AUTO DEFENSA CONTRA LA DELINCUENCIA
Por Ignacio Márquez
El autor es director del periódico El Universal, de Mao
Todos los días la delincuencia pone en práctica nuevos trucos, nuevos métodos para sorprender y despojar a la gente de su dinero, de sus prendas preciosas, de sus celulares y hasta de sus artículos del hogar.
Hay quienes han formado grupos en los que participan mujeres, incluyendo algunas en estado de embarazo, y hasta niños a los que entrenan para persuadir a sus víctimas.
Esos grupos a veces son integrados por gente de aquí, de Mao, pero otras veces vienen desde otros pueblos, invitados por delincuentes locales.
Su trabajo es como cualquier otro, sólo que sus herramientas son la estafa, las armas de todas clases, la maldad y las habilidades para el engaño.
Una coartada rutinaria: un grupo de tres personas, dos mujeres y un hombre, llega a una tienda, a un colmado o a cualquier negocio. Una de las mujeres pide permiso par ir al baño y en lo que el dependiente presta atención a uno de ellos, el otro le roba el celular, la cartera o algún artículo de valor.
Salen del lugar sin haber comprado nada, dando las gracias por las atenciones; con sonrisas en sus labios dejan la impresión de que son buenas personas, pero después de varios minutos, el personal del negocio empieza a notar que falta esto o que falta aquello.
Esto es aun más frecuente en las viviendas. A veces son unos supuestos vendedores o personas que piden ayuda. Con sus expresiones de víctimas convencen a cualquier incauto para que le abra las puertas de su casa, y ya dentro, les da sed, hambre, necesidad de ir al baño y hablan como si fueran viejos amigos.
El asunto es que al final, cuando todavía el rostro del anfitrión no ha empezado a borrar el gesto de alegría por creer que ha hecho un bien, llega la sorpresa.
…No aparece el celular, la cadena de oro que había en una gaveta parece que se la tragó la tierra y hasta el dinerito guardado bajo el mantel para pagar la luz desaparece como por arte de magia.
¡Y qué decir de los robos a plena luz del día, en pleno centro de la ciudad!
El otro día, a las 11.00 de la mañana, frente al club Quisqueya en la 27 de Febrero, una dama fue asaltada a punta de pistola; en esos mismos días se supo de tres mujeres a quienes les fueron arrebatadas sus cadenas de oro de sus cuellos.
Esta modalidad de robo sorpresa la ejercen unos jovencitos que, luego de cometer el hecho, suben rápidamente a una motocicleta conducida por un compañero que le espera y huyen sin que sea posible darles alcance.
Pero, oigan ésta: el otro día una joven señora que estaba sentada en un banco de la catedral Santa Cruz, rezando, de repente vio sentarse a dos haitianos, uno a su izquierda y otro a su derecha. Sin ruido alguno, como en secreto, los extranjeros obligaron a la dama a entregarles dos anillos de oro que portaba, incluyendo el de su graduación. ¡Un asalto en la iglesia, Dios santo!
Así de frágil está la seguridad ciudadana. Así de sencillo a cualquiera le roban hasta el alma, y ni hablar de los delincuentes que, poseídos por un demonio que se llama droga, asaltan hasta a los mendigos a punta de chagones (armas de fuego de fabricación casera), malogran a gente inocente con armas blancas, de las que denominan “saca hígado”, violan niñas y cometen toda clase de atropellos.
No es que hagamos justicia por nuestras propias manos, pero cada quien, como decimos en buen dominicano, “debe andar chivo”, evitar roces físicos con extraños en las calles, no confiar en nadie, no abrir nuestras puertas a desconocidos, evitar caer en las trampas de la maldad, estar despiertos ante una delincuencia que no duerme, y aunque duela decir esto, pero para que la cruz vaya a mi casa, que vaya a la ajena.
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