sábado, 17 de mayo de 2014

… le llamaban Reina!


Por Sergio Reyes II

Una sonrisa franca, abierta y amigable seguía sus pasos en el incesante andar por los medios periodísticos, televisivos y de variedades dirigidos al inmenso público de origen hispano que abarrota las barriadas de la ciudad de Nueva York, sus condados vecinos y otros Estados del área. Haciendo acopio de esfuerzo, dedicación y profesionalismo, se fue abriendo espacio en las diferentes opciones que presentan los medios de comunicación y de manera especial en la programación de televisión por cable, en donde su característica presencia engalanaba las pantallas para llevar al público, en cada una de las emisiones de su programa, no solo las vivencias e historias que caracterizan el acontecer artístico sino también los sucesos, ansias y aspiraciones que tienen espacio en el diario vivir de nuestra gente humilde, tanto en el caso de la población inmigrante como de los que quedaron en el lar nativo, levantando con orgullo las raíces e idiosincrasia de nuestros países.

Al igual que otros tantos inmigrantes de los que hoy por hoy ocupan destacados espacios en los medios noticiosos y televisivos que tienen vigencia en la ciudad de New York, Minerva Saint-Hilaire engalanó con su acariciadora y jovial personalidad a la pantalla chica, impartiendo cátedras sobre la forma en que debe desenvolverse un profesional de los medios de comunicación. Esta postura le llevó a ser un personaje de primer orden en todo el espectro del periodismo dominicano radicado en la ciudad de los rascacielos y le granjeó sinceros afectos entre todos los profesionales que incursionan en estas labores.

Su llegada a cualquier escenario despertaba de inmediato efusivas muestras de aprecio y a su paso llovían andanadas de comentarios de admiración por la frescura y lozanía que exhibía su afectiva personalidad. De allí le vino, en justeza, el mote de La Reina.

Pero esta inmensa mujer, que como su nombre indica nació para descollar en los dominios y las artes de la sabiduría, fue, a su vez, Reina y Señora en la entrega por entero y sin dobleces a la noble labor de trabajar de manera incansable y desinteresada por llevar un hálito de aliento a los pobres, los desvalidos y los necesitados de amor y solidaridad.

De sus luchas y afanes dan cuenta su participación decisiva y destacada en infinidad de maratones y jornadas de recaudación de aportes y todo tipo de ayudas para contribuir con la mitigación del hambre y la secuela de males que afectan a las poblaciones afectadas por la ocurrencia de desastres de la naturaleza, incendios, conflagraciones sociales o hechos fortuitos propios de la sociedad en que vivimos.

Y junto a su infinita personalidad, muchos recordarán la profunda sensibilidad que embargaba a La Reina, al tiempo de recabar de los pudientes y los poderosos el urgente apoyo a esas comunidades devastadas, para poder mitigar, aun fuese en parte, sus múltiples necesidades.

En otros muchos casos Minerva Saint-Hilaire fue más allá: Sin esperar el apoyo de los destellos de los reflectores ni la cobertura de programas noticiosos o de variedades que difundiesen su silencioso andar por el sendero de la solidaridad y las buenas acciones, asumió por sí misma y contando apenas con algunos amigos y familiares la enjundiosa labor de encaminar operativos médicos, entrega de útiles escolares y juguetes y otras obras sociales y de ayuda comunitaria en apoyo de niños, jóvenes estudiosos y envejecientes de diferentes comunidades rurales enclavadas en los lejanos pueblos de la Línea Noroeste y la frontera dominicana -su tierra natal- así como en otros lugares de la República Dominicana.

Y asumiendo esa noble y abnegada labor, de manera callada y sin rimbombancia, La Reina movió sus pasos y sus acciones por senderos insospechados, en los que conoció de cerca el dolor que embarga a la gente humilde y menesterosa, que parece haber sido olvidada de las élites gubernamentales; esos que no tienen de nada mientras a otros les sobra de todo.

Hacia estos sectores dirigió su accionar Minerva Saint-Hilaire, contando más que nada con el impulso de su bondadoso corazón y su inmensa vocación de servicio en auxilio de los pobres y los habitantes de su región de origen.

En este día, La Reina descansa de sus cotidianos afanes. La tersura y placidez de su rostro evidencia que, en efecto, duerme el sueño de los justos. En el Libro de la Vida, hace tiempo que fueron escritas sus buenas acciones y de seguro que esto le allanará el camino en la ruta hacia el descanso eterno.

Sus familiares y compueblanos lamentan en forma desconsolada su inesperada partida. Oleadas intermitentes de sus colegas de la crónica de arte, locutores, periodistas y relacionados de los medios de comunicación desfilan reverentes en frente al féretro que contiene sus restos mortales, para rendirle el último y caluroso Adiós. La pantalla chica, que se engalanó con su imponente y afectiva presencia, ha quedado enmudecida y sumida en un pesaroso gris, mientras las emisiones noticiosas recogen los reportes que dan cuenta de su velatorio.

Y en las poblaciones de la lejana frontera, muchos lloran a raudales, a sabiendas de que, con la partida de Minerva, además de una hermosa y cariñosa compueblana, hemos perdido a un hada madrina, un angelito de la guarda -si se me permite la comparación-, que velaba de manera incansable por el bienestar y felicidad de nuestra gente.

No exagero si les digo que, en esta tarde gris, la ciudad de Nueva York que siguió sus pasos día por día y vio su carrera cubrirse de éxitos, llora de manera inconsolable su partida.

¡Descanso eterno a sus restos!

sergioreyes1306@gmail.com
New York, Mayo 16, 2014.

1 comentario:

  1. Paz a los restos de la Reina, Minerva Saint-Hilaire. Gracias Sergio por tu emotivo adiós a un ser humano fuera de serie.

    Isaías

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