REFLEXIÓN
Por Lavinia del Villar
“El caer no ha de quitar la gloria de haber subido.”
Calderón de la Barca.
En mis años de infancia, acostumbraba ir al cine casi a diario con mi papá. Vivíamos al lado del teatro y entrábamos de gratis.
En ese entonces se exhibían mucho las películas de vaqueros, en las cuales el héroe o protagonista se llamaba “el detective”.
Los detectives podían acabar con muchos malos con una sola bala, sin embargo, podían recibir mil balazos y siempre salían airosos. El mensaje final era: “El detective nunca muere”.
A partir de esas experiencias tuve muchos deseos de ser detective, o por lo menos ser la novia del detective, que también salía victoriosa y era siempre la más bella. Creí que para ser héroe, detective o protagonista, siempre teníamos que ganar.
Más tarde, cuando estudié la Historia del Mundo, me llamó mucho la atención que Leónidas, el héroe de Las Termópilas, perdió y murió en la batalla. ¡Qué extraño!, pensaba, ¿cómo puede ser héroe si no ganó?
Al final entendí que los héroes también pierden, y que el verdadero detective es el que sabe luchar y morir con dignidad.
Pero… ¡qué importante parecía todavía ser protagonista!... Ser la figura principal, tener la razón, ser dueño de la verdad, y siempre estar bien.
¡Qué interesante ser interesante!... ¡Qué importante ser importante!…
A través de los años he aprendido, que no necesariamente tenemos que ser o parecer siempre triunfadores, que está bien equivocarnos, que los héroes también fallan, y que sí somos protagonistas. Somos los únicos protagonistas, de ese tesoro que es nuestra vida. Somos los detectives que día a día vencemos los obstáculos y salimos triunfantes, y también los que perdemos algunas batallas y seguimos adelante.
Con nuestras virtudes y defectos, cuando perdemos y cuando ganamos, todos nosotros… Somos Protagonistas.
Estoy de acuerdo. No siempre vamos a cosechar triunfos en la vida, algunas veces subimos y otras caemos, lo importante es levantarnos rapidamente cuando caemos y si hemos ofendido, saber pedir perdon. Otra cosa, la humildad de reconocer que hemos fallado como humanos imperfectos que somos.
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