viernes, 5 de agosto de 2011
COSTUMBRES
EL VELORIO DE UN ACAUDALADO Y EL DE UN CLASE MEDIA-BAJA
Por Manito Santana
RELACIONADO: Velas, velorios, rezadores y Pancho Quesada.
Mi comadre Lavinia del Villar, y a la vez mi patrona, ya que soy agente vendedor de su interesante libro "Ha llovido mucho…" me motivó con su escrito "Cosas de antes" donde explica las tradiciones del luto en aquellos tiempos y su función social.
También me voy a remontar hacia aquellos tiempos, pero con la persona que provocaba el luto, o sea con el finado…
Esta remembranza es de un muerto con buena posición, rico, y uno de clase media, donde quiero resaltar el comportamiento social de los conocidos y familiares frente a la desgracia acontecida en dos ambientes, talvez con el mismo dolor, pero con reacciones distintas.
El difunto, el protagonista del velorio o velatorio (para no fallar), es el que provoca la suspensión de muchos placeres y entretenimientos por los primeros 9 días para muchos, como los vecinos, y por años, según la escala mostrada por nuestra Profe.
El velorio, lugar donde se reúnen los amigos, familiares, compadres del difunto y participantes circunstanciales (los que no encontraban para donde ir después de la salida del cine buscando sueño ) con fines de expresar sus lamentaciones del deceso, narrar los últimos momentos compartidos, los consejos dados previo a su muerte sobre su malestar, lo sorpresivo del caso, los comentarios sobre la herencia dejada y deudas pendientes de pago -saldadas con el deceso- y otros casos que se van comentando ya entrada la madrugada. Cosa esta que anima para soportar una amanecida con lágrimas, muchas veces de cocodrilos.
En esta no deseada reunión, aparecen hijos no conocidos del difunto, los mal llamados "de la calle", hechos trancados en una habitación y, por cosas de la vida, son los que más se parecen al muerto.
No dejan de participar los clásicos "Marrañao" y "Segueta", este último conocedor de todas las fechas de defunción de gentes famosas de nuestro pueblo.
Luego, avanzada la noche, la llegada de un "Blanco Lala" cualquiera, con su guitarra a cuesta, borracho, quien terminaba de dar una serenata pagada y por accidente cruzaba por el frente y atraído por el fuerte olor a café de pilón más las galleticas y el queso, lo obligaba arrinconar disimuladamente su instrumento musical y ser parte de los que lamentaban la muerte del talvez desconocido para él.
Mao, ciudad prolífera en rezadoras y rezadores por su tradición católica, tenía especialistas en realizar el NOVENARIO -los rezos desde el primer día hasta el noveno- labor esta realizada de forma voluntaria (hoy no). Generalmente, en cada barrio se destacaban varios de ellos los cuales cito: doña Julita Santos, Fernando Santos y Niño Rodríguez (el rezador) residentes en el Rincón; Ramonita y Aura Colón, por el barrio de los Colón; Jenguito Gutiérrez, por el Samán; Manolo Disla y doña Mercedes Bernal en Sibila; Anacleto, detrás del Play pucho Marrero; Pura Sarit, en los Cambrones; por la cercanía de mi casa residían cinco bellas damas: Virita Minaya, Amantina Disla, Blanca Bonilla, Nena Disla y Mercedes Bernal. Por último recuerdo a doña Lidia Madera (hermana de don Feso).
Estos rezadores eran secundados por todas las personas sentadas próximo al féretro generalmente del género femenino, de lágrimas fáciles, quienes en sus oraciones formaban un coro unísono, como si hubieran ensayado en el mejor de los Conventos.
Cada rezador se distinguía por su estilo y gracia, evaluación esta realizada por las acompañantes en sus plegarias; estas cualidades atraen una mayor cantidad de coristas.
Ahora, yo les pregunto a Uds., ¿qué es un Rosario? ¿Eh, eh, eh? No podemos contestar por lo menos un 95% de nosotros, a pesar de haber ido tantas veces a la Iglesia. Acudimos a los velatorios y solo sabemos que están rezando, pero no sabemos qué. El haber citado tantos rezadores me provocó la curiosidad de hacer esta pregunta.
El Rosario, en resumen, está compuesto por un Padre nuestro y 10 Ave María repetido 5 veces, acompañado de los 5 misterios.
El Rosario, aquel juego de bolitas con un Crucifijo (El Credo) pendiente de la mano de la rezadora, rodando entre sus dedos, subdividido en un grupito de 5 que representan las Ave María, otras 10 que son los Padrenuestros, separado por 1 que es el Misterio; repitiendo así hasta regresar al 1er Misterio simbolizado por la imagen de la Virgen María. Este Rosario, de 59 bolitas que muchas veces nos sirve de collar, es el control de la letanía. Les pido sean sinceros y me digan si en verdad sabían el significado, de lo contrario, cada vez que observen uno les pido se acuerden de mi. (Hace 3 días que lo supe).
Esa noche del finado acaudalado, siempre cae una empleada con unos ataques simulados frente a los familiares cercanos con fines de elevar ranking, buscando asegurar su empleo, ya que ella era quien cuidaba al viejo en todas sus necesidades. Esos ataques de desmayo cesan al ella oír la frase "traigan el amoníaco", producto este que al inhalarlo produce una reacción no agradable. Muchos no creerán que había hombres pendientes de que cualquier hermosa dama, pariente cercana al difunto cayera con un real ataque histérico, para acudir con fines socorristas y así observar sus interioridades. Esto más ocurría a la llegada de esa pariente ausente que apeándose del carro, de inmediato la histeria se apoderaba de ella(s)
Es una tradición internacional, darle un último adiós al difunto acercándose al ataúd y verlo. Nosotros nos acercamos, no con esos fines sino para luego hacer comentarios, como estos: "está igualito"; "era sequecito que estaba ";"esa camisa está como vieja";"parece como un general, tan serio";"le sacaron la plancha (prótesis)";"pero él se veía bien";" el cristal de la caja está húmedo";"¿viste la barriga?";"hay que llevárselo temprano, no aguanta”;“deben ponerle hielo”, y así por el estilo.
En el mortuorio del acaudalado, las atenciones a las visitas como es normal, se facilitaban; los brindis del café eran más frecuentes dadas las facilidades de compras; lo mismo se notaba en la vestimenta negra como señal de luto, que al otro día la familia vestía, mientras que en el clase media y baja esa tela llegaba un poco retrasada.
En el de clase media o baja, los vecinos daban muestra de solidaridad con los dolientes, dejándole caer disimuladamente su efectivo y prestándoles sus tazas conjuntamente con las sillas, las cuales marcaban con fines de que al finalizar el Novenario fueran devueltas sin confundir con los demás colaboradores.
Muchas veces, para completar el brindis se esperaba un ligero enjuague ya que las tazas no cubrieron la gran demanda que tuvo el muerto. Para aquellos tiempos, la industria del plástico no pensaba del gran negocio que se estaban perdiendo.
Para la escasez de sillas, los de clase media colocaban una larga tabla sobre unos bancos, permitiendo así sentarse y de esta manera cubrir la deficiencia.
Por la noche, a eso de las 10:00 pm, los participantes en el cumplimiento con la familia, estaban pendientes a la visita del señor "pancho quesada" (pan y queso) con el mencionado cafecito, muchas veces acompañado con un cigarrillo Hollywood o Crema para los viciosos en su primera ronda de tres para cubrir la madrugada. Este pan con queso fue siendo tomado en cuenta por ciertos grupos que para ellos significaba como una "cena tardía”, llegando hasta el extremo de criticar si había retrasos en el brindis. (Papito Rincón y Rolando Espinal llegaron a hacer muchos resabios y críticas en esas circunstancias).
A medida que corre el tiempo, el visitante va tomando confianza en el lugar, notando las expresiones de dolor mostrada por los dolientes; si hay pocas lamentaciones, los cuentistas se van arrinconando y comienzan sus sesiones, provocando ligeras risas, notadas por parientes, que prefieren ignorarlas para así mantenerlos hasta la madrugada. Nunca olvido al señor Blanco Manzueta (tío del Dr. Manzueta). Blanco, hombre aficionado a la lectura, inteligente, pero dominado por la bebidas, poseía una voz sonora, ronca, de locutor como dicen. En uno de esos velorios de alta alcurnia (cuyo nombre omito), Blanco conversaba amablemente con su timbrada voz acompañada de unos traguitos; un pariente doliente le sugiere en forma autoritaria: "Blanco, podrías hablar más bajito"; Blanco, al notar la forma le contesta: "no, este es mi timbre de voz y yo no lo voy a cambiar; es más, mejor me voy, quédense con su muerto", abandonando entre resabios el lugar, provocando disimuladas risas entre gran parte de los presentes.
Por último, llegamos a los 9 días, anhelados por toda la familia, donde los pudientes hacen gala de su posición sacrificando aquel torete de mala raza, o aquella vaca degenerada, de poca leche, pero que no dejan de ser "carne de res”, acompañada con el famoso moro, inseparable del casabe, mas la clásica ensalada de lechuga, repollo y tomate, precedido del aromático café de despedida.
No me equivoco cuando digo que hubo competencias familiares entre ricos en cuanto al brindis se refiere, ya que al producirse el deceso de la otra familia, tomaban en cuenta lo brindado y entre ellos decían: "recuerden que en la de mi compadre ___x___ se brindó---z---z---z---z-- y no podemos pasar vergüenza”.
En los 9 días del clase media y del pobre el brindis era similar, pero sin el torete ni la vaca; muchas veces estas clases se cargaban de líos, préstamos e hipotecas. Eso sí, eran más ricos en sentimientos; sí señor.
Hoy, las funerarias han cambiado el panorama, se acabaron los brindis constantes, y los trasnoches, solo quedan los comentarios y anécdotas de mi compadre sin derecho a risas; los sentimientos han ido cambiando, hoy solo aparecen las damas con unos lentes oscuros simuladores y unos carterones que parecen “árganas” de donde extraen un fino pañuelo para secarse no las lágrimas sino el sudor próximo a sus pestañas y así evitar manchar su rostro con el colorante untado. La firma de un cuaderno donde avalúan tu cumplimiento con la familia, aunque te vayas enseguida, es suficiente para demostrar que cumpliste.
Cuántos momentos de sufrimientos y problemas sociales hay que vivir para morir.
Gracias a Dios, hemos avanzado en la medicina y conmigo nadie irá a reírse al verme con dos tapones de algodón entre las narices ni a comentar cómo quedé, ya que pondré en práctica el proverbio que reza "Polvo eres y polvo te convertirás".
Disfruten esta realidad con sus excepciones.
Por Manito Santana
RELACIONADO: Velas, velorios, rezadores y Pancho Quesada.
Mi comadre Lavinia del Villar, y a la vez mi patrona, ya que soy agente vendedor de su interesante libro "Ha llovido mucho…" me motivó con su escrito "Cosas de antes" donde explica las tradiciones del luto en aquellos tiempos y su función social.
También me voy a remontar hacia aquellos tiempos, pero con la persona que provocaba el luto, o sea con el finado…
Esta remembranza es de un muerto con buena posición, rico, y uno de clase media, donde quiero resaltar el comportamiento social de los conocidos y familiares frente a la desgracia acontecida en dos ambientes, talvez con el mismo dolor, pero con reacciones distintas.
El difunto, el protagonista del velorio o velatorio (para no fallar), es el que provoca la suspensión de muchos placeres y entretenimientos por los primeros 9 días para muchos, como los vecinos, y por años, según la escala mostrada por nuestra Profe.
El velorio, lugar donde se reúnen los amigos, familiares, compadres del difunto y participantes circunstanciales (los que no encontraban para donde ir después de la salida del cine buscando sueño ) con fines de expresar sus lamentaciones del deceso, narrar los últimos momentos compartidos, los consejos dados previo a su muerte sobre su malestar, lo sorpresivo del caso, los comentarios sobre la herencia dejada y deudas pendientes de pago -saldadas con el deceso- y otros casos que se van comentando ya entrada la madrugada. Cosa esta que anima para soportar una amanecida con lágrimas, muchas veces de cocodrilos.
En esta no deseada reunión, aparecen hijos no conocidos del difunto, los mal llamados "de la calle", hechos trancados en una habitación y, por cosas de la vida, son los que más se parecen al muerto.
No dejan de participar los clásicos "Marrañao" y "Segueta", este último conocedor de todas las fechas de defunción de gentes famosas de nuestro pueblo.
Luego, avanzada la noche, la llegada de un "Blanco Lala" cualquiera, con su guitarra a cuesta, borracho, quien terminaba de dar una serenata pagada y por accidente cruzaba por el frente y atraído por el fuerte olor a café de pilón más las galleticas y el queso, lo obligaba arrinconar disimuladamente su instrumento musical y ser parte de los que lamentaban la muerte del talvez desconocido para él.
Mao, ciudad prolífera en rezadoras y rezadores por su tradición católica, tenía especialistas en realizar el NOVENARIO -los rezos desde el primer día hasta el noveno- labor esta realizada de forma voluntaria (hoy no). Generalmente, en cada barrio se destacaban varios de ellos los cuales cito: doña Julita Santos, Fernando Santos y Niño Rodríguez (el rezador) residentes en el Rincón; Ramonita y Aura Colón, por el barrio de los Colón; Jenguito Gutiérrez, por el Samán; Manolo Disla y doña Mercedes Bernal en Sibila; Anacleto, detrás del Play pucho Marrero; Pura Sarit, en los Cambrones; por la cercanía de mi casa residían cinco bellas damas: Virita Minaya, Amantina Disla, Blanca Bonilla, Nena Disla y Mercedes Bernal. Por último recuerdo a doña Lidia Madera (hermana de don Feso).
Estos rezadores eran secundados por todas las personas sentadas próximo al féretro generalmente del género femenino, de lágrimas fáciles, quienes en sus oraciones formaban un coro unísono, como si hubieran ensayado en el mejor de los Conventos.
Cada rezador se distinguía por su estilo y gracia, evaluación esta realizada por las acompañantes en sus plegarias; estas cualidades atraen una mayor cantidad de coristas.
Ahora, yo les pregunto a Uds., ¿qué es un Rosario? ¿Eh, eh, eh? No podemos contestar por lo menos un 95% de nosotros, a pesar de haber ido tantas veces a la Iglesia. Acudimos a los velatorios y solo sabemos que están rezando, pero no sabemos qué. El haber citado tantos rezadores me provocó la curiosidad de hacer esta pregunta.
El Rosario, en resumen, está compuesto por un Padre nuestro y 10 Ave María repetido 5 veces, acompañado de los 5 misterios.
El Rosario, aquel juego de bolitas con un Crucifijo (El Credo) pendiente de la mano de la rezadora, rodando entre sus dedos, subdividido en un grupito de 5 que representan las Ave María, otras 10 que son los Padrenuestros, separado por 1 que es el Misterio; repitiendo así hasta regresar al 1er Misterio simbolizado por la imagen de la Virgen María. Este Rosario, de 59 bolitas que muchas veces nos sirve de collar, es el control de la letanía. Les pido sean sinceros y me digan si en verdad sabían el significado, de lo contrario, cada vez que observen uno les pido se acuerden de mi. (Hace 3 días que lo supe).
Esa noche del finado acaudalado, siempre cae una empleada con unos ataques simulados frente a los familiares cercanos con fines de elevar ranking, buscando asegurar su empleo, ya que ella era quien cuidaba al viejo en todas sus necesidades. Esos ataques de desmayo cesan al ella oír la frase "traigan el amoníaco", producto este que al inhalarlo produce una reacción no agradable. Muchos no creerán que había hombres pendientes de que cualquier hermosa dama, pariente cercana al difunto cayera con un real ataque histérico, para acudir con fines socorristas y así observar sus interioridades. Esto más ocurría a la llegada de esa pariente ausente que apeándose del carro, de inmediato la histeria se apoderaba de ella(s)
Es una tradición internacional, darle un último adiós al difunto acercándose al ataúd y verlo. Nosotros nos acercamos, no con esos fines sino para luego hacer comentarios, como estos: "está igualito"; "era sequecito que estaba ";"esa camisa está como vieja";"parece como un general, tan serio";"le sacaron la plancha (prótesis)";"pero él se veía bien";" el cristal de la caja está húmedo";"¿viste la barriga?";"hay que llevárselo temprano, no aguanta”;“deben ponerle hielo”, y así por el estilo.
En el mortuorio del acaudalado, las atenciones a las visitas como es normal, se facilitaban; los brindis del café eran más frecuentes dadas las facilidades de compras; lo mismo se notaba en la vestimenta negra como señal de luto, que al otro día la familia vestía, mientras que en el clase media y baja esa tela llegaba un poco retrasada.
En el de clase media o baja, los vecinos daban muestra de solidaridad con los dolientes, dejándole caer disimuladamente su efectivo y prestándoles sus tazas conjuntamente con las sillas, las cuales marcaban con fines de que al finalizar el Novenario fueran devueltas sin confundir con los demás colaboradores.
Muchas veces, para completar el brindis se esperaba un ligero enjuague ya que las tazas no cubrieron la gran demanda que tuvo el muerto. Para aquellos tiempos, la industria del plástico no pensaba del gran negocio que se estaban perdiendo.
Para la escasez de sillas, los de clase media colocaban una larga tabla sobre unos bancos, permitiendo así sentarse y de esta manera cubrir la deficiencia.
Por la noche, a eso de las 10:00 pm, los participantes en el cumplimiento con la familia, estaban pendientes a la visita del señor "pancho quesada" (pan y queso) con el mencionado cafecito, muchas veces acompañado con un cigarrillo Hollywood o Crema para los viciosos en su primera ronda de tres para cubrir la madrugada. Este pan con queso fue siendo tomado en cuenta por ciertos grupos que para ellos significaba como una "cena tardía”, llegando hasta el extremo de criticar si había retrasos en el brindis. (Papito Rincón y Rolando Espinal llegaron a hacer muchos resabios y críticas en esas circunstancias).
A medida que corre el tiempo, el visitante va tomando confianza en el lugar, notando las expresiones de dolor mostrada por los dolientes; si hay pocas lamentaciones, los cuentistas se van arrinconando y comienzan sus sesiones, provocando ligeras risas, notadas por parientes, que prefieren ignorarlas para así mantenerlos hasta la madrugada. Nunca olvido al señor Blanco Manzueta (tío del Dr. Manzueta). Blanco, hombre aficionado a la lectura, inteligente, pero dominado por la bebidas, poseía una voz sonora, ronca, de locutor como dicen. En uno de esos velorios de alta alcurnia (cuyo nombre omito), Blanco conversaba amablemente con su timbrada voz acompañada de unos traguitos; un pariente doliente le sugiere en forma autoritaria: "Blanco, podrías hablar más bajito"; Blanco, al notar la forma le contesta: "no, este es mi timbre de voz y yo no lo voy a cambiar; es más, mejor me voy, quédense con su muerto", abandonando entre resabios el lugar, provocando disimuladas risas entre gran parte de los presentes.
Por último, llegamos a los 9 días, anhelados por toda la familia, donde los pudientes hacen gala de su posición sacrificando aquel torete de mala raza, o aquella vaca degenerada, de poca leche, pero que no dejan de ser "carne de res”, acompañada con el famoso moro, inseparable del casabe, mas la clásica ensalada de lechuga, repollo y tomate, precedido del aromático café de despedida.
No me equivoco cuando digo que hubo competencias familiares entre ricos en cuanto al brindis se refiere, ya que al producirse el deceso de la otra familia, tomaban en cuenta lo brindado y entre ellos decían: "recuerden que en la de mi compadre ___x___ se brindó---z---z---z---z-- y no podemos pasar vergüenza”.
En los 9 días del clase media y del pobre el brindis era similar, pero sin el torete ni la vaca; muchas veces estas clases se cargaban de líos, préstamos e hipotecas. Eso sí, eran más ricos en sentimientos; sí señor.
Hoy, las funerarias han cambiado el panorama, se acabaron los brindis constantes, y los trasnoches, solo quedan los comentarios y anécdotas de mi compadre sin derecho a risas; los sentimientos han ido cambiando, hoy solo aparecen las damas con unos lentes oscuros simuladores y unos carterones que parecen “árganas” de donde extraen un fino pañuelo para secarse no las lágrimas sino el sudor próximo a sus pestañas y así evitar manchar su rostro con el colorante untado. La firma de un cuaderno donde avalúan tu cumplimiento con la familia, aunque te vayas enseguida, es suficiente para demostrar que cumpliste.
Cuántos momentos de sufrimientos y problemas sociales hay que vivir para morir.
Gracias a Dios, hemos avanzado en la medicina y conmigo nadie irá a reírse al verme con dos tapones de algodón entre las narices ni a comentar cómo quedé, ya que pondré en práctica el proverbio que reza "Polvo eres y polvo te convertirás".
Disfruten esta realidad con sus excepciones.
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Comentarios de la entrada (Atom)
Híjole Manito, que descripción!!!
ResponderBorrarLa disfruté a millón. La verdad es que disfruto tus escritos, por jocosos, divertidos y, por que no, realistas y reveladores de costumbre arraigadas.
He vivido gran parte de esa tradición de: velorios (velatorios), locrios en el Río Mao, veladas, tanda y matiné, bailes y pasadías (Samoa, Balneario, Mao Adentro, Amina...), entre otros. Gracias por tu aporte.
Con afecto,
Diómedes Rodríguez.
Al ir hilvanando la lectura, me sentí estar como en uno de ellos. Cuando asistía al de un desconocido difunto invitado por un amigo, siempre había una señora sollozando al lado del ataúd, haciendo una reseña del muerto, y sabía tantas cosas que hasta enteraba a los hijos, esposa, familiares, y público asistente del semblante del disfunto y sus hazañas en vida.
ResponderBorrarUn abrazo de,
Ley S.
En verdad Manito, que al igual que mi primo Diomedes, disfruto un monton tus escritos; pues son cosas que hemos vividos; son costumbres nuestras y pienso que esa es una de las razones por la que nos identificamos tanto con tus escritos. Pero tambien por la forma tan original y graciosa con que escribe. Te reitero mis felicitaciones.
ResponderBorrarCon carino,
Memela
Cabezón:
ResponderBorrarSe le olvidó comentar sobre las misas de nueve días de los ricos, en las que al final, se distribuía "pan bendito". Las unidades de este especimen eran bien pequeñas, dejando a uno "con todas las ganas de seguir comiendo" y por tanto, dando origen a la frase: "si es pan bendito, se dá poquito".
Gracias por hacernos vivir de nuevo muchas escenas de nuestros pequeños pueblos, "antes de que llegara la civilización".
Un abrazo,
Fernan Ferreira.