domingo, 6 de septiembre de 2009

Don Emilio Arté: Gloria musical nuestra

Por Juan Colón
En la foto: Don Emilio Arté y el Dr. Samuel de Moya

Rafael Emilio Arté Cruz, nació en Santiago de los Caballeros el 5 de abril de 1873 y murió el 2 de febrero de 1970. Era hijo del virtuoso músico español don Rafael Ildefonso Arté y doña Petronila Cruz. A la hora de su muerte tenía la edad de 97 años.

Vino a la ciudad de Mao en el año 1916, contratado por Amado Franco Bidó para dirigir la Banda Municipal de Música. Con él vino su compañera de toda la vida, doña Ercilia (Cila) Ventura, con quién procreó su única hija, Antonia Magdalena Arté (Tontón), quien se convirtió en la mas fiel seguidora de los pasos de su padre.

Don Emilio fue un músico virtuoso, con un cúmulo de conocimientos asombrosos y profundos.

Entre sus alumnos destacados además de su hija Tontón, sólo de la localidad de Mao, se encuentran don Luis Alberti, don Radhamés Reyes Alfáu, Daniel Colón (Lucero), el doctor Rodríguez Colón (Fello) y Humberto Reyes (El chivo/El guajiro). Yo tuve el gran honor de tomar unas cuantas clases con el legendario profesor.

En sus días, don Emilio logró caminar todas las salas de concierto del país, y paseó su arte por Cuba, Puerto Rico, España y otros lugares. Especialmente en Cuba fue ovacionado por la audiencia en un famoso concierto en que él tocó la guitarra clásica acompañado de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

Pero su virtuosismo no sólo lo demostró tocando la guitarra en lo clásico, también dominaba a perfección el saxofón, el clarinete, el piano, el órgano, el bandoneón, el bombardino y el chelo.

Tuvo una estrecha amistad con los doctores Ellis Cambiaso y Narciso Alberti, este último padre de don Luis Alberti.

Una historia que pinta con rasgos imborrables la grandeza de don Emilio, es la que sigue. El dictador Trujillo invitó al mundialmente famoso guitarrista español don Andrés Segovia, considerado el mejor guitarrista clásico de todos los tiempos, para unas actuaciones privadas en la capital y en la provincia de Dajabón. Necesitando el gran maestro un guitarrista que lo acompañara en sus conciertos, el gran privilegio recayó en nuestro maestro, don Emilio Arté.

Los halagos del maestro Segovia abundaron y cuenta la historia que al final del primer concierto el maestro se dirigió al dictador en los siguientes términos: “Sr. General, no puedo entender cómo usted teniendo un verdadero maestro de la guitarra me haya mandado a buscar, ahí tiene usted un maestro de alta estima”.

Lo remarcable de todo fue que no tuvieron tiempo para ensayar hasta una hora antes del concierto, justo donde iban a presentarse esa noche.

El solo hecho de acompañar a un gigante como don Andrés Segovia, habla volúmenes de nuestra gran gloria musical.

A él le cabe, además, el honor de haber agregado el paseo al merengue. El paseo es aquella parte del inicio de Compadre Pedro Juan, que de paso fue el único merengue que lo conservó hasta el final.

Fue un hombre dotado de una gran educación y modales, siempre dispuesto a compartir con cualquier persona y aunque era súper exigente al momento de dar sus clases, era muy compasivo y humano. Fue humilde, con todo y su gran capacidad, no demostraba superioridad frente a nadie.

Quien escribe estaba muy joven para pretender conocerlo bien, pero tengo suficientes recuerdos y mi relación con su familia me permitió conocer sus grandes cualidades humanas.

En el año 1966 fue objeto de un merecido homenaje por sus 50 años de labor continua dedicada a dirigir la Banda Municipal de Música y a la enseñanza.

Para tan magno evento se dieron cita distinguidos músicos del país, entre ellos: doña Elila Mena (Directora del Conservatorio Nacional de Música de la ciudad Capital), don Julio Alberto Hernández, gran pianista y compositor Santiaguero, abuelo de la cantante Maridalia Hernández; Guarionex Aquino, don Luis Alberti, don Antonio Morel, don Bienvenido Bustamante y otros prominentes músicos de su época.

Hoy día la calle donde vivió lleva su nombre.

Su entierro fue una verdadera manifestación de duelo y homenaje. Mao y el país perdían a un gran sembrador y ser humano que dedicó su vida a perseguir la excelencia en el oficio que escogió como vocación.

Don Emilio Arté fue una verdadera gloria de la historia musical de nuestro país. Lástima que no queden recuerdos vivos de su arte.

Don Emilio es de los grandes héroes que nacen para sembrar y están conscientes de cuál será su retribución. Como la de todos los grandes hombres, su alma estaba conectada directamente con el director de la sinfónica universal que todo lo rige.

Mis respetos para usted, don Emilio. Paz a sus restos.

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