miércoles, 23 de noviembre de 2016
¡UN AÑO YA, SIN TI, MADRE ADORADA!
A la presencia sempiterna de Cornelia Arriaga
Por Sergio Reyes II
Han pasado los meses, los días y las horas
Y de repente nos llega la fecha marcada en el calendario
Y el doloroso recuerdo de aquél noviembre 23 de tu despedida.
Estábamos allí, junto a ti
Atendiendo a la llamada del amor
Para prodigarte de besos y hermosos recuerdos
Que te sirvieran de compañía en el solitario sendero.
Midiendo las palabras,
Enjugando las lágrimas que pugnaban por salir
Y disputándonos por ser, cada cual, el último en la despedida
Desfilamos junto a tu lecho a ofrendarte el adiós.
Palabra triste, áspera y dolorosa
Para gente como nosotros, hijos como nosotros,
A quienes nunca les faltó tu compañía,
El amparo y tu oportuno consejo.
Pero asumimos el duro deber de dejarte ir,
De darle paso al aletear del espíritu,
Para que pudieses volar en paz.
Y todo fue como un soplido,
Como el vuelo rasante de las mariposas
Casi al ras de los campos cubiertos de rocío.
Así voló tu alma,
En pos del encuentro con los brazos amorosos del Creador.
Y al hacerlo, segura estabas que nos dejabas unidos
En una férrea comunidad de amor y hermandad
En homenaje a tu memoria.
Hace un año ya de tu partida.
Las lágrimas no han cesado de brotar al evocarte,
Al buscar tu sonriente rostro en cada rincón de la casa,
En el rostro de tus nietos –¡y biznietos!-,
En las positivas enseñanzas que nos legaste.
Y al pensar en ello me reconforto a mí mismo
Porque sé que te empleaste a fondo
Para enseñarnos a sobrevivir
después de tu partida.
Y ése es el más valioso tesoro que de ti heredamos.
¡Hasta siempre, Madre adorada!
Noviembre 23, 2016.
Por Sergio Reyes II
Han pasado los meses, los días y las horas
Y de repente nos llega la fecha marcada en el calendario
Y el doloroso recuerdo de aquél noviembre 23 de tu despedida.
Estábamos allí, junto a ti
Atendiendo a la llamada del amor
Para prodigarte de besos y hermosos recuerdos
Que te sirvieran de compañía en el solitario sendero.
Midiendo las palabras,
Enjugando las lágrimas que pugnaban por salir
Y disputándonos por ser, cada cual, el último en la despedida
Desfilamos junto a tu lecho a ofrendarte el adiós.
Palabra triste, áspera y dolorosa
Para gente como nosotros, hijos como nosotros,
A quienes nunca les faltó tu compañía,
El amparo y tu oportuno consejo.
Pero asumimos el duro deber de dejarte ir,
De darle paso al aletear del espíritu,
Para que pudieses volar en paz.
Y todo fue como un soplido,
Como el vuelo rasante de las mariposas
Casi al ras de los campos cubiertos de rocío.
Así voló tu alma,
En pos del encuentro con los brazos amorosos del Creador.
Y al hacerlo, segura estabas que nos dejabas unidos
En una férrea comunidad de amor y hermandad
En homenaje a tu memoria.
Hace un año ya de tu partida.
Las lágrimas no han cesado de brotar al evocarte,
Al buscar tu sonriente rostro en cada rincón de la casa,
En el rostro de tus nietos –¡y biznietos!-,
En las positivas enseñanzas que nos legaste.
Y al pensar en ello me reconforto a mí mismo
Porque sé que te empleaste a fondo
Para enseñarnos a sobrevivir
después de tu partida.
Y ése es el más valioso tesoro que de ti heredamos.
¡Hasta siempre, Madre adorada!
Noviembre 23, 2016.
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