viernes, 23 de diciembre de 2016

2016,… 2017

Por Sergio Reyes II

Ya casi llegas al final del trayecto y se nota en ti la abulia y el afán por ceder el paso, por pasar la antorcha a otro que, tal vez, lo haga mejor.

Año electoral, de encuestas predictoras, de ilusiones truncas y de sueños, increíblemente suspendidos, por sistemas electorales en los que, con palmo de narices, dos más dos no son cuatro.

Año de encauzar proyectos, enmendar errores y recoger retazos de vida desperdigados por el suelo, para tratar de retomar el curso de la vida, aferrándonos a nuevas ilusiones. O para desempolvar aquellas que, por su consistencia y fidelidad, han demostrado su valía, en el curso de los días vividos.

Año de dolorosas y desgarradoras pérdidas de gente muy querida, que voló temprano desde este espacio terrenal hacia otros niveles de la existencia, dejándonos en el pecho un vacío imposible de llenar. Año, también, en el que el destino nos cambió unas vidas por otras: nos regaló nuevos brotes de excitante vitalidad que aumentan la cosecha y nos enseñó a lidiar con un frenético ejército de nietos y sobrinos henchidos de energía, que día a día ensayan ingeniosos estilos de anarquía con los que persiguen burlar, de la manera más descarada, los obsoletos controles de quienes jugamos el papel de abuelos, en la congestionada cancha en que, a veces, se convierte el hogar.

Ya casi finaliza tu encomienda, Año 2016, y por tu facha cansona, todo parece indicar que llevas apuro en ceder la batuta a ese jovial y venturoso 2017 que el destino escogió como sustituto y continuador de tus obras.

En verdad que, con el infierno ardiendo en Siria y casi todo el Medio Oriente, la escalada terrorista que persigue a los inocentes en cualquier rincón del mundo, los nauseabundos entretelones del modus operandi de la mañosa ODEBRECHT, y la pesadilla que se le avecina a nuestra América -y al mundo-, con el arribo a la Casa Blanca del ultra reaccionario, xenófobo y cursi Donald Trump, -entre otras novedades-, pienso que hay pocos motivos para abrigar optimismo.

Pero,… ¡no seamos ingratos ni faltos de fe!

Con todo y lo tenebroso que aparenta ser nuestro presente, no debemos desalentar a éste esforzado guerrero 2017, que llega con ínfulas de retador y derroche de ilusiones. Insuflado de ánimo para corregir entuertos y traer armonía a toda la humanidad; dispuesto a contribuir con la cura de las heridas de este 2016, que aún no se hayan cicatrizado.

Los hijos, los nietos, la familia y los amigos demandan de nosotros un poco de vigor, coraje y disposición de lucha. ¡Como en los viejos tiempos!

Brindemos con ellos y por ellos en esta navidad, renovemos bríos y afectos, para lo que viene y, por si acaso, celebremos el cierre del año 2016 y hagámonos selfies en el entorno de nuestra flamante -y propia- Torre Eiffel.

(Dicen las malas lenguas que, para el 2017, el dinámico y creativo Alcalde de Santo Domingo Oeste tiene en carpeta instalar en su demarcación la Gran Muralla –piedra por piedra-; y desde ya ha dado inicio a las conversaciones con el gobierno chino para determinar los costos del traslado (y la rebajita en la transacción, claro!), puesto que, desde hace mucho tiempo, esa grandiosa obra perdió la función para la que fue erigida en el país asiático).

Feliz Año 2017. ¡Dios nos agarre confesados!


Diciembre 23, 2016.

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