sábado, 12 de noviembre de 2016
GRACIAS, VITALINO
EN LA MUERTE DE UN GRAN SER HUMANO...
Por Carlos Reyes
Ayer (9 de noviembre de 2015) falleció un hombre probo de Mao: Vitalino Ferreira. Fundador de una familia muy decente, trabajador sin mácula, generoso con todos. Fue en 1995 cuando lo conocí. Mi jefe de trabajo buscó contacto con él para pedirle que me ayudara en algo que necesitaba. Enseguida se mostró dispuesto, y me mandó a buscar. Me dijo que le pidiera lo que yo quisiera. Sólo acepté lo necesario, que para él sería poco pero para mí mucho. Nunca abusé de él, aunque me reiterara que estaba a mi entera disposición. Aquella ayuda fue muy importante para mí. Me liberó de amargos momentos. Cuando escribí mi segundo libro de poemas (escrito en 2004 pero impreso en 2008), decidí dedicárselo. Para ese entonces ya no recibía su ayuda porque yo mismo había dispuesto, desde 2001, que no la necesitaba. Repito: nunca abusé de él. Sin embargo, Vitalino seguía ofreciéndome su mano cada vez que me veía. Lo visité un día para entregarle mi libro. Leyó la dedicatoria y se puso a llorar. Me contó la historia de su vida mientras me aconsejaba seguir por el buen camino. Debo mucho a la familia Ferreira. Una tarde de 1999, un joven llamado Ángel notó que unos amigos estaban hablando de un poema que yo había escrito. Tomó el poema, lo leyó y dijo: “Vengo ahora”. Al regreso le acompañaba su padre Manuel Torres Ferreira, quien al acercarse a mí me preguntó con mucha entereza: ¿Usted escribió esto? Le respondí que sí. Volvió a preguntarme: ¿Usted quiere que yo le consiga un trabajo? Le respondí que sí lleno de alegría. Yo trabajaba, pero mi trabajo era humillante. Manuel Torres Ferreira, que aquella tarde seguramente estaba en casa de Vitalino cuando Ángel fue a buscarlo, me consiguió un trabajo y una beca en la universidad. Manuel era catedrático de Letras. Desde ese momento inició una nueva etapa en mi vida. Di un giro de 360 grados. Antes de ese paso conocí a Isaías Medina Ferreira, quien también me dio un trato especial desde que me vio. Yo intuía que todo aquello tenía su origen en Vitalino Ferreira, porque a su familia le hablaba bien de mí y le pedía que me ayudara. Pero aclaro que la generosidad hacia mí de Manuel, de Isaías, de doña Lourdes y de Miguel Ferreira no dependía absolutamente de Vitalino, esa ha sido siempre una cualidad de ellos, como lo descubrí con el tiempo. Gracias a la mano que me tendió Vitalino en aquella ocasión pude crecer y superarme con menos dureza. Algún día yo daré a otros lo que él me dio a mí.
RIP
Por Carlos Reyes
Ayer (9 de noviembre de 2015) falleció un hombre probo de Mao: Vitalino Ferreira. Fundador de una familia muy decente, trabajador sin mácula, generoso con todos. Fue en 1995 cuando lo conocí. Mi jefe de trabajo buscó contacto con él para pedirle que me ayudara en algo que necesitaba. Enseguida se mostró dispuesto, y me mandó a buscar. Me dijo que le pidiera lo que yo quisiera. Sólo acepté lo necesario, que para él sería poco pero para mí mucho. Nunca abusé de él, aunque me reiterara que estaba a mi entera disposición. Aquella ayuda fue muy importante para mí. Me liberó de amargos momentos. Cuando escribí mi segundo libro de poemas (escrito en 2004 pero impreso en 2008), decidí dedicárselo. Para ese entonces ya no recibía su ayuda porque yo mismo había dispuesto, desde 2001, que no la necesitaba. Repito: nunca abusé de él. Sin embargo, Vitalino seguía ofreciéndome su mano cada vez que me veía. Lo visité un día para entregarle mi libro. Leyó la dedicatoria y se puso a llorar. Me contó la historia de su vida mientras me aconsejaba seguir por el buen camino. Debo mucho a la familia Ferreira. Una tarde de 1999, un joven llamado Ángel notó que unos amigos estaban hablando de un poema que yo había escrito. Tomó el poema, lo leyó y dijo: “Vengo ahora”. Al regreso le acompañaba su padre Manuel Torres Ferreira, quien al acercarse a mí me preguntó con mucha entereza: ¿Usted escribió esto? Le respondí que sí. Volvió a preguntarme: ¿Usted quiere que yo le consiga un trabajo? Le respondí que sí lleno de alegría. Yo trabajaba, pero mi trabajo era humillante. Manuel Torres Ferreira, que aquella tarde seguramente estaba en casa de Vitalino cuando Ángel fue a buscarlo, me consiguió un trabajo y una beca en la universidad. Manuel era catedrático de Letras. Desde ese momento inició una nueva etapa en mi vida. Di un giro de 360 grados. Antes de ese paso conocí a Isaías Medina Ferreira, quien también me dio un trato especial desde que me vio. Yo intuía que todo aquello tenía su origen en Vitalino Ferreira, porque a su familia le hablaba bien de mí y le pedía que me ayudara. Pero aclaro que la generosidad hacia mí de Manuel, de Isaías, de doña Lourdes y de Miguel Ferreira no dependía absolutamente de Vitalino, esa ha sido siempre una cualidad de ellos, como lo descubrí con el tiempo. Gracias a la mano que me tendió Vitalino en aquella ocasión pude crecer y superarme con menos dureza. Algún día yo daré a otros lo que él me dio a mí.
RIP
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