sábado, 1 de enero de 2011
LEYSIMELOCUENTA
EL BIZCO DE COSÍN
Por Ley Simé
Este personaje se paseaba por las calles de Mao con una tambora a cuesta, una mano en el bolsillo izquierdo simulando que se sujetaba los pantalones, pero empuñaba una "ñoña" en la mano, piedra que siempre estaba lista para repeler cualquier agresión, cuando el caso lo ameritaba.
Resulta un poco cuesta arriba, hacer un relato de este personaje, que se movía por todo Mao con su tambora al hombro. Caminaba con pasos imprecisos y la cabeza ladeada hacia arriba, como queriendo dominar todo su entorno por la dificultad que tenía para ver. Movía su cabeza de un lado para otro, siempre esquivo, sospechoso y atento a si alguien le voceaba algo, para contestar con una grosería, que siempre terminaba con una ritma acorde con el insulto que escuchara. Él estaba siempre preparado para dar contesta al que quería ofenderlo diciéndole: "Bizco bizcocho", "Bizco calié" o "Bizco Trujillista", Etc. Pareciera que estos epítetos fueran como una especie de pie forzado que le ponían al "Bizco", al que contestaba con una improvisación rítmica de versos impublicables. Su nombre verdadero era Genaro Rosario.
Los "tígueres" siempre esperaban que estuviera acercándose a una muchedumbre, para lanzarle el pie forzado y escuchar inmediatamente el verso improvisado de palabrotas vergonzantes que herían la moral de respetables personas de la sociedad. Este "Bizco no tenía, ni escenario ni miramiento para desfogar las “hartancias” que salían de su sucia boca. Muchas personas encaraban a los "tígueres" que le voceaban al "Bizco" más que al "Bizco” mismo, porque si no lo ofendían, él seguía tranquilo su camino.
Todo el que conoció al "Bizco", sabe de lo qué era capaz, no respetaba las Iglesias, ni a los niños que venían de la escuela y mucho menos a respetables señoras, para abrir su sucia boca y disparar sus obscenas palabrería cargadas de ofensas a los buenos modales.
Si algo le podríamos atribuir al "Bizco" es que era sensible a la música. Tocaba una tambora con buenos repiques, tocaba un acordeón de boca que definían canciones. Le vimos en una ocasión tocar ingeniosamente tres instrumentos simultáneamente. Cogía la tambora y la colocaba en su s piernas, el bolillo en la mano derecha, el acordeón de boca en la mano izquierda y al llevarlo a la boca su codo le daba al otro lado de la tambora y colocaba un par de maracas en los talones de sus mugrosos tenis y los hacía accionar todos al mismo tiempo, logrando cierta armonía que deleitaba a las gentes. Todo eso por el pago de diez centavos. Dentro de su repertorio musical, le oíamos interpretar "El biberón", lanzando unos gritos que se oían en el cielo y gentes vagabundas se lo hacían repetir varias veces. Otra canción de su propia autoría era "El chicharrón". Esta canción morbosa surge de una mujer que fue al carnicero y quería que le regalara un chicharrón y como "El bizco" no envolvía nada, cantaba con malas palabras esa canción que ponía eufóricos a los morbosos espectadores que se congregaban a su alrededor para divertirse un poco.
"EL BIZCO Y EL MARISCAL"
"El Mariscal" había llegado a la "parada" procedente de los lados de Santiago Rodríguez con un acordeón en su pecho, buscándosela al igual que "El bizco", interpretando canciones ininteligibles. "El bizco" llega casualmente a la "parada", donde todos los choferes y otras personas, le tenían un redondel al "Mariscal" escuchando sus indescifrables canciones y alguien divisó al "Bizco", al que llamaron para ponerlo a hacer música junto con "El mariscal". "El bizco", siempre esquivo y sospechoso, le dice al "mariscal" que halara el acordeón, para ver si podía acompañarlo con su tambora. "El bizco" al oír que el "Mariscal" no salía de un tono, le pidió el acordeón para mostrarle que él estaba un poco más adelantado, por lo que le pasó su tambora al "Mariscal" y le pidió que la repicara y dijo, más o menos. Empezaron la canción "José Marrero" (llena de malas palabras también). Cuando la canción va en progreso, se desmonta un joven de un carro que viene de Santiago Rodríguez, llega al grupo de gentes y al ver que el "Mariscal" está ahí, le dice a algunos que el que le diga "Mariscal come raspas", le lanza lo que tuviera en la mano, porque lo ponía furioso. Todavía, el merengue no había terminado, cuando alguien del grupo vocifera "Mariscal come raspa". Este para de brusco la tambora y se deshace de ella lanzándola por el lugar que habían voceado el insulto. La tambora cayó de bruces en el contén, creando un sonido como el de un solo bolillazo, y luego una onomatopeya al rodar por el suelo. "El bizco", al ver que su tambora había volado por los aires, se pone de pie de ímpetu y se desengancha el acordeón del "Mariscal", y con rabia lo lanza buscando la anatomía del "Mariscal" que evade y cayó revuelto en la polvorienta calle. Ambos al ver sus respectivos instrumentos revolcados en el suelo, se miraron entre sí y se fueron encima el uno al otro, creando una pelea sin cuartel. "El Mariscal" que era un hombre entrado en edad no pudo resistir la embestida del "Bizco" y sus uñas de garfios que nunca habían sido recortadas, creándole heridas en la cara y en los brazos. "El bizco", una vez fue separado del pleito, recogió su tambora y salió huyendo en dirección contraria, que cuando estaba frente al cementerio se dio cuenta que no era el camino y dio reversa, teniendo que pasar de nuevo por el lugar del pleito. Pero esta vez ya venía con su mano armada con una piedra, por lo que hubo que abrirle paso. Al "Mariscal" lo llevaron al Seguro Social a recibir las curas.
"ELBIZCO” Y “EL DUNDO”
Tiempo después "El bizco" compró un acordeón. Seguía su misma rutina, salía por las calles a tocar, ahora con acordeón y por el mismo precio, cinco centavo por canción, igual que las velloneras que existían en esa época. Pronto se dio cuenta, que un acordeón solo, producía una música muy monótona, por lo que decidió agregarle una tambora y para ello contrató a “El Dundo", un joven anormal y casi con las mismas características en los ojos que "El bizco". En cada interpretación musical, "El dundo" recibía tres o cuatro patadas que le propinaba "EL bizco" para que se metiera en tono, porque a veces se cruzaba y lo ponía sobre aviso con su puntapié. ¿Por qué pateas al "Dundo"? Le preguntaban. Porque desafina, los locos no aprenden, decía.
Un día, estando reunido con el General Larguito y su hermano Aníbal Santana, músico de acordeón también, llaman al "bizco" que venía de regreso a su casa, junto al "Dundo", y le piden que hiciera una canción; "El bizco" no pone objeción porque eran vecinos y músicos también. Ese día llovieron las patadas del "Bizco", porque no podía fallar ante esos dos músicos, que se reían a carcajadas.
Aníbal Santana le pregunta al "Bizco" que cuántos le pagaba al "Dundo" por jornada de trabajo. A lo que "El bizco" contesta: "Ei dundo gana un sigún". El "Bizco" disfrutaba mucho sus experiencias callejeras. Le vimos muchas veces riéndose solo, de todas esas rastrerías que le voceabas a los "tígueres" cuando le ponían un pie forzado. Lo tenía todo ensayado y se reía de la respuesta que le iba a dar, al que le dijera "bizco" palero.
Los dos están finados. Paz para ellos.
Ver artículo relacionado: El bico 'e la tambora
Por Ley Simé
Este personaje se paseaba por las calles de Mao con una tambora a cuesta, una mano en el bolsillo izquierdo simulando que se sujetaba los pantalones, pero empuñaba una "ñoña" en la mano, piedra que siempre estaba lista para repeler cualquier agresión, cuando el caso lo ameritaba.
Resulta un poco cuesta arriba, hacer un relato de este personaje, que se movía por todo Mao con su tambora al hombro. Caminaba con pasos imprecisos y la cabeza ladeada hacia arriba, como queriendo dominar todo su entorno por la dificultad que tenía para ver. Movía su cabeza de un lado para otro, siempre esquivo, sospechoso y atento a si alguien le voceaba algo, para contestar con una grosería, que siempre terminaba con una ritma acorde con el insulto que escuchara. Él estaba siempre preparado para dar contesta al que quería ofenderlo diciéndole: "Bizco bizcocho", "Bizco calié" o "Bizco Trujillista", Etc. Pareciera que estos epítetos fueran como una especie de pie forzado que le ponían al "Bizco", al que contestaba con una improvisación rítmica de versos impublicables. Su nombre verdadero era Genaro Rosario.
Los "tígueres" siempre esperaban que estuviera acercándose a una muchedumbre, para lanzarle el pie forzado y escuchar inmediatamente el verso improvisado de palabrotas vergonzantes que herían la moral de respetables personas de la sociedad. Este "Bizco no tenía, ni escenario ni miramiento para desfogar las “hartancias” que salían de su sucia boca. Muchas personas encaraban a los "tígueres" que le voceaban al "Bizco" más que al "Bizco” mismo, porque si no lo ofendían, él seguía tranquilo su camino.
Todo el que conoció al "Bizco", sabe de lo qué era capaz, no respetaba las Iglesias, ni a los niños que venían de la escuela y mucho menos a respetables señoras, para abrir su sucia boca y disparar sus obscenas palabrería cargadas de ofensas a los buenos modales.
Si algo le podríamos atribuir al "Bizco" es que era sensible a la música. Tocaba una tambora con buenos repiques, tocaba un acordeón de boca que definían canciones. Le vimos en una ocasión tocar ingeniosamente tres instrumentos simultáneamente. Cogía la tambora y la colocaba en su s piernas, el bolillo en la mano derecha, el acordeón de boca en la mano izquierda y al llevarlo a la boca su codo le daba al otro lado de la tambora y colocaba un par de maracas en los talones de sus mugrosos tenis y los hacía accionar todos al mismo tiempo, logrando cierta armonía que deleitaba a las gentes. Todo eso por el pago de diez centavos. Dentro de su repertorio musical, le oíamos interpretar "El biberón", lanzando unos gritos que se oían en el cielo y gentes vagabundas se lo hacían repetir varias veces. Otra canción de su propia autoría era "El chicharrón". Esta canción morbosa surge de una mujer que fue al carnicero y quería que le regalara un chicharrón y como "El bizco" no envolvía nada, cantaba con malas palabras esa canción que ponía eufóricos a los morbosos espectadores que se congregaban a su alrededor para divertirse un poco.
"EL BIZCO Y EL MARISCAL"
"El Mariscal" había llegado a la "parada" procedente de los lados de Santiago Rodríguez con un acordeón en su pecho, buscándosela al igual que "El bizco", interpretando canciones ininteligibles. "El bizco" llega casualmente a la "parada", donde todos los choferes y otras personas, le tenían un redondel al "Mariscal" escuchando sus indescifrables canciones y alguien divisó al "Bizco", al que llamaron para ponerlo a hacer música junto con "El mariscal". "El bizco", siempre esquivo y sospechoso, le dice al "mariscal" que halara el acordeón, para ver si podía acompañarlo con su tambora. "El bizco" al oír que el "Mariscal" no salía de un tono, le pidió el acordeón para mostrarle que él estaba un poco más adelantado, por lo que le pasó su tambora al "Mariscal" y le pidió que la repicara y dijo, más o menos. Empezaron la canción "José Marrero" (llena de malas palabras también). Cuando la canción va en progreso, se desmonta un joven de un carro que viene de Santiago Rodríguez, llega al grupo de gentes y al ver que el "Mariscal" está ahí, le dice a algunos que el que le diga "Mariscal come raspas", le lanza lo que tuviera en la mano, porque lo ponía furioso. Todavía, el merengue no había terminado, cuando alguien del grupo vocifera "Mariscal come raspa". Este para de brusco la tambora y se deshace de ella lanzándola por el lugar que habían voceado el insulto. La tambora cayó de bruces en el contén, creando un sonido como el de un solo bolillazo, y luego una onomatopeya al rodar por el suelo. "El bizco", al ver que su tambora había volado por los aires, se pone de pie de ímpetu y se desengancha el acordeón del "Mariscal", y con rabia lo lanza buscando la anatomía del "Mariscal" que evade y cayó revuelto en la polvorienta calle. Ambos al ver sus respectivos instrumentos revolcados en el suelo, se miraron entre sí y se fueron encima el uno al otro, creando una pelea sin cuartel. "El Mariscal" que era un hombre entrado en edad no pudo resistir la embestida del "Bizco" y sus uñas de garfios que nunca habían sido recortadas, creándole heridas en la cara y en los brazos. "El bizco", una vez fue separado del pleito, recogió su tambora y salió huyendo en dirección contraria, que cuando estaba frente al cementerio se dio cuenta que no era el camino y dio reversa, teniendo que pasar de nuevo por el lugar del pleito. Pero esta vez ya venía con su mano armada con una piedra, por lo que hubo que abrirle paso. Al "Mariscal" lo llevaron al Seguro Social a recibir las curas.
"ELBIZCO” Y “EL DUNDO”
Tiempo después "El bizco" compró un acordeón. Seguía su misma rutina, salía por las calles a tocar, ahora con acordeón y por el mismo precio, cinco centavo por canción, igual que las velloneras que existían en esa época. Pronto se dio cuenta, que un acordeón solo, producía una música muy monótona, por lo que decidió agregarle una tambora y para ello contrató a “El Dundo", un joven anormal y casi con las mismas características en los ojos que "El bizco". En cada interpretación musical, "El dundo" recibía tres o cuatro patadas que le propinaba "EL bizco" para que se metiera en tono, porque a veces se cruzaba y lo ponía sobre aviso con su puntapié. ¿Por qué pateas al "Dundo"? Le preguntaban. Porque desafina, los locos no aprenden, decía.
Un día, estando reunido con el General Larguito y su hermano Aníbal Santana, músico de acordeón también, llaman al "bizco" que venía de regreso a su casa, junto al "Dundo", y le piden que hiciera una canción; "El bizco" no pone objeción porque eran vecinos y músicos también. Ese día llovieron las patadas del "Bizco", porque no podía fallar ante esos dos músicos, que se reían a carcajadas.
Aníbal Santana le pregunta al "Bizco" que cuántos le pagaba al "Dundo" por jornada de trabajo. A lo que "El bizco" contesta: "Ei dundo gana un sigún". El "Bizco" disfrutaba mucho sus experiencias callejeras. Le vimos muchas veces riéndose solo, de todas esas rastrerías que le voceabas a los "tígueres" cuando le ponían un pie forzado. Lo tenía todo ensayado y se reía de la respuesta que le iba a dar, al que le dijera "bizco" palero.
Los dos están finados. Paz para ellos.
Ver artículo relacionado: El bico 'e la tambora
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Ley :Los epítetos que lanzaba el bizco son publicables,lo malo es que computadora no lo resisten son "virus" . Lo incómodo de ese señor ,con caminar de tornillo del centro roto y un mirar "tugnio o turnio" que cuando amenazaba con tirar una piedra ,tú tenias que salir corriendo al dirigirse hácia tí para tirarsela al otro. Que cosas tiene la vida, y yo loco por tocar cualquier instrumento y el bizco tocaba tres.
ResponderBorrarIsaías publicó un artículo maravilloso sobre el bizco biscocho. Sería bueno publicarlo de nuevo.
ResponderBorrarRafael Darío Herrera
Diablo Ley: Esa es una fotografía perfecta del Bizco Bizcocho. Ni la cámara de Júa retrataba tan bien. Felicitaciones por tan portentosa memoria y por la forma amenísima como lo cuentas. Solo te faltó otra canción del Bizco: "Hace un mes que no bailo el muñeco, hace un mes".
ResponderBorrarCésar Brea
cesarbrea@hotmail.com