miércoles, 13 de junio de 2012
YO HE VISTO "ESTAMPAS" DE ESAS...
LOS ANTOJOS DE ADELINA
Por el Dr. Guarionex Flores Liranzo
Entre nuestra gente llana se cree que si una mujer embarazada se “antoja” de comer o de tener algo y no se le complace, la criatura nacerá con una marca o mancha en la piel, que imita el objeto del antojo. La ciencia médica no respalda dicha creencia, lo cual tiene sin cuidado a los que han documentado los efectos del tipo de antojos mencionados.
Entre las cosas raras que algunas embarazadas han comido están: tierra, yeso, corteza de árboles, etc. Este desorden es denominado “pica o malacia” por los médicos. Los pacientes maridos son testigos de primera mano, que con frecuencia tienen que salir rezongando, pero obedientes, a buscar ciertos alimentos (antojos) a inoportunas horas de la madrugada. En toda familia existen anécdotas al respecto, y la mía no es una excepción. En la siguiente relación extraída de la tradición familiar, me referiré a las peculiaridades de los antojos de mi abuela materna, Adelina Bueno Genao, oriunda de Los Quemados, cuando éste pueblo era una pequeña aldea de la que luego sería provincia Valverde de la República Dominicana.
Todo empezó cuando Adelina (de unos quince años de edad) tuvo su primer embarazo, el de mi tío Mon, y se antojó de comerse “un selladito” (trozo de panal de abejas) de unos barriles que tenían unos vecinos. El antojo era de tal intensidad que ella se imaginaba a hurtadillas puyando el panal con una vara larga, y estaba dispuesta a comerse un bocado aunque estuviese sucio de tierra. Cuando le pidió a Ana Rita, la dueña de las colmenas, que le vendiera un pedacito, ésta le dijo que las abejas “no estaban de descatrear”.
Esta cruel negativa a una embarazada fue muy criticada por su suegra, doña Graciela (en cuya casa vivían Adelina y mi abuelo Taní), quien vio en esa acción un riesgo potencial para la vida de su primer nieto. Cuando confrontaron a Ana Rita, ésta dijo que lo hizo para ver si era verdad eso de los antojos. Mon nació con una gran mancha en el muslo izquierdo, con bolitas que semejaban abejitas (y que luego echarían pelitos), producto de ese antojo no satisfecho. Aconsejaron a Adelina que le pasara por arriba de la mancha un selladito para que se le aclarara. Esto no sirvió de nada.
Con el siguiente embarazo, el de Ceíta (mi madre), Adelina vio cuando estaban llenando un molde con dulce de leche, el cual se dejaba cuajar para después cortarlo en pequeños trozos, que se vendían en el colmado de don Abelardo, su suegro. El antojo consistió en que ella ansiaba que le dijeran: “Toma Adelita, cómete ese dulce”. Como nadie adivinó su pensamiento y antojo, eso no se produjo, y la beba nació con la marca del pedacito de dulce en una verijita.
Varios años después, cuando estaba con el embarazo de Saulito, oyó hablar de las chinchas o chinches (que viven en las camas y se alimentan de sangre), las cuales nunca había visto. Estando una noche de visita en la casa de una familia de apellido López, vio que de unos catres cerrados en la sala iban bajando lo que le pareció eran los bichos objeto de su curiosidad. Como delante de los dueños de la casa no se atrevió a agarrar uno de aquellos diminutos insectos, Saulito nació con una marca igualita a un chinche en una de las piernitas.
Como es bien sabido, los antojos de una embarazada por lo regular están relacionados con el deseo intenso de comer algo. En el caso de ese último antojo de Adelina, no se trataba del deseo de comerse el insecto, que sepamos. Sería extenderse demasiado seguir describiendo los antojos de los demás hijos de mi abuela y dejo a mis amables lectores el contrapunto de comunicar sus propias anécdotas.
Por el Dr. Guarionex Flores Liranzo
Entre nuestra gente llana se cree que si una mujer embarazada se “antoja” de comer o de tener algo y no se le complace, la criatura nacerá con una marca o mancha en la piel, que imita el objeto del antojo. La ciencia médica no respalda dicha creencia, lo cual tiene sin cuidado a los que han documentado los efectos del tipo de antojos mencionados.
Entre las cosas raras que algunas embarazadas han comido están: tierra, yeso, corteza de árboles, etc. Este desorden es denominado “pica o malacia” por los médicos. Los pacientes maridos son testigos de primera mano, que con frecuencia tienen que salir rezongando, pero obedientes, a buscar ciertos alimentos (antojos) a inoportunas horas de la madrugada. En toda familia existen anécdotas al respecto, y la mía no es una excepción. En la siguiente relación extraída de la tradición familiar, me referiré a las peculiaridades de los antojos de mi abuela materna, Adelina Bueno Genao, oriunda de Los Quemados, cuando éste pueblo era una pequeña aldea de la que luego sería provincia Valverde de la República Dominicana.
Todo empezó cuando Adelina (de unos quince años de edad) tuvo su primer embarazo, el de mi tío Mon, y se antojó de comerse “un selladito” (trozo de panal de abejas) de unos barriles que tenían unos vecinos. El antojo era de tal intensidad que ella se imaginaba a hurtadillas puyando el panal con una vara larga, y estaba dispuesta a comerse un bocado aunque estuviese sucio de tierra. Cuando le pidió a Ana Rita, la dueña de las colmenas, que le vendiera un pedacito, ésta le dijo que las abejas “no estaban de descatrear”.
Esta cruel negativa a una embarazada fue muy criticada por su suegra, doña Graciela (en cuya casa vivían Adelina y mi abuelo Taní), quien vio en esa acción un riesgo potencial para la vida de su primer nieto. Cuando confrontaron a Ana Rita, ésta dijo que lo hizo para ver si era verdad eso de los antojos. Mon nació con una gran mancha en el muslo izquierdo, con bolitas que semejaban abejitas (y que luego echarían pelitos), producto de ese antojo no satisfecho. Aconsejaron a Adelina que le pasara por arriba de la mancha un selladito para que se le aclarara. Esto no sirvió de nada.
Con el siguiente embarazo, el de Ceíta (mi madre), Adelina vio cuando estaban llenando un molde con dulce de leche, el cual se dejaba cuajar para después cortarlo en pequeños trozos, que se vendían en el colmado de don Abelardo, su suegro. El antojo consistió en que ella ansiaba que le dijeran: “Toma Adelita, cómete ese dulce”. Como nadie adivinó su pensamiento y antojo, eso no se produjo, y la beba nació con la marca del pedacito de dulce en una verijita.
Varios años después, cuando estaba con el embarazo de Saulito, oyó hablar de las chinchas o chinches (que viven en las camas y se alimentan de sangre), las cuales nunca había visto. Estando una noche de visita en la casa de una familia de apellido López, vio que de unos catres cerrados en la sala iban bajando lo que le pareció eran los bichos objeto de su curiosidad. Como delante de los dueños de la casa no se atrevió a agarrar uno de aquellos diminutos insectos, Saulito nació con una marca igualita a un chinche en una de las piernitas.
Como es bien sabido, los antojos de una embarazada por lo regular están relacionados con el deseo intenso de comer algo. En el caso de ese último antojo de Adelina, no se trataba del deseo de comerse el insecto, que sepamos. Sería extenderse demasiado seguir describiendo los antojos de los demás hijos de mi abuela y dejo a mis amables lectores el contrapunto de comunicar sus propias anécdotas.
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Creo que esos antojos eran justificaciones de la marca o señal congénita del niño;pero para evadir curiosidades o malos pensamientos del vecino o visitante,surge la idea de dejarlo complacido.Como generalmente hay casos y cosas que al verla te impresionan y quedan latente en tu mente al aparecer la mancha ,lo relaciona con uno de esos casos depositados en tu computadora humana y ahí sale la relación justificadora.
ResponderBorrarTambien ,siempre hay una tía que a algo se le parece la manchita,y si dice que a un ratón ,la parida dice 'ohh,hace como seis meses que ví cruzar uno y me asustó ,salió igualito" .
Lo que si les digo que habemos dos hermanos de distintas madres con manchas iguales en el costado izquierdo,su madre dijo que era un pedazo de casabe, la mia no me dijo nada.
A pesar de todo dejo abierto ¿ ? a cosas que hay que ser mujer y pasar todo ese proceso que la dignifica por tan solo el hecho de ser madre.