sábado, 7 de abril de 2012
COMENTARIO SOCIAL
¿DEGENERA O SE TRANSFORMA LA SOCIEDAD?
Por Rafael Darío Herrera
El autor es historiador y educador. Miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia.
Cuando leí la pregunta que formuló Isaías en este blog (*), me tomé la libertad de intentar responder a la inquietud implícita en la misma. El tema es viejo. Ya a fines del siglo XIX el sociólogo francés Emile Durkheim (El suicidio, La división del trabajo social) utilizó el concepto de “anomia” para caracterizar una situación en la cual los lazos sociales se tornan débiles y la sociedad pierde fuerza para integrar y regular a los sujetos. Comenzaré por la primera variable “descomposición familiar”. Trataré de demostrar que no existe tal “descomposición” sino que la familia dominicana ha comportado transformaciones significativas en su estructura y organización y asume nuevos valores, para lo cual cavilaré en términos sociológicos.
Antes de la modernización de la sociedad, la familia se concebía como una unidad productiva: los hijos trabajaban en la empresa familiar, la familia producía lo que consumía. No olvidemos que en los años cincuenta y sesenta en muchos hogares de Mao, el arroz se pilaba en la casa, las mujeres tostaban el café, elaboraban dulces, cosían, etc. Este es un tipo de familia patriarcal donde la autoridad suprema la ejercía el padre, quien imponía las normas y los hijos/as la acataban a pie juntillas, so pena de ser sancionados. Las familias que no operaban conforme a este esquema se catalogaban como “disfuncionales”.
Este tipo de familia transmitía a los hijos/as un conjunto de valores familiares: respeto a la autoridad paterna, o en su defecto al hijo mayor; honestidad absoluta (se debía justificar la posesión de bien ante el padre), puntualidad, obligación de realizar labores hogareñas o en la empresa familiar, sinceridad, rendimiento académico, buenos modales, respeto a las personas mayores, etc. En muchos casos, sobre todo en aquellas familias dedicadas a actividades artesanales, se transmitían saberes prácticos a los descendientes.
Sin embargo, con los procesos de urbanización e industrialización se modificó radicalmente el rol de la familia que pasó a ser una unidad de consumo y los medios de comunicación enfocaron su atención en ella para promover el consumo. Pero la familia no es un ente aislado de la sociedad, digamos un enclave, sino que se halla inserta en una estructura social determinada, y por ende, cambia conforme a las mutaciones sociales. Si en la familia tradicional el rol de la mujer y el hombre se limitaba al marco familiar, con los nuevos cambios sociales se produjo una segregación de los roles de ambos, especialmente en el ámbito urbano. El hombre se ve obligado a trabajar fuera del hogar y la mujer pasa a desempeñar el rol de “jefa del hogar”. De acuerdo con indagaciones sociológicas reciente, el 38% de las mujeres dominicanas son jefas de familia.
La generalización de la educación, el desarrollo de tecnologías en materia de electrodomésticos (lavadoras, microondas, aspiradoras) junto a la demanda del mercado laboral favorecieron la incorporación de la mujer al mundo del trabajo. En otros casos, las mujeres dominicanas, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, se casan a muy temprana edad ya que la unión matrimonial se concibe como parte de las estrategias de supervivencia de las familias dominicanas. Como secuela de esta práctica tenemos una elevada tasa de adolescentes embarazadas (15-19 años) que se convierten en un grupo vulnerable, fenómeno inédito en la familia tradicional.
Los cambios sociales han transformado los roles tradicionales de la familia, entre los cuales se destacan las migraciones, las desigualdades sociales, el auge del turismo, la crisis de la educación, la urbanización, la globalización, etc. Desde fines de la década de los setenta e inicios de los ochenta, en nuestro país se han intensificado los flujos migratorios: rural-urbano, urbano rural, rural-rural y urbano-urbano. A estas modalidades se adicionan las migraciones internacionales cuyos destinos principales son: Estados Unidos, Puerto Rico y Europa (España). En general, las migraciones han sustituido a la educación como mecanismo de movilidad o ascenso social.
Las migraciones surten efectos desintegradores sobre las familias dominicanas, la principal de las cuales, a nuestro juicio, es la conversión de la madre en jefa del hogar. Se sabe que los que migran no siempre son los más pobres, ni los desempleados, ni los menos preparados. Pero cuando la crisis económica obliga al padre o la madre a emigrar, los hijos quedan al cuidado de algún familiar que muchas veces es incapaz de ejercer un control efectivo sobre ellos. Si la familia emigra a un barrio marginado, por lo regular vive en condiciones de hacinamiento y la pareja se ve obligada a tener sexo en las narices de los niños. Esto ha provocado el auge del incesto en las familias dominicanas, una práctica deleznable e inconcebible en el marco de la familia tradicional dominicana. El caso más reciente, que estremeció la sociedad dominicana, fue el de Loma Cabrera donde el padre mantuvo relaciones sexuales incestuosas con su hija desde los 18 años y al ser descubierto asesinó a su esposa, una profesora jubilada de 63 años.
En la marginalidad urbana dominicana, las estrategias de sobrevivencia de los jóvenes son escasas: delinquir, integrarse a la venta de drogas, prostituirse o algún empleo informal de muy baja calidad. Estos jóvenes, a quienes la policía liquida de manera indiscriminada, ya no se socializan en el marco de la familia pues, como se ha indicado, en muchos casos la madre soltera sola es la jefa del hogar (producto de la viudez, alta tasa de divorcio y abandono del hogar por parte del hombre) y en otros casos el padre se pasa todo el tiempo fuera de la casa sin tener ningún contacto o control sobre sus vástagos.
En este momento tal vez sea conveniente razonar en términos socráticos: ¿En manos de quién queda entonces la educación de la familia? ¿Cuál es el modelo o referente de los hijos? ¿Quién le transmite valores positivos? ¿Hay descomposición de la familia o estamos ante una nueva familia que es producto de la desigualdad social? ¿Cuál es la incidencia de los medios de comunicación en la nueva familia? ¿Qué papel desempeña el entorno barrial en la formación de los jóvenes? ¿Cuáles son los nuevos valores de la sociedad dominicana? ¿Cuál es la causa profunda de estos fenómenos sociales y en particular de las familias dominicanas?
Como respuesta global podemos indicar la desigualdad social, la desigual de distribución de las riquezas y de las rentas, junto al exiguo gasto social de los diferentes gobiernos (1966-2012). De acuerdo con los cálculos de los economistas Edwin Croes y Miguel Ceara Hatton, el gasto público hacia las áreas y los grupos sociales vulnerables asciende al 0.8% del PIB mientras el promedio internacional es del orden de 3.8%. Este desinterés de los gobernantes por el gasto social no es un fenómeno casual sino una actitud arraigada de los diferentes gobiernos. El año de 1986 se ha identificado como aquel donde el nivel de vida alcanzó el más bajo descenso.
Esta reducción del gasto social lesiona severamente los servicios sociales públicos: educación, salud, agua potable, energía, planes habitacionales, etc. El caso más patético es el reclamo de la sociedad civil de un 4% para la educación frente a la realidad de que se invierte menos de un 2% en el ramo y el falso argumento del gobierno de que lo económico no es lo decisivo para desarrollar la educación. Las familias que habitan los barrios marginados no logran satisfacer las necesidades alimentarias y tampoco tienen acceso a servicios sociales básicos. En lugar de hallarse descompuesta tenemos una familia permeada por valores foráneos, la violencia, la cultura de la pobreza, los medios de comunicación.
(*) El autor se refiere a una encuesta que apareció en el blog Mao en el Corazón, la cual decía:
A menudo se habla de que la degeneración de la sociedad y el aumento del crimen y la corrupción se deben a la pérdida e inversión de valores. ¿A qué atribuye usted la pérdida de valores?
a) ¿A la descomposición familiar?
b) ¿La influencia de la TV y las comunicaciones?
c) ¿Mal ejemplo de las autoridades?
d) ¿Al consumismo excesivo?
e) ¿Pérdida de respeto a Dios?
Por Rafael Darío Herrera
El autor es historiador y educador. Miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia.
Cuando leí la pregunta que formuló Isaías en este blog (*), me tomé la libertad de intentar responder a la inquietud implícita en la misma. El tema es viejo. Ya a fines del siglo XIX el sociólogo francés Emile Durkheim (El suicidio, La división del trabajo social) utilizó el concepto de “anomia” para caracterizar una situación en la cual los lazos sociales se tornan débiles y la sociedad pierde fuerza para integrar y regular a los sujetos. Comenzaré por la primera variable “descomposición familiar”. Trataré de demostrar que no existe tal “descomposición” sino que la familia dominicana ha comportado transformaciones significativas en su estructura y organización y asume nuevos valores, para lo cual cavilaré en términos sociológicos.
Antes de la modernización de la sociedad, la familia se concebía como una unidad productiva: los hijos trabajaban en la empresa familiar, la familia producía lo que consumía. No olvidemos que en los años cincuenta y sesenta en muchos hogares de Mao, el arroz se pilaba en la casa, las mujeres tostaban el café, elaboraban dulces, cosían, etc. Este es un tipo de familia patriarcal donde la autoridad suprema la ejercía el padre, quien imponía las normas y los hijos/as la acataban a pie juntillas, so pena de ser sancionados. Las familias que no operaban conforme a este esquema se catalogaban como “disfuncionales”.
Este tipo de familia transmitía a los hijos/as un conjunto de valores familiares: respeto a la autoridad paterna, o en su defecto al hijo mayor; honestidad absoluta (se debía justificar la posesión de bien ante el padre), puntualidad, obligación de realizar labores hogareñas o en la empresa familiar, sinceridad, rendimiento académico, buenos modales, respeto a las personas mayores, etc. En muchos casos, sobre todo en aquellas familias dedicadas a actividades artesanales, se transmitían saberes prácticos a los descendientes.
Sin embargo, con los procesos de urbanización e industrialización se modificó radicalmente el rol de la familia que pasó a ser una unidad de consumo y los medios de comunicación enfocaron su atención en ella para promover el consumo. Pero la familia no es un ente aislado de la sociedad, digamos un enclave, sino que se halla inserta en una estructura social determinada, y por ende, cambia conforme a las mutaciones sociales. Si en la familia tradicional el rol de la mujer y el hombre se limitaba al marco familiar, con los nuevos cambios sociales se produjo una segregación de los roles de ambos, especialmente en el ámbito urbano. El hombre se ve obligado a trabajar fuera del hogar y la mujer pasa a desempeñar el rol de “jefa del hogar”. De acuerdo con indagaciones sociológicas reciente, el 38% de las mujeres dominicanas son jefas de familia.
La generalización de la educación, el desarrollo de tecnologías en materia de electrodomésticos (lavadoras, microondas, aspiradoras) junto a la demanda del mercado laboral favorecieron la incorporación de la mujer al mundo del trabajo. En otros casos, las mujeres dominicanas, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, se casan a muy temprana edad ya que la unión matrimonial se concibe como parte de las estrategias de supervivencia de las familias dominicanas. Como secuela de esta práctica tenemos una elevada tasa de adolescentes embarazadas (15-19 años) que se convierten en un grupo vulnerable, fenómeno inédito en la familia tradicional.
Los cambios sociales han transformado los roles tradicionales de la familia, entre los cuales se destacan las migraciones, las desigualdades sociales, el auge del turismo, la crisis de la educación, la urbanización, la globalización, etc. Desde fines de la década de los setenta e inicios de los ochenta, en nuestro país se han intensificado los flujos migratorios: rural-urbano, urbano rural, rural-rural y urbano-urbano. A estas modalidades se adicionan las migraciones internacionales cuyos destinos principales son: Estados Unidos, Puerto Rico y Europa (España). En general, las migraciones han sustituido a la educación como mecanismo de movilidad o ascenso social.
Las migraciones surten efectos desintegradores sobre las familias dominicanas, la principal de las cuales, a nuestro juicio, es la conversión de la madre en jefa del hogar. Se sabe que los que migran no siempre son los más pobres, ni los desempleados, ni los menos preparados. Pero cuando la crisis económica obliga al padre o la madre a emigrar, los hijos quedan al cuidado de algún familiar que muchas veces es incapaz de ejercer un control efectivo sobre ellos. Si la familia emigra a un barrio marginado, por lo regular vive en condiciones de hacinamiento y la pareja se ve obligada a tener sexo en las narices de los niños. Esto ha provocado el auge del incesto en las familias dominicanas, una práctica deleznable e inconcebible en el marco de la familia tradicional dominicana. El caso más reciente, que estremeció la sociedad dominicana, fue el de Loma Cabrera donde el padre mantuvo relaciones sexuales incestuosas con su hija desde los 18 años y al ser descubierto asesinó a su esposa, una profesora jubilada de 63 años.
En la marginalidad urbana dominicana, las estrategias de sobrevivencia de los jóvenes son escasas: delinquir, integrarse a la venta de drogas, prostituirse o algún empleo informal de muy baja calidad. Estos jóvenes, a quienes la policía liquida de manera indiscriminada, ya no se socializan en el marco de la familia pues, como se ha indicado, en muchos casos la madre soltera sola es la jefa del hogar (producto de la viudez, alta tasa de divorcio y abandono del hogar por parte del hombre) y en otros casos el padre se pasa todo el tiempo fuera de la casa sin tener ningún contacto o control sobre sus vástagos.
En este momento tal vez sea conveniente razonar en términos socráticos: ¿En manos de quién queda entonces la educación de la familia? ¿Cuál es el modelo o referente de los hijos? ¿Quién le transmite valores positivos? ¿Hay descomposición de la familia o estamos ante una nueva familia que es producto de la desigualdad social? ¿Cuál es la incidencia de los medios de comunicación en la nueva familia? ¿Qué papel desempeña el entorno barrial en la formación de los jóvenes? ¿Cuáles son los nuevos valores de la sociedad dominicana? ¿Cuál es la causa profunda de estos fenómenos sociales y en particular de las familias dominicanas?
Como respuesta global podemos indicar la desigualdad social, la desigual de distribución de las riquezas y de las rentas, junto al exiguo gasto social de los diferentes gobiernos (1966-2012). De acuerdo con los cálculos de los economistas Edwin Croes y Miguel Ceara Hatton, el gasto público hacia las áreas y los grupos sociales vulnerables asciende al 0.8% del PIB mientras el promedio internacional es del orden de 3.8%. Este desinterés de los gobernantes por el gasto social no es un fenómeno casual sino una actitud arraigada de los diferentes gobiernos. El año de 1986 se ha identificado como aquel donde el nivel de vida alcanzó el más bajo descenso.
Esta reducción del gasto social lesiona severamente los servicios sociales públicos: educación, salud, agua potable, energía, planes habitacionales, etc. El caso más patético es el reclamo de la sociedad civil de un 4% para la educación frente a la realidad de que se invierte menos de un 2% en el ramo y el falso argumento del gobierno de que lo económico no es lo decisivo para desarrollar la educación. Las familias que habitan los barrios marginados no logran satisfacer las necesidades alimentarias y tampoco tienen acceso a servicios sociales básicos. En lugar de hallarse descompuesta tenemos una familia permeada por valores foráneos, la violencia, la cultura de la pobreza, los medios de comunicación.
(*) El autor se refiere a una encuesta que apareció en el blog Mao en el Corazón, la cual decía:
A menudo se habla de que la degeneración de la sociedad y el aumento del crimen y la corrupción se deben a la pérdida e inversión de valores. ¿A qué atribuye usted la pérdida de valores?
a) ¿A la descomposición familiar?
b) ¿La influencia de la TV y las comunicaciones?
c) ¿Mal ejemplo de las autoridades?
d) ¿Al consumismo excesivo?
e) ¿Pérdida de respeto a Dios?
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Rafael Darío Herrera
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Felicito a Rafael Darío,por haber dado en el centro del clavo de las razones de lo que llamamos descomposición social. Creo que es una cátedra, de la cual debemos tomar notas , los que nos hemos hecho esas preguntas. Gracias al profesor.
ResponderBorrarRolando Espinal.
¡¡¡ Magistral !!! Lic. Rafael Darío.
ResponderBorrarComo dice mi estimado Rolando "Es toda una cátedra". Gracias mil por su oportuna aclaración y mis felicitaciones por tan brillante artículo que despeja dudas.
Se le estima un paquetón,
Diómedes Rodríguez