Historiador, profesor universitario y miembro de la Academia Dominicana de la Historia.
Originariamente el espacio geográfico que en la actualidad ocupa el poblado de Maho formaba parte del cacicazgo de Marién, según la denominación tradicional o Cayabo como la llama Bernardo Vega en su libro Los Cacicazgos de la Española (1987), el cual se hallaba bajo las directrices del cacique Guacanagarix.
Mao ofrecía excelentes condiciones para cualquier tipo de asentamiento humano, dada la existencia de abundantes tierras fértiles y sobre todo de agua potable por todas sus fronteras.
Por el norte se hallaba el caudaloso río Yaque del Norte, por el sur y el este los ríos Mao y Ámina, el primero de los cuales arrastraba abundantes partículas de oro y por el oeste el Gurabo. Aunque a muchos les cause sorpresa, todavía aquí en el siglo XXI algunos hombres se dedican a la búsqueda de oro en el río Mao.
Los estudios arqueológicos realizados en Mao revelan la existencia de abundantes restos de la presencia de los taínos. En el Junquito, por ejemplo, en una finca que era propiedad de la familia Castellanos, el autor de este escrito, realizando excavaciones superficiales, pudo localizar numerosas piezas de barro, caritas y fragmentos de vasijas. Allí al parecer había también un cementerio indígena, pues se encontraron cadáveres enterrados en la típica posición fetal.
Al sur de la ciudad de Mao, de acuerdo con la versión del Dr. Narciso Alberty Bosch en su texto Apuntes para la prehistoria de Quisqueya (1912), y junto a un viejo cauce de río, se hallaba ubicada una importante aldea indígena. En este lugar, a principios del siglo XX, se podían observar las paralelas, especie de plaza de los taínos para el juego de la pelota y que constituían formas típicas de la región montañosa central de nuestro país.
El Dr. Alberty Bosch, que ejerció la medicina en Mao entre 1918-1920, asegura que entre los matorrales contiguos al pueblo se podían encontrar numerosos objetos representativos de la cerámica de los taínos y otros que revelaban la presencia de los españoles como espuelas, espadas, frenos, arcabuces, etc. Refiere además que los primeros habitantes de Mao (Jaime Tió, José Eugenio Cabral, Manuel Fondeur y el padre José Collado y otros) le donaron valiosas cerámicas indígenas que habían conseguido en la localidad.
El señor Juan Antonio Reyes, quien conoció al Dr. Alberty, nos informó en una ocasión que este poseía una valiosa y extensa colección de piezas indígenas y que en las polvorientas calles del Mao de inicios del siglo XX todavía se podían encontrar cerámicas indígenas y caritas. Pero quien más piezas indígenas recolectó en Mao fue Amado Franco Bidó quien fundó un museo en la ciudad de Santiago las cuales se transfirieron al Museo Nacional. En una ocasión Franco Bidó solicitó a las autoridades rurales su ayuda en la adquisición de los objetos indígenas que existen diseminados por los campos. (La Información, 2 de septiembre de 1918).
En la actualidad la más importante colección privada de objetos indígenas la posee el señor Herminio de León Pichardo. En Montecristi la familia Socías también tenía un museo pero desconozco su destino.
Las caritas eran recursos decorativos que representaban figuras antropomorfas y antropozoomorfas que se colocaban en las asas de las vasijas. El meillac era el estilo cerámico que predominaba en el valle del Yaque del Norte y en las planicies del norte de la cordillera central.
Un hecho revelador de la presencia indígena en Mao en el siglo XV es el siguiente. En una de las Actas del Ayuntamiento de Mao del 9 de junio de 1923, el gobernador de la provincia de Santiago le solicitó al síndico de aquí que investigara respecto a la existencia de un “Circo de historia” para tratar de librarlo del olvido, el cual se hallaba situado en Las Viguitas de El Cercado. El funcionario provincial proponía la compra de los terrenos donde se encontraba dicho Circo.
A poca distancia de Mao, en La Cacique (ver croquis), existía una de las más significativa plaza indígena de la región, la cual fue descubierta en 1956 por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Santo Domingo con características similares a las plazas ceremoniales de San Juan de la Maguana y Chacuey. Dicha plaza era elíptica con unos 132 metros de largo en su eje mayor y unos 77 metros de largo en el menor. Estaba rodeada de altos camellones de tierra de un metro de altura.
En El Carril, Guayacanes, el mismo Instituto localizó 40 grandes montículos de carácter funerario, algunos de los cuales poseían dos metros de altura. Allí el arqueólogo Emile de Boyrie recolectó en 1956 restos cerámicos, bolas líticas y materiales pétreos. Para más detalles recomendamos la lectura del libro de Marcio Veloz Maggiolo titulado Arqueología prehistórica de Santo Domingo, Singapur, 1972.
CACICAZGOS Y CACIQUES
Higüey: Cayacoa
Maguá: Guarionex,
Maguana: Caonabo
Jaragua: Bohechío
Marién: Guacanagarix
Para leer sobre los diferentes cacicazgos y su ubicación geográfica, haga clic AQUÍ
Rafael Darío, siempre haciendo valiosos aportes en el ámbito de la historia.Que bueno que sea así.
ResponderBorrarDr.Antonio Mateo Reyes.
Apreciado Rafael Darío:
ResponderBorrarExcelente investigación. No cabe duda de que en los alrededores de Mao hubo una gran habitación indígena. Mi padre fue un aficionado a la arqueología a mediados de los 1950s. Tengo dos fotos de visitas suyas junto a Don Parmenio Reyes a los restos de los muros del Batey de Potrero y de la Plaza Ceremonial de Los Ingenitos, en los meses septiembre y octubre del 1956.
Guarionex Flores
guarionexf@gmail.com
Mi estimado Guarionex, hay que compartir esas fotos. Ah, y otra cosa: usted se ha perdido y hace años que no complace a los MEECianos con sus bien escritos artículos. Esperamos algo... ¡pronto!
BorrarCon apecio,
Isaias
Distinguido Primo, su acuciante desahogo histórico sobre nuestros primigenios orígenes, nos conlleva a una serpenteada movilización de nuestros antecesores, donde puntualiza y aporta elegantes hechos y certeros datos, que nos permiten determinar su específica ubicuidad y los territorios limítrofes, en los que aposentaron reales nuestros nobles caciques en sus extensos cacicazgos.
ResponderBorrarSiempre me anima el por qué de las cosas, máxime, cuando no conozco su trasvase fundamental y su inherente correlación; asimismo, en lo referente a este valioso aporte, me siento harto complacido al embeber de sus ricas narrativas, las que conducen a un mejor posicionamiento y ubicación certera de nuestros primitivos orígenes indígenas.
Gracias Rafael Darío, por estas enjundiosas y enriquecientes primicias , en su mayoría desconocidas por un amplio conglomerado de nuestros dilectos lectores y por nuestros pueblos, las que espero hayan satisfecho con creces numerosas inquietudes manifiestas, y, a su vez, contribuyen con llenar profundo vacío persistente sobre ello.
Con sumo afecto y eminente distinción,
Cuqui Rodríguez Martínez
De corazón, gracias a los amigos que comentan este escrito.
ResponderBorrarRafael Darío Herrera
Me maravillo de las coincidencias entre este excelente trabajo de RDH y lo que refiere Guarionex Flores hijo con algunos recuerdos que guardo de mi infancia. Siendo mi padre empleado de la Finca Bogaert, frecuentábamos el lavadero de bananos que había junto al puente del Caño de Junquito, Entonces no nos dejaban bañar en dicho caño dizque porque allí abundaban las "sanguijuelas". Los trabajadores nos llevaron a ver lo que a todas luces era un antiguo cementerio indígena. Recuerdo exactamente el lugar donde estaba localizado: al lado de donde hoy está una estación de gas propano frente a la carretera Mao-Esperanza y a menos de un kilometro aproximadamente de la entrada del pueblo. Allí vivía en una especie de cerrito un viejo gordo que se llamaba Navarro, era la única casita que entonces existía en ese lugar. Frente a su casa, cuando los tractores de la Finca Bogaert pasaban el arado, aparecían las caritas y pedazos de ollas de cerámica que recogíamos y guardábamos en una cajita de cartón, inocentes entonces del valor histórico de aquellas piezas. El Dr. Guarionex Flores Ortiz, eminente médico de grata recordación para los maeños de esa época, enterado de que nosotros poseíamos algunas de aquellas reliquias, llegó hasta nuestra casa y nos regaló algunos pesos a cambio de nuestra pequeña colección de cerámicas indígenas. En el Mao de entonces no era nada raro que en muchas casas guardaran o conocieran estas piezas de los aborígenes. Lo gracioso es que muchos años después, estando mi hermano Eduardo haciendo un entrenamiento en el zoológico de la ciudad de Washington, capital de los EUA (entonces Eduardo trabajaba como veterinario del parque zoológico dominicano), fui a visitarlo y me llevó a ver en el Smithsonian (Museo del Hombre), una sala donde exhibían piezas arqueológicas de las diferentes etnías aborígenes de América: mayas, aztecas, toltecas, chichimecas, incas, caribes, taínos, etc. y ¡Oh sorpresa!...en unas vitrinas de vidrio, celosamente guardadas pero visibles, allí estaban ellas: las caritas indígenas que manoseábamos cuando muchachos o al menos unas muy similares a aquellas. Entonces solo entonces supimos que una vez tuvimos una fortuna en las manos y no nos dimos ni cuenta. Mao era un tesoro tan grande que hasta podíamos hacer "pininos" de pichones de arqueólogos. Aunque suene extraño a los muchachos de ahora, juro que es verdad todo lo que digo. Como es verdad lo que dice Rafael Darío de que vimos mujeres y hombres, lavando oro en bateas en el Río Mao, específicamente en el Paso de Mao Adentro y lo que entonces llamábamos El Balneario.
ResponderBorrarComo dijo Gardel ..."50 años no son nada".
César Brea
Muy interesante e instructivo. Tanto el artículo de Rafael Darío, como los comentarios de los lectores, especialmente los de Guarionex y César. Los mismos representan valiosas contribuciones al acervo cultural de los lectores de MEEC. Gracias.
ResponderBorrarFernan Ferreira.
Profe, usted no cesa de sorprenderme con todo lo que se puede aprender de usted. Gracias por sus artículos que siempre nos enseñan algo nuevo. Espero verlo pronto.
ResponderBorrarJanio Pérez Estevez
Gracias por estos datos. 👌🏼
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