Por Lavinia del Villar
¡Amo la luz! Me encanta abrir ventanas y encender velas, contemplar un día soleado y luminoso, y disfrutar del reflejo que resplandece en el camino.
La iluminación es magia y la claridad es esplendor. La oscuridad en cambio, nos turba y nos produce inseguridad…, nos pone en peligro, y nos desafía a movernos a ciegas, con riesgo de tropezar, caernos, y tal vez lastimarnos. Clamamos de alegría al regresar la luz eléctrica cuando nos ha abandonado por un tiempo,porque al volver nos permite poner fin a las tinieblas y ver el camino ante nosotros con claridad.
Sin embargo, más allá de la luz física existe nuestra luz interna, que es la luz que nos viene de Dios y que permite que nuestra alma resplandezca. La luz interna es un regalo divino, constante y fuerte, que podemos magnificar compartiendo nuestros talentos y regalos, y que nos permite inspirar a otros en sus propios caminos.
Cuando damos y expresamos lo que somos, nos convertimos en faro lleno de luz y amor, y con nuestra propia luz bendecimos el mundo.
Jesús dijo: “Ustedes son la luz del mundo”, invistiéndonos de una fortaleza espiritual que nos compromete a alumbrar con nuestras obras la senda de nuestros semejantes. Somos seres de luz emergidos de la Fuente de Luz que es Cristo Jesús. Por eso, oremos por nuestro Papa Francisco, que más que un ser de luz es un iluminado de Dios, con la Oración de Protección:
El poder de Dios me protege; la presencia de Dios vela por mí.
¡Dondequiera que estoy, está Dios!”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Haga su comentario bajo la etiqueta de Anónimo, pero ponga su nombre y su dirección de email al final del mismo: NO SE PUBLICARÁN COMENTARIOS SIN NOMBRE Y SIN DIRECCIÓN DE EMAIL. Los comentarios ofensivos y que se consideren inapropiados, tampoco serán publicados.
El administrador