poblado de Mao. A lo largo de sus últimos 25 años ha decidido disfrutar su etapa de envejeciente expresando sus sentimientos en versos y en cuadros pictóricos. Para el conocimiento y disfrute de quienes gustan de de este género literario y para que sirva de estímulo a los jóvenes de hoy, sin consultarlo con ella, he decidido dar a conocer algunos de sus poemas a través de este ya importante medio digital, a cuyo productor agradezco por su entusiasta acogida. La columna “Aleja en Versos” permanecerá fija en el blog, dando a conocer cada semana poemas de la inspiración de esta sencilla, pero muy sensible mujer que a todos sus descendientes nos llena de orgullo e inspiración constante.
Manuel Rodríguez Bonilla
I
¡Salve América Mía!
América hermosa
¡Joyel de diamantes y esmeraldas!
con tu imponente Cordillera Andina,
te imagino una enorme galaxia
brillando en las alturas.
II
¡Salve América mía!
Mi América morena,
con tu mezcla de razas,
semejas un cofre de nubes blancas
con encajes de tules en tus enormes playas…
un cofre de esperanzas…..
un manojo de amatistas y de palmas;
de trenzas femeninas inclinadas al sol;
a la tierra sin nombre
con nombres de extranjeros que tragaron tu raza;
con pelos crespos en los pechos desnudos,
esperando, pacientes, una hartura de humanización;
y que no llega nunca,
como nunca terminan tus sueños
ni la grandeza única
de tu gran corazón.
III
¡Salve América mía!
La de rubios trigales
y verdes arrozales
cocoteros y aves
cuadrúpedos y coníferas
y sueños encantados.
¡Oh América mía!
La de islas soñadoras y bellas,
donde canta el amor
repletas de corales, de oro, miel y caña,
amapolas y ron,
y orquídeas encarnadas
como encarnadas garras
prendidas en el alma
de los que en ti habitan,
durmiendo en las hamacas,
viviendo entre las selvas, llanuras y montañas,
en babeles de hierro y en bohíos
de bejucos y lianas
o en los soberbios palacios
de acero y de cristal.
IV
¡Salve América mía!
¡Oh, mi América joven,
de apenas cinco años
y que multiplicados por cien
se hacen pesados…
Se hacen largos…
Eternos y esperados.
Esperados…
Como la novia tierna, feliz y enamorada
que grácil y gentil
camina hacia el altar
con rosas en las manos;
donde espera su amado,
sonriente trémulo, apasionado;
pero que luego trae
muy hondos desengaños
con su traje de fiesta…
De luces… Y de llantos…
V
¡Salve América mía!
ganadora de nóbeles,
la de políticos, poetas, filólogos,
maestros, comerciantes, artesanos,
y reinas de belleza, caudillos, generales,
artistas, escritores, deportistas de fama
y los más altos premios internacionales.
VI
¡Salve América mía!
Salve América bella;
tú mereces el laurel y la palma,
por tu mezcla de razas
aportadas a la humanidad;
por los colores únicos
de la piel de tus hombres y tus lindas mujeres
que hechizan con su encanto
porque besan con sólo mirar.
Tú mereces el laurel y la palma
de la fraternidad,
por haber engendrado en tu vientre fecundo
esta parte del mundo,
la más rica y más fértil,
y la más acogedora
de todas las tierras
salidas de la mano de Dios.
Por tus banderas todas,
que cual haces de luces
trillan el continente
y cantan a la hermandad.
Por tus ríos y valles,
pampas y arenas finas y blancas
que bordan las azules aguas
de tu inquieto Caribe,
único y sólo tuyo,
que compartes con todos
del cual quedan prendados,
poetas, piratas y amadores
de todo lo sensual.
VII
¡Salve América mía!
¡Mi América preciosa!
yo quiero compartirte
con todo el Occidente, con Asia y Oceanía,
con el Lejano Oriente
y con todos los que buscan y aman la belleza
y ven a los luceros en lagos alumbrar
y toman las estrellas, para decir palabras…
y ven en nuestro cielo el signo de la paz.
VIII
¡Salve América mía!
¡Oh mujer inmortal!
con los brazos abiertos
como cruz redentora
acogiendo amorosa a todo peregrino
habitante del mundo con nombre universal,
sin preguntar su nombre…
A quien busca su pan
y dándole tu nombre
ofrendando tu tierra
compartiendo sudores
y brindándole amores,
por eso no se van.
Aquí echan raíces y comparten contigo
tus afanes y luchas
por un mundo mejor;
y aman para siempre
contigo y con los tuyos
esta mitad del mundo
que ni en sueños profundos
de magos y de sabios de Oriente
y de tierras lejas intuirán
tanta belleza, tanta nobleza
tanta entrega de amor infinito
a todo ser viviente
de la humanidad.
¡Salve América mía!
¡Salve América joven!
Mi bello Mundo Nuevo,
Mi América Morena,
de amor y soles llena,
de vírgenes y rosas,
de color y de mar.
Aleja Bonilla de Amaro
Mao, Valverde, 12 de Octubre del 1992
UN COMENTARIO
No somos poeta. No pretendemos serlo. Sólo hemos querido expresar algo para no sentirnos una más en la confusa selva en la que vivimos sumergidos. Hablar, por decirlo así, en el lenguaje cotidiano de cosas que son nuestra cotidianidad. Salir de las cuatro paredes y permitirnos respirar el mismo aire, pero con nuestro propio olfato; recordar nuestro origen y nuestro presente, ofreciendo estas pinceladas otoñales, tardías, pero que brillan y se revuelven muy dentro.
Quizás debimos elevar el lenguaje hasta los escarpados picos andinos, o cual oleaje marino en el Caribe soleado. Pero, ello sería desnaturalizar nuestra identidad.
Aleja Bonilla
Enhorabuena, Dña.
ResponderBorrarGracias por compartir sus inspiraciones con nosotros. Seguiremos difundiéndolas.
Isaías
La poetisa sigue brindandonos amenos momentos de sublime inspiracion , derramados en amenos y dolorosos detalles de un continerte dueño de un espiritu valiente y combativo. América es un canto digno de llevarlo en el corazón.
ResponderBorrarAntonio Mateo Reyes.
Cómo me gustaría conocerla!
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