jueves, 11 de febrero de 2016

DE MANERA DIFERENTE

TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar


La mujer que ha tenido la dicha de tener varios hijos, seguramente se ha visto muchas veces en el ojo del huracán, por sus reclamos de cariño.

Cuando no los complacemos, se arman de quejas y se hacen los mártires, con el propósito de hacernos sentir culpables: “Se nota que lo/a quieres más que a mí” “A ellos sí los complaces…” o, “!Claro!, si es tu consentido/a.” “Si fuero yo”… “A mi si no me compras nada…”

Situaciones como éstas son comunes en la época de la adolescencia, donde los jóvenes experimentan junto con los cambios hormonales, choques de sentimientos, que alteran no solo su físico, sino también su psiquis, y como respuesta a su misma confusión, aprenden muy bien cómo tocar las fibras más sensibles de nuestro corazón y llevarnos a juicio de fondo sin derecho a abogado defensor. Usan la manipulación como recurso para controlar situaciones, drenar nuestras defensas, y salirse con la suya.

Aunque no está de más analizar… Realmente, ¿se quiere a un hijo más que a otro? Hasta nosotros mismos llegamos a veces a creer que sí.

Sin embargo, creo firmemente que no es así. Creo que en el amor maternal se conjugan distintas motivaciones que son las que determinan la clase de cariño que tendrá cada hijo en nuestro corazón. Podemos amar un hijo con orgullo por sus fortalezas, y a otro con compasión por sus debilidades; a uno porque es calladito y propicia el orden, y a otro porque es escandaloso y llena todo el espacio; a uno porque sigue el camino recto, y a otro porque se torció…

Creo que nada que haga un hijo, por terrible que sea, motiva a una madre a retirarle su amor, sino que el enojo muchas veces bloquea la manifestación del sentimiento, porque pensamos que no es merecido.

La prueba es que ante situaciones de emergencia con cualquiera de nuestros hijos, nuestra reacción de angustia y dolor es la misma, no importa si el que está en peligro es el triunfador o el perdedor.

No hay cantidad ni siquiera calidad de cariño en la relación madre-hijo, solo un sexto sentido que inconscientemente indica cuál es el determinante que va a decidir la clase de amor que necesitamos dar. No queremos más a unos que a otros, solo los queremos… de manera diferente.

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