DON PERICLES REYES, MI PERSONAJE INOLVIDABLE
Por el Dr. Guarionex Flores Liranzo
Don Pericles Reyes Fermín fue mi vecino en el barrio donde nacimos en la calle Agustín Cabral del pueblo de Mao en la intensa década de los 1950s. Cuando pienso en él, mi corazón se regocija porque guarda el recuerdo de una de las personas más buenas, alegres y simpáticas que conocí en mi vida. Casado con doña Ligia Tineo Brea, juntos procrearon una hermosa familia, integrada inicialmente por Julia Dolores, Rafael Pericles, Athos Manuel e Ilonka, mi contemporánea. En el año 1953 la tragedia golpeó cruelmente la familia con el fallecimiento de la primogénita, Julia Dolores, cuando tenía ocho años de edad, víctima de una peritonitis. Yo no la puedo recordar porque aquello sucedió cuando tenía apenas un año de edad. Luego nació Livio, y por último, Edwin Agustín, el benjamín de los Reyes Tineo.
Don Pericles tenía otros hijos, ya hombres, de un matrimonio anterior, y que visitaban la familia de cuando en cuando. Estos se llamaban Marcos Tulio, Filipo Ismael, Pedro José y Wilson Alejandro. Esas visitas eran verdaderas fiestas familiares.
Don Pere, como cariñosamente le conocíamos, fue uno de los primeros maeños en hacer estudios de contabilidad, actividad que entonces no tenía mucha demanda, por lo que tuvo que diversificarse por otras más redituables. Siempre tuvo camiones volteo de tamaño mediano, con los que trabajaba cargando materiales de construcción, es decir, cascajo, grava, gravilla, arena, etc. El primero era marca Ford del 1954. En el amplio patio de su confortable casa de madera de dos pisos habían dos matas de cerezas, muy codiciadas por la muchachada, y en la esquina trasera derecha había un Anacahuita enorme, cuyas semillas asábamos hasta que estallaban en las brasas de los fogones de las cocinas. Puesto que las cocineras se molestaban muchísimo con estas intromisiones, luego purgábamos esas y otras culpas afines por los efectos laxantes de aquellas sabrosas semillitas negras.
En la esquina opuesta, don Pere tenía una especie de taller adonde acudían mecánicos a reparar partes de los camiones. Como nuestras casas colindaban, cuando faltaba alguna tabla de la empalizada, mi hermano Miguel (que era flaco, escurridizo y emprendedor) se colaba hacia el patio vecino. Yo, por lo regular no cabía por donde él sí, y no participaba de esas incursiones.
Daba el caso que Miguel (entonces de unos tres años) de vez en cuando aparecía en nuestra casa con ciertos objetos que indudablemente procedían del taller de don Pere. Yo creía que mi hermano menor tenía dotes de mago por sacar cosas de la nada, lo cual envidiaba. Cuando mi papá le preguntaba dónde había conseguido aquellos especímenes, muy frescamente contestaba que se los había encontrado, a lo que mi papá le sentenciaba que un día se iba a encontrar un policía. Cuando lo mandaban a devolver a don Pere su propiedad, todo lo que éste hacía era morirse de risa. Así entablaron una duradera relación de entrañable cariño. Gracias a Dios, los agoreros temores de mi padre no se hicieron realidad, pero ya adulto, Miguel dio en tener mucha habilidad para labores de mecánica y se hizo adepto a las camionetas.
Cuando a mi hermano, usando un eufemismo, lo estaban corrigiendo (por andariego siempre), a los gritos acudía don Pere a salvar a su “don Güelo” y se lo llevaba para su casa diciendo: - “¡Ligia, me estaban matando mi negrito! ”-. Su alcahuetería no me incluía a mí.
Don Pere era un hombre muy cariñoso, que besaba a sus hijos. Mi padre también era cariñoso pero nunca nos besó a mí ni a mi hermano. Eso no estaba incluido en su carácter. Es como fue criado.
Ilonka, que quedó como la única hija, disfrutaba grandemente de los consentimientos de su papá, a quien correspondía sacándole caspa con un peine cuando, de camiseta, se sentaba en su mecedora en la acera a tomar el fresco. Creo que don Pere hasta daba su roncadita, pues se dormía como un bendito. La vida del Mao de los años 1950s era apacible y sin grandes peligros.
De don Pere heredaron algunos de sus hijos los ojos en tono verdiazulado. Era blanco colorado y de baja estatura. El pelo muy lacio peinaba hacia atrás, con entradas notorias. Los ojos saltones, nariz larga y labios finos. Su cara era armoniosa. No era de cuerpo atlético, sí velludo y con una pancita bien cuidada, que armonizaba perfectamente con su personalidad apacible. Era muy raro ver que don Pere se sacara la correa de la cintura para castigar a sus hijos, primero, porque no era belicoso, y segundo, porque los pantalones entonces le quedaban en situación de muy precario agarre, algo poco recomendable para alguien que puede necesitar una mano libre para asegurar al receptor de la atención. Gustaba de usar sombreros de ala corta, echados hacia atrás. Puedo recordar su voz suave y cómo reía de buena gana por cualquier motivo.
El camión de Don Pere y el de Félix, el hijo de doña Teófila, eran terreno de juegos y escalamientos de los diablillos de la cuadra, y servían como transporte colectivo del vecindario cuando íbamos al balneario del rio Mao.
Gracias a don Pere conocí las hicoteas (en países caribeños: tortugas de agua dulce), las cuales eran comidas regularmente en su casa, en cuyo patio esperaban su destino sujetas por un alambre ensartado en un agujerito perforado en el borde trasero del caparazón. Las compraban a un marchante que pasaba por la calle con hicoteas colgando de un palo llevado al hombro, o mi vecino las buscaba en los alrededores del pueblo. Las mataban cortándoles la cabeza, que halaban con un gancho de alambre al cual mordían. Cuando las abrían con el mismo machete, llegué a ver que algunas tenían huevos. Su carne de reptil a veces duraba largo rato moviéndose. Doña Ligia era una excelente cocinera, y también fue una galardonada repostera en Mao, profesora de la Escuela de Economía Doméstica y profesora de inglés en el Liceo.
La última casa en la que vivió mi familia en Mao fue en la casa de dos pisos de don Pere, hasta el mes de agosto del 1961, cuando tuvimos que mudarnos “de carrerita” para la capital porque mi padre estaba en una lista de muerte de los esbirros locales de la descabezada tiranía de Trujillo, ya que estaba involucrado con el movimiento 14 de Junio. De esto se cumplieron hace poco cincuenta años. La casa era muy agradable, y ya en otra remembranza describí que en la planta baja mi papá instaló su primera clínica. La planta alta tenía un bonito balcón que daba a la calle y al lado derecho.
De alguna manera, con el paso de los años, en mi familia siempre nos enterábamos de nuestros antiguos vecinos hasta que emigraron, primero a Puerto Rico y luego a los Estados Unidos, y entonces los contactos se limitaron a las veces en que Ilonka visitaba el país natal.
Don Pere falleció en el año 1998 a los ochenta y siete años. Había nacido en el 1911.
Si existe una vida después de ésta, no tengo ninguna duda de que me gustaría tener de nuevo como vecino a don Pericles Reyes, adorable ser humano.
Quiero dar las gracias a sus hijos Rafael Pericles e Ilonka por los datos y fotos que me facilitaron para apuntalar estas líneas, salidas del recuerdo imborrable que me dejó su padre.
Casa de los Reyes Tineo; la azul de dos pisos al fondo | El Anacahuita visto desde atrás. | Volteo como el de don Pere. |
Bonito artículo, Guarionex, y muy merecido.
ResponderBorrarCada vez que iba a Orlando, Florida, la visita a Don Pericles y Doña Ligia era obligatoria (además de las de Rafael Pericles, Athos e Ilonka). Mi relación con esa digna familia maeña siempre ha sido muy cordial y de mutuo respeto. A todos los recuerdo con mucho cariño.
Fernan Ferreira.
Guarionex,en nombre de la familia Reyes-Tineo quiero darte las mas expresivas gracias por tan emotivo articulo de nuestro padre el cual trajo lagrimas a mis ojos. "Don Pere" vivira para siempre en nuestro recuerdo. Un abrazo.
ResponderBorrarIlonka Reyes
como maeña y pariente de la familia Reyes Tineo me siento muy contenta de ver que personas como
ResponderBorrarLigia y Don Pere se recuerden.
Elizabeth Tio Reyes de Molina
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Distinguido amigo: También te felicito por tu hermoso artículo sobre la familia Reyes Tineo-Brea, pues Ligia era prima Hna. de mi papá, y lo mismo de mi tía, Chabelo Reyes de Tió, por su padre tío Pilín (Agustín Urbano Tineo Reyes), Pero no te felicito por el mero hecho del parentesco, sino porque ambos en especial, don Pere, fue un paradigma cuando se habla de honestidad y laboriosidad, pues fue entre otras cosas, presidente del Honorable Ayuntamiento Municipal de Mao, y en la Liga Municipal Dominicana, con sede en Sto. Dgo. también ocupó cargos de relevancia. Hijo de don Ismael Reyes y doña Julia Fermín. Siempre estaba alegre y dicha alegría era sana y contagiosa, contaba cuentos de todos los colores, pero sabía donde se podían hacer, pues era muy comedido en esas cosas. Creo que después del "Jefe”, era el hombre que tenía más compadres y desde luego, ahijados y eso antes hablaba de la honorabilidad de una persona, excepto Trujillo, que lo buscaban por tener influencias en dicho ominoso régimen y por adulonería. Sus hijos son encantadores y muy atentos, principalmente Ilonka y Rafael Pericles, que son los que más he tratado.... un abrazo por tu justo y hermoso aporte... tu colega Héctor Brea Tió (Ricardo).
ResponderBorrarApreciado Chito me ha llenado tanto tu artículo sobre nuestro querido Don Prre que hasta las lagrimas se me han sobresaltado por la emoción de tu tan preciada esquela,quien podrá olvidar nunca nuestra niñez y juventud ,jamás los he olvidado a todos ustedes y nuestra inolvidable Doña Sea siempre con tanta pCiencia y cariño para todos,estoy totalmente conmovido y emocionado ala vez,gracias de nuevo Hermano Chito y Don Guelo sin olvidar La Neca y Zaida los quiero igual o mas que ayer
ResponderBorrarSinceramente
Farey